Capítulo 9

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Al escuchar lo que Derek dijo, mi corazón se estremeció un poco. Miré a Dylan, apenada.

—¿Qué haces? Quita esa cara, no necesito tu compasión—dijo Dylan con un tono áspero, sus ojos llenos de resentimiento.

—¿Qué estás diciendo? Solo estoy sorprendida, no me lo esperaba. Además, mi preocupación es por mis amigos, no por ti—respondí, tratando de mantener la calma, aunque sentía un nudo en el estómago.

Derek levantó la mirada, con una determinación en sus ojos, y se acercó hacia mí sin pensarlo.

—He...hee... ¿Qué crees que haces tan cerca de mí?—pregunté, retrocediendo un poco, sintiendo mi pulso acelerarse.

—¡Eso mismo me pregunto yo!—replicó Dylan inmediatamente, con su tono protector y los músculos tensos.

—Si crees que tienes la suficiente valentía para ir a por ellos, yo te acompañaré—manifestó Derek seriamente, con su mirada fija en la mía, mostrando una resolución inquebrantable.

—Joder... ¿De verdad? ¿Te has vuelto loco? ¡Os habéis vuelto locos los dos!—afirmó Dylan, incrédulo y con los ojos abiertos de par en par.

—Mira, si para recuperar a mis amigos me tengo que cargar a esa panda de mamarrachos, lo haré—dije con determinación, aunque mi voz temblaba y mis manos sudaban.

—No sabes lo que estás diciendo—replicó Dylan, preocupado, con una arruga de preocupación en su frente.

—Katherine, Dylan tiene razón, pero si sigues pensando lo mismo, te entrenaré y cuando estés preparada iremos en su búsqueda—ofreció Derek, intentando encontrar un compromiso, sus ojos mostraban una mezcla de esperanza y seriedad.

—¿Entrenarme? Escucha, estoy segura de que no hay tiempo para eso, debemos ir inmediatamente—respondí, nerviosa, mi respiración era acelerada. ¿Quién sabe qué cosas podrían estar haciéndole a mis amigos? No había tiempo para entrenamientos.

Dylan y Derek se miraron mutuamente, un entendimiento silencioso pasó entre ellos. Sin decir una palabra, se colocaron unas mascarillas, sus expresiones eran tensas y decididas.

—¿Qué hacéis? ¿Por qué os ponéis eso?—pregunté, confundida y asustada.

De repente, empezó a salir un humo blanco dentro del coche. Poco a poco, empecé a perder las fuerzas. Se me nubló la vista y, aunque intenté hablarles, fue inútil. No me salían las palabras. Mis párpados se volvieron pesados y todo se volvió negro...

—¿Derek, crees en serio que puede llegar a su nivel?—preguntó Dylan, su voz estaba llena de escepticismo mientras miraba a su amigo con el ceño fruncido.

—Con un buen entrenamiento y su fuerza interna, esta mujer puede ser muy fuerte. Su pureza y las ganas de rescatar a sus amigos son las que nos ayudarán a acabar con todo esto—respondió Derek, con su mirada firme y confiada.

—¿Espera, qué intentas decir?—replicó Dylan, sus ojos se agrandaron con incredulidad.

—Quizás te parezca una locura, pero he llegado a pensar en la posibilidad de que esta chica sea la que pueda ayudarnos a acabar con ellos—confesó Derek, con sus palabras llenas de convicción.

—¡Te has vuelto completamente loco, ella solo es una cría!—exclamó Dylan, agitando las manos en un gesto de frustración.

—He sido capaz de sentir la fuerza en sus ojos. Se nota que hará lo que sea por rescatar a sus amigos. Sabes que con esas cosas no suelo equivocarme—afirmó Derek, su voz era serena pero determinada.

—¿Y si no estás en lo cierto?— cuestionó Dylan, su tono ahora más dubitativo, una sombra de preocupación cruzaba su rostro.

—Confía en mí, tú mismo te darás cuenta—aseguró Derek, una chispa de seguridad salió de su mirada.

Donde el espejo nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora