Capítulo 20

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Cuando entramos en la sala, nos quedamos atónitos al ver lo que había dentro.

—¡Davne! —gritó Derek, con su voz llena de sorpresa y alegría.

Davne estaba de pie junto a Mikel, quien estaba firmemente atado al mismo sofá donde Derek me había atado a mí. Era difícil de creer que nuestro querido androide estuviera allí.

—¡Davne, estás viva! ¿Qué ha pasado? —exclamó Derek, visiblemente emocionado.

—Derek, cuando todos salieron del laboratorio, este hombre se despertó e intentó escapar. Rápidamente fui por él y lo traje aquí. Pude vencerlo gracias a los ajustes que tu doble me a hecho —explicó Davne con voz calmada y serena.

—¿Te han modificado? —preguntó, sorprendido por la revelación.

—Tuvimos que hacerle algunos arreglos -intervino el doble de Derek, señalando a Mikel con desdén-. Casi la destruye este cabrón.

—¡Tú no eres nadie para decidir eso! -replicó mi amigo Derek.

Lo que siguió fue una pelea entre los dos dobles, cada uno defendiendo su punto de vista sobre los cambios realizados en Davne. Era una discusión sin sentido y absurda.

—Vale ya, los dos. Por favor, dejad de deciros tonterías —intervine, tratando de poner fin a la pelea entre ellos.— Mirad a quién tenemos aquí atado. ¿Qué vamos a hacer con él?

Dylan agarró a Mikel de la pechera con firmeza.

—Te vas a pudrir encerrado, maldito. No te mato porque la muerte sería demasiado fácil.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver esa escena. Dios, cómo me pone cuando se enfada. Dylan es capaz de despertar una pasión en mí que nunca había experimentado.

Dylan llamó a sus hombres y ordenó que encerraran a Mikel en el sótano que tenía en el jardín.

—¿Por qué tienes un sótano en el jardín? ¿Qué guardas ahí? —pregunté, intrigada por la peculiaridad de la situación.

—Lo mandé construir especialmente para él. Sabía que algún día lo estrenaría —respondió Dylan con una sonrisa pícara que me hizo reír.

Mikel se marchó sin mediar palabra alguna. Era sorprendente ver lo dócil que se mostraba, a pesar de todas las cosas que le estábamos diciendo. Me di cuenta de que no dejaba de observar a mi amigo Jack.

Tenía que abordar la conversación con mis amigos, pero ninguno parecía saber qué decir. Como siempre, fui yo quien sacó el tema.

—¿Cómo haremos para volver, Dylan?

—¿Kat, podemos hablar un momento a solas? —me pidió Dylan con urgencia.

—Dylan, no es el momento. Hablaremos después de resolver esto —contesté, intentando posponer la inevitable discusión.

—Chicos, es hora de descansar y comer algo decente. Podéis ir a la cocina y pedir lo que queráis a Dina, ella os preparará algo con gusto. Mañana os llevaré al portal, así que no tenéis que preocuparos más por eso. —dijo Dylan, tranquilizando a mis amigos.

Mis amigos, al escuchar que Dylan sabía cómo volver a casa, se sintieron aliviados y corrieron hacia la cocina en busca de algo decente para comer. Dylan me miraba como un cachorrito abandonado, esperando a que habláramos a solas. Todavía no había tomado ninguna decisión, era algo que no podía decidir a la ligera. Cuando nos quedamos solos, se sentó a mi lado y tomó mi mano.

—Dime qué has decidido, quédate conmigo. — Insistió Dylan, con un tono ansioso en su voz.

—Dylan, ¿cómo esperas que tome una decisión en medio de todo este lío? — Respondí, sintiendo la presión del momento.

Donde el espejo nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora