El Profeta Errante

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(Este cuento pertenece al Ciclo de la OMB).

Las investigaciones de Vanatos estaban en un punto muerto, ya llevaba más de tres semanas así, y se sentía tremendamente frustrado, rayando sus textos que consideró inútiles por no entender su naturaleza que le pareció rozaba el ridículo hasta el punto que parecía lo estaba haciendo descender a lo más profundo de la angustia.

Salió entonces de su oficina, y decidió que ya después de todos esos días durmiendo pésimo, teniendo pesadillas extrañas, y preocupándose por las investigaciones sobre la Bruma Errante, a tomar un poco de aire y respirar, se había estado sobreexigiendo en exceso, preocupado e inquieto. La ciudad de Larathan en Estel era una ciudad rústica, de años encima, que llevaba en pie una cantidad incontable de tiempo, su apartado rústico había permanecido inclusive con el avance de la tecnología, parecía que permanecía impávida tras el paso del tiempo. Hacía poco se había visto que un hombre de cierto estrado económico bastante alto, se había venido a vivir a la vieja ciudad, su apellido era Soler, tras pensar en ello recordó que había pequeños brotes de alguna enfermedad desconocida hacía unas pocas semanas, pensandolo en frío, no tenía ninguna relación ambos eventos, pero inconscientemente como cualquier humano, quería creer que sí estaban relacionados.

Quizá fue la sensación de Vanatos, pero la ciudad parecía más fría, las nubes se habían vuelto claramente una costumbre en el cielo, la gente también parecía más cabizbaja. En la tarde le llegaría un pedido importante que estuvo rondando su cabeza, el Libro Amarillo, recientemente descubierto por un grupo de cazadores, los Wreckers habían peinado la zona y encontraron este extraño libro que poseía información que él pensaba podría ayudar a dar luz a sus investigaciones, sacándolo del punto muerto en el que estaba. Hasta cierto punto, la esperanza lo mantenía firme sin enloquecer, pero se sentía agotado, quizás tomarse el día libre sería positivo para él.

Tras unos largos minutos caminando, notó que había empezado a oscurecer ¿Cuanto tiempo llevaba volando en sus pensamientos? Las calles estaban casi vacías, y el silencio era apenas cortado los pocos automóviles que solían andar esas calles. Notó un callejón que se adentraba a la oscuridad, como muchos otros, pero eso no fue lo que llamó su atención, sino el sonido muy tenue que parecía provenir de él, este era opacado por los automóviles pero estaba seguro de haberlo escuchado, el dormir poco había agudizado sus sentidos volviéndolo más receptivo pero a la vez más torpe también.

Aquel sonido lo hizo devolver la mirada, adentrándose lo más sigiloso que pudo por el callejón, aún había algo de luz y los faroles ya estaban encendidos, sin embargo, a medida de que más de adentraba, más oscuro se volvía, el sonido era extraño ¿Algún animal comiendo algo? Tuvo una sensación incómoda que escalaba por sus piernas y se agarraba a su cintura, su espalda se encogió sintiendo cierto peso en el aire de dudosa densidad. Sus pasos eran lentos, pausados, inquietos, nerviosos.

Vio algo moviéndose detrás de un basurero, se acercó cegado por la curiosidad para quedar anonadado tras lo que sus ojos desvelaron, el hijo menor de los Soler estaba con la boca bañada en sangre, en el suelo había un hombre cuya carne había sido arrancada a mordiscos, el adolescente levantó la mirada con sus ojos que evocaban una mirada profunda, hambrienta. Vanatos en ese momento tuvo una sensación que embriagó sus sentidos, el cadáver, la sangre, los colmillos, la mirada. Estaba tan aterrado como extasiado de un evento de esa índole, sus manos temblaron y aunque no se podía ver por la oscuridad, había una sonrisa en su rostro que estaba dibujada alrededor de sus ojos llorosos. Notó que habían pedazos de carne al lado del cuerpo, pero estaba estaba completamente seca.

Vanatos instintivamente dio media vuelta, y sus piernas se movieron tan brúscamente rápido, que no notó que un dolor punzante atravesó sus músculos, su velocidad estaba al límite de ser inhumana, sus instintos no lo habían traicionado, tan pronto como llegó hasta la calle, y la luz, dio media vuelta sin mirar atrás, tapándose la cara con su ropa, los Soler eran una familia poderosa, si lo reconocían sería su fin, terminaría como el sujeto del piso ¿Caníbales? Entonces no habría razón para botar la carne, y menos exponerse de ese modo para obtenerla cuando son tan adinerados, había una explicación más fantástica, que tenía cierto aire sobrenatural, la palabra se metió por su cabeza y pareció entender que aquella investigación estaba en un punto muerto porque no había descubierto algo, sus ojos no estaban completamente abiertos, había tanto que desconocía del mundo, y su primer contacto con los horrores que este albergaba habían sido la precuela para entender casi de forma predestinada el Libro Amarillo, el aceptar la existencia de los Vampiros.

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