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68 días antes del juicio

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68 días antes del juicio.

4 de diciembre de 2011


—Willy, en verdad me preocupas.

Fátima miró al dirigente de la DEA fumarse un tercer cigarrillo. Willy acababa de darse una ducha, pero el ritual implícito en meterse bajo el agua fría de la regadera durante cinco minutos no logró que las facciones del hombre se ablandaran, lucía tenso y agotado, sin embargo, sobre todo, era su mirada lo que ocasionó que Fátima se preocupara, nadie que se topara con esos ojos sería capaz de sentir un mínimo de confianza en él y dado el papel que Willy jugaba en esa guerra, ser un hombre de confianza representaba un aspecto primordial por cumplir.

—Estoy bien —respondió Willy en un tono osco.

—Pues comunícaselo a tu cara y a tu voz y a... todo tu ser. —Fátima se puso de pie y caminó con rumbo a la ventana que daba hacia la calle y la abrió con la intención de respirar aire fresco, el humo del tabaco despendido por Willy comenzaba a provocarle una jaqueca—. Willy, sabes que parte de mi trabajo es asegurarme de que tú estés bien, pero sinceramente creo que esto te ha sobrepasado.

—¡Pues no tienes ni puta idea de lo que dices! —se defendió Willy al tiempo que restregaba la colilla en el cenicero—, ¡soy el único que se ha preocupado y ocupado por poner un plan sobre la mesa y desarrollarlo, si no fuese por mis acciones estaríamos todavía más hundidos en la mierda!

La primera reacción de Fátima fue apretar los labios para silenciar sus pensamientos y buscar una mejor manera de expresarlos, sin embargo, al reflexionarlo, se dio cuenta de que con el dirigente de la DEA no había que suavizar las cosas, sino expresarlas sin tapujos, ese era su trabajo; dejó de lado la compasión que sentía por Willy y dijo las cosas tal cual las pensaba.

—Es que tu plan me parece un buen plan, pero me preocupan ciertos matices. —Fátima se giró para mirarlo a la cara—. Creo que el odio que provocó en ti la muerte de tu hijo te ciega y hace que actúes desde la visceralidad, y eso no es algo que puedo permitir.

—¡No tienes ni puta idea, Fátima!

—¡La tengo, claro que la tengo, Willy! ¡Tú acabas de perder a tu hijo y tu plan es asesinar al hijo de Hilario... has vivido en carne propia el dolor de lo que significa pasar por esa situación, pero estás dispuesto a hacer que otro hombre viva el mismo dolor que tú ya viviste! Es eso lo que me preocupa, Willy, la visceralidad te esta ganando.

La ira con la que Willy dejó caer el puño sobre el escritorio ocasionó que el cenicero se cayera y se hiciese añicos.

—¡Ni se te ocurra en tu maldita vida volver a comprar a mi hijo con Sebastián! ¡Mi hijo era un ser inocente, una víctima de esta guerra, Sebastián no lo es... por decisión propia dejó de serlo!

Boquiabierta, Fátima fijó su mirada en la del dirigente de la DEA, la reacción que Willy acababa de tener solo ocasionó que su preocupación aumentara, en juego estaba todo aquello por lo que había trabajado, libraban la que, sin duda, era la batalla más importante desde que inició esa guerra, y para ganar debían tener la cabeza bien fría, Willy estaba muy lejos de ello.

Trilogía Amor y Muerte lll: Los Hijos RedimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora