La Estatua del Miedo

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(Este cuento pertenece al Ciclo Narrativo del Prisionero de Uránide).

El Templo de Yt permanecía en un letargo extenso, perteneciente al perdido Dios Ytzz quien cayó en las brasas del vacío.

Cuando los hombres se adentraron en el templo que yacía en uno de los satélites naturales del planeta, se encaminaron hacia lo profundo para encontrar los viejos mitos de esta antigua deidad, escritas por las tribus hoy desaparecidas.

Ytzz cayó desde otro Cielo, donde las estrellas no existen y el fondo es falsamente infinito. Sus palpitaciones sin control se escaparon por la fisura del estanque, al menos, eso es lo que dice su mito, y que las tribus le rendían culto, cuando yacía en lo profundo de las tinieblas, en las cuevas del templo.

Hoy, el Templo posee cuevas, pero a medida que se adentraban los investigadores, solo encontraban más derrumbes, no había posibilidad de acceder a las cámaras más profundas, pues permanecían selladas, y era peligroso excavar más allá.

Aun así, al investigar las salas del templo encontraron una entrada secreta, oculta detrás de la palanca de los sacerdotes que permanecían contando en inscripciones los mitos de su antigua deidad.

Al descender por unas largas escaleras hacia una habitación profunda y oscura, lograron ver un lugar de rituales, y una estatua levantada no al Dios Ytzz, sino a otra entidad más obscena y malvada, un ser que el universo trató de olvidar.

Aquel que Cabalga por la Negrura y Devora el Destino, quien de piel se alimenta y sobre piel se cubre, negra de cadáveres inmundos. 

Su estatua permanecía allí, todos la vieron, lo que denominaron la Estatua del Miedo ¿Por qué yacía una estatua de otra deidad allí, profanando el templo de Ytzz?

Uno de los hombres se acercó y notaron que la estatua no tenía el rostro tallado, había una leyenda en una placa inscrita que aún después del paso del tiempo, conservaba parte de sus palabras en un idioma desconocido para ellos. 

Él tomó una fotografía de ella, y luego se alejó un poco para fotografiar la estatua. Al mirar la segunda imagen, notó que se veía vaga, borrosa, quebradiza, algo que llamó su atención. 

El hombre, levantó la vista para observar con atención como tomar la fotografía, cuando notó que la estatua lo estaba mirando. Tenía ojos, y sus ojos estaban clavados en él, pero sus rasgos eran muy cercanos a los humanos, y aun así no lo eran. 

Mirarlo le hacía temblar las manos, lo ponía inquieto su semejanza tan abisal con los humanos, pero no llegaba a serlo, no era humano del todo, sus rasgos parecían falsamente similares. Los ojos de la estatua se movieron, siguiéndolo cuando de la impresión se movió hacia un costado, cosa que le heló la sangre.

Una sonrisa lenta se esbozó en la figura pétrea, totalmente antinatural para un ser vivo. El hombre, horrorizado gritó, de espanto, de angustia. La Estatua del Miedo lo estaba observando, esos ojos penetrantes que aparecieron entre las sombras ahora se movían, detrás de él, clavándoselos en la nuca. 

Placa Inscrita del Dios del Miedo:

(...) El Dios del Terror entonces se deslizó desde el plano donde convergen todas las realidades, todos los universos. No sabemos de donde salió, si de lo que yace más allá, o de otra dimensión, o de otro universo, o de las branas infinitas, o inclusive, de lugares que aún no han sido descritos en ningún mito.

Él solo vino, y estancó el Ciclo del Tiempo, como ningún otro Dios ha podido hacerlo ¿Quién sabe, si por intervención de algún otro ser, o por designios propios? (...)

Las profecías hablan de que él nacerá del futuro, y conquistará todo lo que ya no podrá ser cambiado (...) la usurpación de la figura que escribe los finales de los condenados detuvo, o detendrá a quien estancó la existencia.

Los Deseos son designios que sellan el Miedo (...) gestan el Miedo, y el Miedo nace de él. Un ser tan peligroso, no debe controlar (...) ha de conquistar, pero él ha caído por designios de quien sabe que entidades.

Él fue un Dios que infundó el Terror en otros Dioses (...) quien yace, se le otorgó el nombre (...) cuyo nombre jamás debería ser pronunciado, para no atraer los fragmentos aún libres de su esencia, que no se invoque tal mal, porque devorará sin control, así que, le hemos otorgado el sobrenombre de Hophos, el Dios del Horror.

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