Llegó el gran día. Eli estaba esperándome en la entrada de mi casa, y rápidamente cogí las cosas y salí al encuentro de mi amiga. Me monté en el asiento delantero junto a ella y noté su rostro pálido; estaba nerviosa.
—Hey, tranquila. Vamos a vivir una aventura inolvidable. Nada malo va a pasarnos —le dije con un rostro excitado y unos ojos abiertos como platos.
Asintió con la cabeza y nos dirigimos a recoger a Derek. Para nuestra sorpresa, Derek estaba esperando fuera con Davne, su androide. Cuando el coche paró, me asomé por la ventana.
—¿No la creaste para que vigilara y cuidara tus cosas? —le pregunté.
Derek se encogió de hombros.
—Sí, bueno, he decidido apagar el ordenador y demás para que ella pudiese venir. Creo que nos podría ser muy útil.
Elevé mi ceja derecha, observándolo intensamente.
—¿Por qué no? Vamos, subid. Tenemos que llegar rápido a casa de Jack antes de que su padre despierte y nos pille con las manos en la masa.
Llegamos y Jack y Will ya estaban dentro del coche esperando a que llegáramos. Eli, con un dolor horrible en el corazón, dejó su preciado mini aparcado a dos calles de la casa de Jack. A veces parece una cría, ¿qué se piensa que le va a pasar a su coche? Subimos a la parte trasera del coche, pero el androide no cabía. Derek nos pidió que fuéramos apretujados en la parte de atrás, ya que su preciosa Davne no podía ir en el maletero.
—¡Qué narices, es un robot! ¡No siente nada! —expresé algo alterada.
Al parecer, no le sentó muy bien mi comentario y nos hizo un ultimátum.
—¡Se sienta aquí o no voy!
—Está bien, está bien. Tú ganas —le respondí.
De verdad que cuando Derek saca su genio no hay quien le diga nada. Es un chico calmado, pero con sus juguetes, que nadie juegue. Y nunca mejor dicho.
Iniciamos nuestro viaje, y debo decir que Davne resultó ser realmente útil. Le pedíamos cualquier canción y ella la encontraba y la ponía en la radio, además de servirnos de guía. Aunque me incomodaba pensar en ella como una humana, realmente lo parecía, salvo cuando le pedíamos todos cosas a la vez y se cortocircuitaba, o algo así decía Derek.
Salimos del pueblo y tomamos la primera salida hacia la autopista. Había carteles un poco extraños, diferentes de las veces que habíamos ido al centro comercial de la ciudad. Tal vez Davne se había equivocado al indicarnos que tomáramos la primera salida. Jack estaba cansado de conducir y, claro, Eli no podía conducir otro coche que no fuera el suyo. Will no tenía permiso de circulación y Derek estaba muy ocupado con Davne, así que solo quedaba yo. Me tocó conducir.
Cuando cambié el asiento con Jack, él comenzó a quejarse por el poco sitio que había detrás. Pensé en escabullirme diciéndole que si quería podía devolverle el volante, pero no tuve suerte. Me dijo que no fuera listilla y pringué, así que nos pusimos en marcha de nuevo.
—Davne, ¿dónde estamos? ¿Por dónde sigo?
Estaba cansada y me dolía el trasero de conducir tanto tiempo; quería llegar ya.
—Sigue recto y en la primera rotonda gira a la derecha —contestó Davne.
Seguí sus indicaciones cuando de repente comenzó a repetir:
—A 200 metros, gira a la derecha. A 200 metros, gira a la derecha.
No entendía nada. No había carretera hacia la derecha y Davne no se callaba, cada vez elevaba más la voz.
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Donde el espejo nos separa
Ficțiune adolescențiKatherine nunca imaginó que su vida ordinaria daría un giro tan extraordinario. De un momento a otro, se encuentra atrapada en un universo paralelo, donde descubre que tiene un doble, al igual que sus amigos más cercanos. En este nuevo mundo, la ten...