Capítulo 13

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Dylan

Quise abrazar a Kat cuando me di cuenta de que no estaba a mi lado. Antes de abrir los ojos, toqué con mi mano la cama, pero no noté nada, así que abrí uno de mis ojos. La luz seguía encendida, y me senté en la cama con media pierna fuera de ella, buscando a mi alrededor, pero ella no se encontraba por ninguna parte. ¿Dónde podría estar? Observé que la luz del baño estaba encendida, así que me levanté y fui directo a ver si estaba allí, pero tampoco la encontré. ¿Dónde se habría metido? Tenía que descansar, tal vez lo que pasó la mantuvo despierta. Me dirigí hacia la puerta para salir a buscarla, pero noté que el pomo se movía. Corrí hacia la cama y me hice el dormido; no quería que pensara que la estaba vigilando en cada momento.

Kat entró en el cuarto, probablemente tendría hambre y fue a comer algo. ¿Está llorando? Escuché cómo caminaba de un lado a otro, sollozando. ¿Por qué lloraba? ¿Habré hecho algo mal? No sabía si debía quedarme en la cama o ir hacia ella. Estaba inseguro, pero entonces la escuché llorar aún más, y no pude resistirme a ir a ver qué le pasaba. Abrí un ojo con cuidado y la vi, tirada en el suelo llorando, con una de sus manos en la cabeza. Me levanté sin pensarlo y fui hacia ella, me quedé de pie mirándola por un segundo, sin saber qué hacer. Nunca había consolado a alguien antes. Mientras pensaba en qué debía hacer, levantó la mirada. Tenía los ojos hinchados. ¿Cuánto tiempo llevaba llorando? Me arrodillé, le puse la mano en la cabeza y le pregunté si estaba bien. Me miraba con tanta rabia... No entendía por qué. La seguí observando preocupado, y entonces, vi que apretaba algo con sus manos. Espera, eso es... Le quité el móvil que tenía en las manos, y cuando me di cuenta de qué era, sentí que me faltaba el aire. Miré el teléfono y vi unos mensajes. Mierda... Ha leído los mensajes. Debí habérselo contado. Nos habríamos ahorrado todo esto. Estará pensando que soy la peor persona del mundo. Pobrecita, ya entiendo por qué está así. Estoy seguro de lo que está pensando. En cuanto caí en cuenta, quise explicárselo todo. La cogí por los hombros y le pedí que me escuchara, pero no me hacía caso.

Lo tengo bien merecido, pero ella tiene que escucharme aunque no quiera.

"Katherine, por favor, escúchame", supliqué, pero su ira y su desesperación eran incontenibles. Sus palabras me golpeaban como puñales, su rostro contorsionado por la furia y el dolor. Intenté contenerla, pero era como intentar detener un huracán con las manos desnudas.

Katherine estalló en furia, apartándome bruscamente mientras me gritaba con una mezcla de desesperación y resentimiento.

— ¡No me toques! ¡Eres un fraude! — sus palabras eran como cuchillos clavándose en mi piel—. No quiero que vuelvas a tocarme. Sabía que no debía fiarme de ti. ¿Qué vas a hacer, eh? ¿Vas a entregarme? ¡No te lo permitiré! Me voy ahora mismo. ¡No te atrevas a detenerme!— gritó, liberándose de mi agarre con una fuerza que me sorprendió. La vi salir de la habitación, sin detenerse por nada ni por nadie. La desesperación me invadió. No podía dejar que se marchara así, no sin entender la verdad.

Corrí tras ella, rogándole que me escuchara, pero sus pasos eran decididos y rápidos. Me gritaba que no la siguiera, pero sabía que no podía dejarla sola en ese estado. Mis hombres, pensé, ellos podrían detenerla. Pero cuando busqué su ayuda, me encontré con la sorpresa de que no estaban allí. Solo quedaba una opción: confiar en Derek.

La desesperación me embargaba mientras observaba a Katherine desaparecer entre la penumbra. Sin perder un instante, insté a Derek a que la detuviera.

— ¡Cógela, no dejes que se vaya! — exclamé, con urgencia palpable en mi voz.

Derek, sorprendido por mi súbita orden, se lanzó tras ella sin dudarlo. Ambos salimos a la oscuridad de la noche en busca de Katherine. Las sombras se extendían por doquier, dificultando la búsqueda. La carretera cercana me llenaba de temor: si alguien la secuestraba, no podría perdonarme no haberla protegido.

Donde el espejo nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora