Destíno turístico | 5

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Solté un quejido mientras me sacudía. Estaba cubierta por algo.

Una... ¿manta?

Me removí, algo incómoda, a la vez que intentaba abrir los ojos. Logré abrir uno primero, seguido a eso, el otro. Estaba en una... especie de cueva.

Me incorporé con lentitud. Tenía todo el cuerpo entumecido. Lo último que recordaba era haber estado en Arcadia, buscando al Zueto Amnesis, que nos guío a un bosque o algo así. Luego de eso, todo se volvía completamente negro.

Me llevé una mano a la cabeza, soltando un quejido.

—Que bueno que despertaste —la voz de Brendan resuena algo aspera, juntando varias emociones. Estaba sentado junto a mí, mirando una fogata encendida, que apenas iluminaba el ambiente.

Ni siquiera me había dado cuenta de que estuviera ahí.

—¿Que...? ¿Que pasó?

Él soltó un suspiro casi imperceptible, pero que dado el silencio, logré oír completamente.

—¿No recuerdas nada? —preguntó, apretando los labios.

Cerré los ojos un momento, tratando de ignorar la extraña sensación que tenía en el cuerpo de la misma forma que ignoré su pregunta.

—¿Dónde estamos?

Suspiró.

—Es... cómo un vacío. Un lugar dónde solo los hechiceros pueden habitar. Solo se puede entrar por medio de los Zuetos.

Lo pensé un momento.

—¿Eso significa que estamos en Zuota? —pregunté, sacándome la manta de encima y sentándome a su lado, mirando el fuego de igual manera.

—No —negó con la cabeza. Tenía las rodillas pegadas a su pecho, rodeándose las piernas con los brazos.

—¿Entonces...?

—Es el medio viaje —explicó—. No es Zuota, es el camino a Zuota.

Fruncí el ceño mirando el fuego. Brendan parecía algo decaído. De pronto, me percaté de algo que no había notado hasta ese momento y me alarmé.

—¿Dónde está Douxie? ¿Y Zoe? —inquirí alarmada, a la vez que me arrastraba un poco lejos de él, mirándolo con horror.

Cerró los ojos un momento y tragó saliva.

—No lo sé —confesó—. Todo estaba cubierto de niebla. Te caíste y te... golpeaste la cabeza. Tu hermano me ordenó ponerte a salvo. No los volví a ver... Se quedaron combatiendo contra esa... cosa.

—¿Que cosa?

—Un Vordur.

—¿Que se supone que es eso?

Volvió a apretar los labios.

—Son los guardianes. Seres casi indestructibles que se encargan de proteger el camino a Zuota.

Abrí mucho los ojos a la vez que un nudo comenzaba a presentarse en mi garganta.

—¿Y no se te ocurrió ir a buscarlos? —pregunté, ahora más preocupada.

—No hay manera, Liz —se volteó hacia mí y tomó ambas de mis manos—. Y además tu hermano me ordenó ponerte a salvo.

Él parecía destruído. Ahora que lo escuchaba bien, podía oír perfectamente el deje de culpa en su voz y su mirada.

Negué con la cabeza y me puse de pie, a lo que mis rodillas flaquearon un poco y tuve que sostenerme de la pared. Comencé a avanzar a la salida y pude oír que se ponía de pie.

Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora