Preparo con cuidado la masa pastelera que estoy haciendo, mezcladola con el chocolate.
Paso la mezcla en una bandeja y con cuidado la meto en el horno.
Paso una semana desde que encontré aquel hermoso ramo de hortensias en mi habitación, una semana desde aquel extraño encuentro con Lucian y una semana desde que no sabía casi nada de mis padres.
Aparte de un mensaje que me enviaron diciendo que estarían de viaje un tiempo y no sabían cuándo regresarían.
Dejadome sola en casa.
Es muy raro, jamás se habían ido tanto tiempo. Sin avisar al menos.
Mamá me escribio hace días diciendo que todo estaba bien, que solo necesitan arreglar cosas afuera y que volverían pronto.
Se siente extraño, tengo un presentimiento muy malo desde hace unos días.
Se siente como si estuvieran escapando.
¿Pero de que?.
Empujó esos pensamientos al pozo sin fondo en mi cabeza y me concentro en terminar el pastel que estuve haciendo desde hace rato.
Tome vacaciones de la universidad hace dos días. Ese es el premio por ser atenta y terminar las cosas pendiente primero acabando así el semestre. No me queda mucho por hacer ahora, así que me entretengo horneando en la cocina o viendo alguna que otra película en mi habitación rodeada de montones de almohadas.
No tengo miedo a estar sola, más bien lo disfruto.
Me trae paz. Tengo una tarjeta de crédito solo para mí desde hace tiempo, no la utilizo mucho, pero mis papás por obligación y para que no moleste me depositan una cantidad de dinero cada mes.
No necesito ese dinero por pesar. Se ganarmelo sola.
¿Se acuerdan de aquel contrato que hicieron firmar mis papás cuando estaba pequeña?. Pues se termina cuando cumpla los 19.
Solo un año más Leyla, y podrás irte lejos de las manos de tus padres.
Trabajo en una pequeña cafetería los fines de semana en las tarde hasta la noche, así que tengo ahorrado un poco de dinero que utilizo de ves en cuando.
Termino de decorar en pastel y lo dejo en el refrigerador. Subo a cambiarme el uniforme del trabajo y tomo todo lo que necesito y salgo de casa directo a la cafetería.
Es un poco conocida pero no es fea, es realidad es muy bonita. Queda en un barrio un poco alejado de mi casa así que me toma unos 20 minutos llegar.
Paso por la parte de atrás y me dirijo a los casilleros dejando mi bolso allí.
–Hoy llegastes temprano linda, ¿A qué se debe está sorpresa?.
Rosita es una mujer de no más de 40 años trabaja aquí como cocinera desde hace un montón de tiempo. Es una persona realmente admirable y amable, parece una pequeña bolita de azúcar de lo dulce persona que es.
–No tenía mucho que hacer en casa –cierro el casillero con llave y camino hacia las mesas.
–¿Tu padres se han ido de casa? –Rosita pregunta siguiéndome el paso.
–Por un tiempo, y con la universidad. Tome vacaciones hace unos días
–Lo jóvenes hoy en día los sábado se van de fiesta, y tú prefieres trabajar
Paso un paño mojado por las mesas limpiando.
–No me gusta para nada el ruido –Digo siguiendo con mi tarea anterior.
–Eres como una piedrita de oro Leyla.
Volteo a verla con gracia. Aveces sus frases eran un poco extrañas, graciosas pero efectivas también.
–¿Como una piedrita de oro?.
–Muy preciada –Me sonríe y se dirige a atender a una de las mesas.
Me rio un poco y negando continuo con mi trabajo.
Como una piedrita de oro. Que extraño.