Capítulo 12

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Dylan

Estoy nervioso. Katherine no sale del agua. Quizás aguante bien la respiración, pero... La cosa no me huele bien. Entre tanto pensamiento, siento que estoy perdiendo el tiempo. Tengo que ir a buscarla. Como siempre, estoy yo para ayudarla, pero ella no piensa en las consecuencias.

Maldita sea. Salto de una vez para sacarla del agua, nado y nado, pero no logro encontrarla.

Salgo un par de veces a la superficie para recuperar la respiración. Eso me hace pensar que ella podría estar perfectamente ahogada. Vuelvo a hundirme para seguir buscándola. Para mi sorpresa, está inconsciente en el fondo del agua. ¡Tiene el pie enredado!

Me apresuro a sacarla. No hay manera. No sé cómo ha sido capaz de enredarse el pie de esta manera. A su lado, veo el maldito brazo del robot. Con el mismo metal, puedo romper las algas que la tienen retenida. Una vez la tengo, nado rápidamente hacia la orilla. Derek está esperándome afuera. Me ayuda a sacarla del agua. Está pálida, tiene los labios morados. Ya no le llega oxígeno. La llamo, pero no responde. Me inclino hacia su boca y no respira. Tengo que empezar rápidamente la RCP. Mientras intento reanimarla, la llamo. Tiene que escucharme. No me daré por vencido. ¡Katherine!

Katherine

Cuando abrí los ojos, estaba completamente aturdida. Escuché una voz masculina que pronunciaba mi nombre, y de repente sentí unos cálidos labios insuflando aire en mis pulmones. Comencé a toser agua y, al recobrar la conciencia, vi a Dylan, empapado, observándome con nerviosismo. Su mano estaba entre mis cabellos, y su mirada penetrante se clavaba en la mía. Al mirar a mi alrededor, divisé en el suelo el brazo de Davne. Mis ojos se abrieron como platos y agarré a Dylan por la pechera.

—¡Lo encontraste, genial! —exclamé.

—¿Genial? Pero tú no estás bien. ¿Sabes el susto que me has dado? No podías quedarte quieta, ¿verdad? Tenías que ponerte en peligro otra vez —replicó Dylan, visiblemente alterado.

—No lo entiendes, tenía que buscar su brazo. ¿Cómo esperabas que me quedara quieta? Estoy segura de que tú, con tu poca empatía, no lo hubieras hecho. Pero no somos iguales.

—¿Poca empatía dices? No sé cómo tienes el valor de decirme eso cuando acabo de salvarte la vida. ¡Otra vez! No voy a hacerte caso porque debes estar aún en la otra vida. Me parece increíble que te hayas arriesgado a morir por un maldito trozo de metal. Vamos a casa, ya tienes el brazo. ¡Cabezota!

—Oye, no me digas eso. Soy así, ¿vale? Si me has salvado es porque has querido —respondí, tratando de justificarme.

—Claro, Katherine, iba a dejarte morir porque tengo muy poca empatía y muy mal corazón —refutó Dylan con sarcasmo.

Me quedé callada y subí a la camioneta. Me sentía demasiado débil para seguir discutiendo con Dylan. Él continuaba maldiciendo, pero preferí no seguir con la discusión, pues la veía absurda y sin sentido. A veces pienso que tal vez me paso de la raya con él, pero tiene un don especial para sacarme de mis casillas, y yo no soy precisamente la persona más paciente. También reacciono rápido, y su forma de expresarse no ayuda a mi temperamento. Me trata con cierta brusquedad. Debería pensar antes de hablar, pero soy muy impulsiva. Derek, por su parte, permaneció en silencio en todo momento. Estoy segura de que sabía lo que podría ocurrir si abría la boca.

Después de un camino bastante largo, con Dylan recriminando cada uno de mis actos, finalmente llegamos a la mansión. Bajé del coche sin decir una palabra y me dirigí directamente a mi habitación. En estos momentos, no estoy para pensar en nada. He vuelto a estar al borde de la muerte otra vez. No sé qué pasa. Cuando estaba en el pueblo era igual y nunca viví estas cosas. Tendré que admitir de una vez que no estoy en casa...

Donde el espejo nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora