Capítulo 17

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Los hombres encapuchados tenían nombre, y es que eran las personas de máxima confianza de Mikel, no quería permitirse que escapasen y por eso no dudó en mandarles el trabajo.

Gordon era la persona que se encargaba de torturar y sonsacar la información que necesitaba Mikel de sus víctimas con el fin de conseguir lo que se propusiera en sus experimentos. Su expresión era siempre fría, sus ojos vacíos de compasión. Kil, por otro lado, era más inteligente y calculador, con una sonrisa astuta que siempre le delataba. Sabía cómo, cuándo y dónde capturar a sus presas, usando su mente aguda para mantenerse un paso adelante.

Gordon y Kil metieron a los chicos en una furgoneta negra, oscurecida por sus cristales totalmente tintados. Sus movimientos eran precisos y sin titubeos, fruto de la experiencia en numerosas misiones similares. Con el motor rugiendo, se pusieron en rumbo al laboratorio donde el científico estaba preparado para comenzar los experimentos.

Las órdenes de Mikel fueron explícitas:

—Los quiero vivos.

Mientras Jack observaba al hombre encapuchado encañonar a su amiga, el miedo y la impotencia lo paralizaban. Vio cómo su amigo Derek era atado y amordazado, y su mente se llenó de pensamientos sobre Katherine. Solo rezaba porque ella no apareciera de repente, temía que su única esperanza se esfumara. No sabía qué era lo que sucedería más adelante, pero sabían que no podían resistirse. Los hombres estaban armados y claramente preparados para cualquier resistencia.

Obedecieron sin resistencia y entraron en la furgoneta con la cabeza agachada, sumidos en pensamientos oscuros sobre lo que les esperaba. Camino hacía el laboratorio, Derek y Jack estaban conscientes. Derek, aunque aturdido por el tranquilizante que le habían inyectado, intentaba mantener la calma y escuchar cualquier información útil. Los otros dos seguían noqueados, sus cuerpos inertes a un lado.

Jack, con el corazón acelerado, luchaba contra las ataduras. Sus manos estaban heridas por el esfuerzo, pero no quería rendirse. Derek, por su parte, prestaba atención a la conversación entre Gordon y Kil, que reían entre ellos, seguros de su éxito.

—Estoy seguro de que Mikel nos recompensará bien por este trabajo, podríamos irnos de mariscada esta noche —comentó Kil con una sonrisa anticipada.

—Buena idea, total solo nos queda encerrarlos. Esta vez no me ha pedido que torture a nadie, ya me bastó con esa Elisa, maldita cría, no se estaba quieta —respondió Gordon, riéndose entre dientes.

—Sí, y el del perro, ¿Will se llamaba? No sé quién te lo puso más difícil...

Derek observó a Jack. Las miradas que intercambiaron reflejaban pánico y desesperación. Ambos sabían que la situación era grave y que debían encontrar una manera de escapar.

Al cabo de unos veinte minutos, la furgoneta se detuvo en una especie de descampado, donde se alzaba una enorme torre de piedra. No había nada más a su alrededor salvo unas cuantas camionetas estilo 4x4 de color negro. La situación se volvía más tenebrosa a cada momento. Los chicos se preguntaban qué podría querer Mikel de ellos, unos simples chicos que habían cambiado de dimensión sin darse cuenta.

Cuando los bajaron de la furgoneta, Elisa comenzó a despertar.

—Oh, venga ya, acabamos de llegar. No podía haberse despertado cuando estuviera en la habitación. Espero que no dé tanta guerra como su gemela... —murmuró Gordon, molesto.

Elisa, aún aturdida, intentaba quitarse la mordaza de la boca. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su cara reflejaba puro pánico. Miraba a sus amigos, buscando algún tipo de consuelo. Jack, viendo su angustia, le guiñó un ojo, intentando calmarla. Sabía que eso le daría un pequeño respiro de tranquilidad.

Donde el espejo nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora