CATORCE

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La música era cada vez más fuerte, las risas y conversaciones se mezclaban en un bullicio constante

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La música era cada vez más fuerte, las risas y conversaciones se mezclaban en un bullicio constante. Hari no pudo evitar buscar con la mirada a Ni-ki, pero no lo encontró entre los rostros desconocidos. Finalmente, encontraron a Sunoo y Jake en una de las fogatas, rodeados de otras personas. Al verlas llegar, Sunoo les hizo señas con entusiasmo.

—¡Hey, por fin! ¿Dónde se habían metido? —preguntó, ofreciéndoles un lugar junto al fuego.

—Solo explorábamos un poco —respondió Konon, sentándose junto a Sunoo—. ¿Han visto a Ni-ki?

Jake negó con la cabeza, frunciendo el ceño: —No lo he visto desde que llegamos. Estaba algo raro, ¿no?

Hari se sentó en la arena, mirando las llamas danzantes del fuego. Se preguntaba qué estaría pensando Ni-ki, y si su repentina desaparición tenía algo que ver con lo que había hecho en la pista de baile. No es que le importara en lo absoluto, pero le inquietaba no saber exactamente qué le sucedía. ¿Siquiera había logrado ponerlo celoso? Mientras conversaban y reían, Hari se mantuvo algo distante, su mente divagaba. Decidió que necesitaba alejarse de ahí un momento y un poco de tranquilidad. Se levantó y se dirigió a caminar por la orilla, donde las olas rompían suavemente en la arena. La noche estaba clara y la luna brillaba sobre el mar. Caminó un rato, disfrutando de la brisa marina, cuando de pronto lo vio. Ni-ki estaba discutiendo con alguien.

Bueno, no era solo alguien... El mismo grupo de chicos que había visto antes se encontraban rodeándolo, mientras su conversación se veía un tanto acalorada.

—Ni-ki... —llamó Hari, acercándose. Interrumpiendo el momento, provocando que todos los presentes se giraran a verla. Alzó sus cejas con algo de sorpresa al encontrarse frente a ella al mismo chico pelirrojo con el que había bailado antes, este se encontraba sujetando a Ni-ki del cuello de su camisa mientras le decía algo que ella no pudo escuchar con claridad.

El desconocido finalmente se giró a verla, mientras soltaba al japonés y le daba una mirada curiosa a la rubia: —Solo estábamos conversando, preciosa... No tienes que preocuparte por este... Perdedor.

Sus amigos rieron, y eso solo provocó que la chica se sintiera demasiado incómoda. Ni-ki por su parte, no estaba dispuesto a que siguieran burlándose de ella, entonces, lo último que Hari vio, fue como este estampaba su puño contra el rostro del contrario.

—¡Te voy a matar! —gruñó, limpiándose la sangre de la nariz y lanzándose contra Nishimura.

Hari gritó asustada, y en un bobo intento de querer intervenir, uno de los chicos la tomó de la cintura alejándola de ahí.

—No intervengas, lindura. Deja que Heeseung le de su merecido —todos volvieron a reír, pero ella no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Se liberó del agarre del chico y dobló su rodilla con fuerza, dándole un golpe en la entrepierna al pelinegro— ¡Maldita perra! —rugió, retorciéndose en la arena.

Cuando Ni-ki finalmente logró quitarse de encima a Heeseung, antes de que el chico pudiera volver a levantarse tan solo tomó a Hari de la muñeca y la obligó a correr a su lado, mientras aquel grupo los perseguía. Corrieron hasta alejarse lo suficiente del recinto de la fiesta, y finalmente dejaron de escuchar los gritos e insultos tras de ellos. El chico se dejó caer en la arena, mientras Hari se arrodillaba a su lado y trataba de regular su respiración. El silencio inundó el momento y tan solo escuchaban sus respiraciones agitadas y el agua comenzar a romper contra la arena, esta vez más fuerte. La chica se dejó caer completamente a su lado, mientras observaba el cielo nocturno sobre su cabeza y por alguna razón, no pudo evitar reírse.

—¿Qué diablos te sucede? —Ni-ki frunció el ceño, molesto, escuchando como la risa de la chica se volvía cada vez más escandalosa. Hari se limpió las lágrimas que inconscientemente habían salido de sus ojos y logró guardar silencio— Eres una tonta...

—Y tú eres un idiota, para empezar... ¿Qué mierda hiciste para meterte con esos chicos? —preguntó divertida, y al mismo tiempo, confundida.

Ni-ki decidió no responder, pues no quería aceptar que solo lo había hecho por ella. Después de haber estado vagando por la playa bebiendo, escucho como un grupo de chicos hablaba de sus conquistas de la noche. Los conocía, no demasiado, pero los había visto por la ciudad antes. Lee Heeseung tiene reputación ahí, su padre es el alcalde de Riverfield y sus amigos, los chicos Park, son hijos del hombre dueño de las fábricas de la ciudad. Y por si fuera poco, son las estrellas de Decelis.

—¿Quién era esa chica con la que bailabas? —Park Jay le dio un trago a su cerveza mientras veía a su amigo divertido, Heeseung solo soltó una risa nasal.

—Una ingenua que seguramente terminará en mi cama esta noche —respondió despreocupado. Ni-ki apretó la lata en su mano, mientras sentía la rabia recorrer su cuerpo. No estaba pensando con claridad cuando se acercó a él y lo empujó, insultándolo y reprochándole la manera tan desagradable en la que se había referido a la chica.

No respondió a la pregunta de Hari, así que solamente permaneció en silencio a su lado, tendido en la arena, escuchando las olas y su respiración. Tal vez verla besar a Lee Heeseung lo había molestado, pero no más que el hecho de escucharlo hablar de ella de esa manera.

Ni-ki se puso de pie, sacudiendo su ropa y tendiéndole una mano a la chica: —Vámonos a casa.

Hari soltó un suspiro, aceptándola. Aún estaba un poco ebria y ya tenía sueño, entrelazó su mano con la de él, y ambos empezaron a caminar lejos de ahí. Ella tal vez no lo recordaría a la mañana siguiente, pero Ni-ki sentiría su tacto quemar su piel cada vez que observara el rostro de la chica, durante todo el verano.

No podía seguir negándolo: Kang Hari le gustaba. Un poco... O tal vez demasiado. Y sabía perfectamente el problema que eso significaba.

𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 | Nishimura Riki ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora