La Sangre del Daeva Dragón

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(Este cuento pertenece a un Ciclo de los Símbolos Branánicos).

El Exoreth caminó con cuidado por la Ciudadela Marciana Trysalia, él había recibido un informe de que en algunas ciudades más importantes de la tierra se estaba viendo algunos grupos considerados terroritas que adoraban a una criatura llamada Yishaer, el Daeva Dragón. Algunos grupos habían sido desbaratados por la policía, y portaban una extraña droga inyectable. No se conoce exactamente donde se había originado, pero se creía que su origen era en alguna ciudad extraterrestre, se tenían pistas sobre el descubrimiento de una secta en Marte, en la Ciudad Trysalia. La Ciudad tenía un portento gótico tecnológico bastante pulcro debido a que en la misma la religión de la Bestia Celestial era muy extendida, y las catedrales poseían una arquitectura singular, con estatuas e imágenes de vitrales que mostraban criaturas extrañas, con múltiples patas y ojos.

La ciudadela de Trysalia mostraba altos edificios hechos de materiales oscuros, la constante lluvia en condiciones normales oxidaría tales materiales hasta el punto de degradarlos, pero las tecnologías ahora eran lo suficientemente hábiles como para detener la oxidación, se desarrolló sobre todo tras haber terraformado marte hacía unos pocos cientos de años. Durante mucho tiempo la Ciudad estuvo bajo constante ataque, y eso la terminó fortificando hasta el punto actual, hoy parece que esa fortificación está ocultado a estos extraños grupos cuyo propósito es desconocido. El Exoreth sentía la lluvia, la noche era más fría que en el planeta tierra, en general marte era más frío que la tierra.

Su caminar avanzaba, el agua ocultaba sus pasos y huellas. Esa parte de la ciudad había sido abandonada tras un asedio, y allí se asentaron muchos de los residentes más pobres de la ciudad que no tenían donde vivir. Las casas en ruinas eran peligrosas, ya que tras el ataque muchas quedaron cerca del colapso, y podrían derrumbarse en cualquier momento. En su ropa traía dos pistolas muy extravagantes, su diseño algo ominoso no dejaba indiferente a quien lo viera, pues lo reconocía rápido. La llamaban las "Armas Vivas", diferenciadas de las armas normales por sus características tan inusuales.

El recinto de la droga estaba cerca, la llamaban la "Sangre del Dragón". Vio una puerta cerrada con un candado, sin vacilar utilizó un objeto que podía generar una llave para cualquier cerradura común. Tan pronto como abrió la puerta, se adentró sacando su arma, podía presentir casi que la Sangre de Dragón estaba cerca. Su arma tenía enmarcado un ojo en donde comenzaba el cañón. Su respiración se agitó, cerrando la puerta tras de sí en silencio intentando mirar a su alrededor, no había nadie. La casa era vieja, y el suelo aunque no era de madera sí lo asimilaba de una forma sintética, aunque tan avanzado que era casi indistinguible, a excepción por la incapacidad de corroerse.

Vio un corredor, y varias puertas cerradas que estaban trancadas con madera, estas estaban atornilladas a las paredes, sería un desperdicio de tiempo intentar abrirlas. La visión del Exoreth se movió cuando creyó que algo pasó, era solo un ratón. Siguió por el pasillo, cuando escuchó algo crujir, había una escalera que llevaba hacia un cuarto inferior, parecían escucharse voces. Las voces y la oscuridad eran acompañadas por la lluvia que se escuchaba, el agua tocando las paredes, el techo, el suelo, el olor a humedad estaba palpable y se filtraba por los agujeros destruidos de las casas abandonadas. Antes de continuar se agachó, y disminuyó la cantidad de sonido que generaban sus zapatos al caminar, tras ello bajó por las escaleras de una forma cuyo silencio era subliminal.

Al llegar abajo, su piel se erizó. Había un cadáver en el suelo, unas jeringas repartidas también que yacían rotas, además de un hombre que parecía alimentarse del cuerpo. Su cuerpo era descomunal, y parecía que había tenido una metamorfosis. La habitación era grande, el sujeto medía quizás unos dos metros y medio de altura. Detrás de todo habían unas cajas con más jeringas también, la Sangre del Dragón debía estar allí. Levantó su Arma Viva, y el ojo se abrió lo que confirmaba sus sospechas, la criatura de allí posiblemente alguna vez fue humano pero de eso ya no quedaba nada. Él recordó los informes de los Satélites Rojos y los Satélites Negros, casi creyó que esto pudo haber sido obra del Coro, pero no. Disparó a cabeza, pues aún no lo había visto, la bala se clavó rápido pero ni siquiera derribó o hizo retroceder a la criatura que levantó la cabeza observando al Exoreth, los ojos estaban inyectados en sangre y parecía enfermo.

La criatura saltó entonces hacia el Exoreth, quien disparó otra vez hacia la cabeza, aunque fallando. La bala se clavó en su torso, pero tampoco lo detuvo, él viendo a la bestia empezó a correr hacia adelante, intentando ir hacia las cajas, evadiendo a la criatura. La piel del sujeto se había vuelto grisácea, y parte de ella parece que se marcaba como si parte de su esqueleto estuviera saliendo de su lugar. Tomó unas cuantas jeringas, pocas para todo lo que había, rápidamente las guardó para levantar su arma de nuevo.

La bala salió, la tecnología de su arma hacía que el sonido fuera ínfimo. El párpado seguía abierto, el ojo se movía hacia adelante intentando observar a la criatura. Nuevamente salieron otras dos balas, se clavaron en una de las piernas y en su cabeza. Detuvieron su movimiento, relentizaron su avance y lo aturdieron. El Exoreth se acercó corriendo lo más rápido que pudo, sacando una cuchilla que casi parecía un machete, esta portaba en su empuñadura, donde empezaba la hoja, un ojo también que se abrió. Sin pensárselo cortó la cabeza, cercenando el cuello y decapitándolo, esta rodó por el piso pero los ojos no se cerraron. El cuerpo se levantó nuevamente, intentando alcanzarlo.

Levantó su pistola nuevamente y le disparó a los ojos de la cabeza cercenada, esto cegó al cuerpo que estaba separado de la cabeza ¿Cómo era posible, si su sistema nervioso ni siquiera estaba conectado? Había algo más, por eso lo llamaron a él. Guardó su cuchilla tras limpiarle la sangre y con algo de gasolina, usando un fósforo, prendió el sótano en llamas. Tras salir, lo siguiente sería derrumbar la casa, pero su trabajo ya estaba hecho.

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