DIECISÉIS

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Hari se mordió el interior de la mejilla, debatiéndose a sí misma sobre si debería llamar o no

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Hari se mordió el interior de la mejilla, debatiéndose a sí misma sobre si debería llamar o no. Tal vez su padre ya no estaba tan molesto con ella, ya habían pasado casi dos semanas... No podría odiarla siempre. Su relación no era la mejor, lo sabía, pero era su padre... Y a pesar de que su orgullo no se lo había permitido, lo extrañaba. Demasiado. Así que mientras se armaba de valor, busco el nombre de su padre entre sus contactos y presionó el botón, acercando su teléfono hacia su oreja, escuchando los tonos sonar.

¿Qué quieres Harriett? —fue lo único que escuchó a través de la línea una vez que fue atendida. Apretó sus ojos con fuerza al escucharlo decir su nombre, odiaba cuando la llamaba de esa manera, y odiaba que hubiese sido tan ingenua como para pensar que él también la extrañaba— ¿Qué hiciste ahora, eh? ¿También colmaste la paciencia de los Nishimura y te corrieron de su hogar? —suspiró— ¿Cuando será el día que dejes de darme problemas?

—No y-yo... Yo solo... —te extraño, quiso decir, pero el nudo en su garganta se intensificaba cada vez más— Solo quería saber cómo estás.

El silencio perduró durante unos segundos que parecieron ser eternos.

No tengo tiempo ahora mismo. Si no vas a decirme nada importante no me vuelvas a llamar.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas, sintiendo su piel quemar y sus manos temblar.

—Pero papá yo...—

Te enviaré más dinero, ¿okey? Solo no me molestes.

—¿En serio no vas a escucharme? —preguntó herida.

—¿Para qué? Siempre que lo hago es solo para que me des problemas, Harriett.

—¡Deja de llamarme así! —gritó exasperada— Me llamó Hari, lo sabes... ¡Incluso mamá odiaba ese estúpido nombre, y tú solo...! —sus palabras permanecieron al aire, pues antes de poder terminar la oración su padre ya había colgado.

Hari se quedó con el teléfono en la mano, mirando la pantalla en blanco. La llamada había terminado, pero la herida se sentía más profunda que nunca. Su padre siempre sabía cómo herirla... Pero tal vez ella también era demasiado ingenua al seguir intentando mendigar por un poco de su atención. Respiró hondo, tratando de calmarse, pero las lágrimas seguían saliendo. Se dejó caer en su cama, abrazando sus rodillas contra su pecho, y dejó que el llanto la envolviera. Sabía que ella había sido la única culpable de todo, de estar ahí, de que su padre estuviese molesto... Pero toda su vida había sido así, incluso antes de que su madre muriera. Él siempre la había odiado, o al menos, eso era lo único que le demostraba. Quería sentirse querida, sentir que su existencia significaba algo más que un problema a resolver con dinero.

Su mente divagó hacia recuerdos de su madre, una figura cálida y comprensiva que siempre había sido su refugio. Desde su muerte, Hari había sentido que su vida se desmoronaba poco a poco. Su padre había cambiado, y con él, toda la dinámica familiar. "Ella no lo hubiera permitido", pensó amargamente.

El sonido de un par de pasos acercándose por el pasillo la sacó de sus pensamientos, obligándose a secarse las lágrimas rápidamente y recomponerse en su lugar. Ni-ki abrió la puerta de par en par, observando disimuladamente cómo la chica evitaba hacer contacto visual con él y pretendía buscar algo en su maleta. La escucho sorber su nariz, y por un momento se odio a sí mismo por no lograr ignorarla por completo.

—Hey... ¿Estás bien!

Hari trago duro y se forzó a sí misma a sonreír burlonamente como siempre lo hacía, internamente deseando que él no pudiera ver el rastro de lágrimas en su rostro, ni la hinchazón de sus ojos o lo mal que realmente se sentía en ese momento.

—Claro. Solo... —ni siquiera tenía una buena excusa— Me entró algo en el ojo —balbuceó tratando de sonar convincente, aunque ambos sabían que esa era la peor mentira de todas.

Ni-ki la miró en silencio por un momento, aunque no quería aceptarlo, estaba preocupado. Tal vez no se agradaban del todo, pero no se consideraba tan idiota como para saber que la chica no estaba pasando por un buen momento. Podía asegurar completamente, que sabía cuando Hari estaba bien o no, últimamente le era muy fácil leerla.

—Sabes, no tienes que fingir siempre... Y sé que soy la persona menos indicada pero, si necesitas hablar yo—

—Gracias Ni-ki —respondió con sinceridad, interrumpiéndolo—, pero no creo que valga la pena hablar de esto —sonrió cortamente, de labios cerrados.

El chico asintió, sin decir más. Tomó su mochila y volvió a salir de la habitación dejando a Hari a solas nuevamente. Mientras bajaba las escaleras, con su cabeza demasiado perdida en sus pensamientos, se dijo a sí mismo que tenía que ceder. Se acercaría a Hari, propondría una tregua y si tenía suerte, la convencería de confiar en él.

Tal vez, finalmente podía comprender el por qué de sus actitudes. Y especialmente, porque se había dado cuenta de que definitivamente, no le gustaba verla llorar.

𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 | Nishimura Riki ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora