Malas decisiones | 8

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—¿A qué te refieres?

Tardó un poco en responder, pero después de un corto suspiró, dijo:

—No necesitas a tus amigos para esto. Tú eres quien debe buscar su destino, no ellos.

Lo pensé un momento.

—¿Y cómo sé que puedo confiar en tí y no eres una de esas criaturas extrañas y peligrosas que habitan el bosque?

Ahora fué su turno de pensar. Pude ver a la pequeña criatura tensarse y sin previo aviso y sin decir nada, una luz inundó la zona. Cubrí un poco mi cara para que mis ojos no se dañaran y cuando el resplandor desapareció, un pinchazo me recorrió la cabeza.

—¿Liz? —la voz de Archie resonó a lo lejos— ¿Estás bien?

Me llevé una mano a la sien, dolorida.

¿Que estaba haciendo?

Yendo al campamento, supongo.

Aunque mi subconciente me gritaba que estaba olvidando algo importante, mis neuronas me empujaban a simplemente irme del lugar.

—Sí... —murmuré, a la vez que me acercaba al lugar de donde provenía la voz, todavía dolorida—. S-sí, Arch. Estoy bien.

De entre las sombras pude distinguir al minino caminando hacia mí con cautela. Cuando me dispuse a alejarme, sentí la necesidad de mirar a mi alrededor. Sentía a alguien más, asechando desde las sombras.

—¿Estás segura? —volvió a preguntar.

Cerré los ojos un momento.

¿Que era esa extraña corriente?

—¿Liz?

Sacudí la cabeza.

—Sí, estoy bien —comencé a caminar hacia el campamento mientras intentaba quitarme esa extraña sensación del cuerpo.

Cuando pasé por delante de la fogata, pude ver de reojo que Brendan me miraba fijamente. Apreté los puños.

Me había mentido.

Me había dado esperanzas de algo que sabía que no era real.

No entendía muy bien mi enojo. Pero lo estaba. Estaba muy enojada. Con él... y conmigo misma.

Con él por ocultarme la verdad, sabiendo que si lo descubría más tarde iba dolerme muchísimo más.

Y conmigo por haberlos arrastrado a esto.

Me senté frente a la fogata, de manera que quedaba enfrentada con él y pegué mis rodillas al pecho.

El silencio reinó en el ambiente por un buen rato. Podía sentir la incomodidad de todos en el aire. En especial la de Brendan, que parecía querer decir muchas cosas. Tenía los labios apretados y la mandíbula tensa. No me miraba, de hecho, tenía la cabeza girada hacia cualquier otro lado que no fuera yo.

Su tensión aumentó cuando me puse de pie y me acerqué a él para recoger la manta que estaba a su lado. Solo cuando estuve a su lado me miró a los ojos, y lo único que podía ver era arrepentimiento.

Me sentí mal conmigo misma al instante. Ver esos grandes ojos azules cargados de pena me partió el alma.

Hasta me dieron ganas de darle un abrazo.

Pero mi orgullo no lo permitía.

Agarré la manta y volví a mi lugar, acostándome en el suelo con algo de incomodidad y usando mi mochila como almohada.

Me removí un poco y cerré los ojos, logrando dormirme casi al instante.

***

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora