El Mito del Dios del Horror

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(Este cuento pertenece al Ciclo Narrativo del Prisionero de Uránide).

Imperturbable... Sí, la tablilla antigua nos habló de dejar la antigua imagen del Dios del Horror imperturbable. Escúchame lo que te voy a contar, pues espero esto te sirva de lección muchacho, los sueños están plagados de maldiciones y los oscuros secretos de antiguas tribus que hoy han sido olvidadas son, a veces, aunque parezcan insólitas, más llenas de verdad que cualquier otra historia.

Cuando bajamos al Templo de Osore, creímos que la vieja reliquia olvidada había sido saqueada por piratas espaciales hacía mucho, y ni los cadáveres de los clérigos quedarían ya. Basta fue nuestra sorpresa cuando al abrir la puerta, revelamos grabados en las paredes inscritos con oro macizo, piedras preciosas y metales raros, cuya tecnología era imposible.

Algunos Soberanos que han alcanzado la eternidad, y mediante tecnología avanzada se han hecho de poder incalculable, han conquistado civilizaciones para ir más allá, sin embargo, sus rastros tecnológicos se podían seguir, era algo crucial, pese a que no seamos capaces de entender su tecnología del todo.

Este no era el caso, al descender hacia las profundidades de Osore, nos dimos cuenta que la tecnología que permanecía allí debía ser tan avanzada que simplemente no la entendíamos, no sabíamos como funcionaba nada de allí, parecía la magia más negra y abominable que jamás habíamos visto.

Nuestra primera pregunta fue ¿Cómo era posible que nadie saqueara el templo que había permanecido allí por tantos años, sin ningún cuidado? Empezamos leyendo las inscripciones, descubriendo que clase de antiguo monarca había levantado aquella infame estructura.

Hophos se llamó, el Dios del Horror. Un vástago del Deseo, quien caminó por las eternidades del futuro y el pasado, en ese orden. Aquel monstruoso ser, con cualidades divinas esparcía a sus lacayos, seres abominables que escapaban de él, palpitantes masas amorfas con tentáculos y bocas que chillaban mientras se alimentaban de todo lo que veían.

Por eso el ritual que vimos en lo profundo era profano, era lunático, estaban totalmente desquiciados. Había un altar en honor al Dios del Horror, una pintura de él y esculturas de sus lacayos. El altar permanecía manchado con sangre seca, hecho de antiguos cadáveres, para rendirle tributo los cadáveres debían ser de aquellos que rechazaron su doctrina.

Él retumbaba la imagen del miedo, con su forma humanoide bípeda creemos que era de piel morena. Su mandíbula se abría partiendo su cuello y alargados apéndices se escapaban de su interior absorbiendo todo a su paso. Es imposible, pero las inscripciones hablaban que era capaz de devorar planetas, insólito si me lo preguntas, no hay entidad capaz de llevar a cabo tal acto, de seguro era una exageración.

Investigamos hasta el último ritual que se llevaba a cabo, el peor de todos era uno que dudosamente me atrevo a mencionar. Constaba de atar a una criatura de las patas y ponerlo boca abajo, procedían después a despellejarlo poco a poco, y meter parásitos provenientes del Dios del Horror que se metían debajo de los músculos para alimentarse.

Un parásito se insertaba por alguna cavidad cercana al cerebro, y este mantenía la actividad cerebral mientras consumía la médula lento desde adentro. Era largo y doloroso, no creimos que serían tan salvajes. Tomamos la daga, esperanzados en encontrar respuestas respecto a su antiguedad.

Mi compañero, decidido se encaminó hasta el exterior de la sala principal cuando todos lo vimos. Del centro de la sala se levantó una sombra, no creemos que fuera el Dios del Horror, sino un viejo vestigio de él, un viejo vestigio...

Un hombre alto y de piel morena, sus ojos permanecían inyectados en un ardiente horror, con cachos que se alzaban. Lo vi por el reflejo, del suelo, parecía que todo el cielo estaba negro en el reflejo pero la luz no se había ido, desafiaba toda lógica, solo su imagen se reflejó.

Mi intuición me lo dijo, no debía verlo de forma directa. Me levanté y comencé a correr, lo que vino después fueron los gritos. Parecía que quien lo observó, quien miró su rostro cayó en la locura. Vi a mis compañeros intentando sacarse los ojos, una escena abominable.

Corrí hacia el exterior, y escuché el sonido de la carne y los cuerpos siendo machucados, las paredes se mancharon de sangre, claro, nadie había podido profanar el templo porque el vestigio seguía ahí, esperando a quien sabe que cosa.

El Dios del Horror permanece desaparecido a la actualidad, aunque los hechos de ese día aún me persiguen en mis pesadillas. Lo veo, durmiendo en el vacío, en algún lugar del infinito, no está ahora mismo, es un prisionero, fue encerrado por la Sacerdotisa del Deseo, Ura. Eso decía el mito al final, acababa con el sueño de un Dios que nació en el final de los tiempos del universo, cosa que aún no ha ocurrido, pero ocurrirá, aunque él ya estuvo aquí.

Recuérdalo, el Dios del Horror volverá, y quizás no lo veas tú, ni tus hijos, ni tus nietos, pero algún día se alimentará del miedo de nuestros corazones, del miedo de nuestra sangre. Su legado permanece en silencio, pero para un Dios el silencio solo es temporal, nosotros muchacho, somos apenas una mota de polvo en lo basto de la inmensidad, ellos son la inmensidad sobre la que ondula el oleaje sin fin.

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