VEINTITRÉS

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Hari se removió en su lugar, optando una posición diferente en su cama y cubriéndose aún más con la cobija

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Hari se removió en su lugar, optando una posición diferente en su cama y cubriéndose aún más con la cobija. Le dio una rápida mirada a la cama vacía al otro lado de la habitación, mientras soltaba un suspiro y nuevamente permanecía observando el techo, sin poder conciliar el sueño. Ya estaba por amanecer y Ni-ki aún no había llegado. Aunque Konon había insistido en quedarse a dormir en casa de Jake una vez que todo el mundo se fue de la fiesta, Hari se negó, más por el hecho de que Ni-ki no aparecía por ningún lado; No respondía a sus llamadas, tampoco a las de Jungwon... Tan solo le había enviado un texto a su hermana diciendo que llegaría a casa pronto. Y sin más remedio, ambas se fueron de ahí acompañadas del chico Yang, quien estaba dormido en el sofá de abajo.

La chica se quitó las sábanas de encima, tomando asiento en la orilla de la cama. Suspiró, frotándose el rostro con ambas manos, preocupada. Sabía que lo más probable era que el chico se hubiese ido con Sunoo, pues el pelirrosa se fue de ahí temprano y no se había despedido de nadie. Aún así, le inquietaba el no saber dónde diablos estaba. Su preocupación pasó a una repentina molestia, mientras se ponía de pie y caminaba hasta el baño. Se lavó el rostro y bebió un poco de agua, tranquilizándose. Salió de ahí, y sin previo aviso, se tropezó con la silla del escritorio provocando que soltara un alarido de dolor y algunas cosas cayeran al suelo.

—Maldita sea —gruñó, agachándose a levantar las hojas esparcidas. Algunas estaban arrugadas y otras simplemente tenían garabatos hechos con los carboncillos, así que no se preocupó en organizarlas. El cuadernillo de Ni-ki también se había caído, y cuando se dispuso a levantarlo, un par de hojas se desprendieron de este... Obligando a la chica a ver su rostro en cada una de ellas.

Hari se sorprendió a sí misma, observando fijamente cada detalle en los dibujos, cada color, cada línea. ¿Así era como Ni-ki la veía? Porque a pesar de ser ella quien estaba plasmada en esas hojas, no se veía como si lo fuera. Sonrió, sintiendo sus mejillas arder y esa sensación remover su estómago. Ese chico acabaría con su tranquilidad, no podía seguir ocultando todo lo que sentía por él, de la misma manera que aún no encontraba las palabras correctas para confesarse. Cuando Hari acomodó el cuadernillo de la manera en la que se encontraba antes, la puerta de la habitación fue abierta, dejando ver tras de esta al chico en el que había estado pensando toda la noche.

—¿Dónde estabas? —preguntó preocupada, y al mismo tiempo, aliviada de verlo ahí. Ni-ki no respondió, tan solo se lanzó a la cama— Te estuvimos llamando... Incluso te esperamos un rato en casa de Jake.

—Vete a dormir, Hari —murmuró contra la almohada, sin tener la más mínima intención de ver a la chica.

—Al menos dime que estás bien...

—¿Qué no me ves acaso? ¡Estoy bien! De maravilla, en realidad. ¿Podrías dejar de molestarme ya? Estoy cansado —demando, molesto. La rubia alzó sus cejas sorprendida, sintiendo también el enojo crecer en su pecho ante la respuesta del chico.

—No, no estás bien, estás molesto conmigo. ¿Por qué? —se cruzó de brazos, insistente.

—¿Cómo te la pasaste con Jungwon? —preguntó de vuelta, con la ironía rebosando sus palabras— Los vi disfrutando su compañía esta noche, incluso está durmiendo abajo... ¿Finalmente le confesaste tus sentimientos? ¿Ya le dijiste lo mucho que te gusta?

Decir que estaba realmente confundida, era poco. No entendía su actitud y mucho menos sus palabras. ¿Qué rayos le sucedía? ¡¿Qué mosco le había picado?!

—No te entiendo, Ni-ki.

—¡Yo tampoco te entiendo! —gritó exasperado— ¡Pensé que te gustaba! Pensé que... ¡Que al menos sentías algo por mí! Pero tal vez me equivoque. Estoy harto, Hari... Me gustas mucho, en serio, pero tus señales mixtas me hacen sentir confundido. Estar contigo es desgastante ¿sabes? No sabes lo que quieres, no demuestras lo que sientes, ¡es difícil estar cerca de ti!

Hari se quedó sin palabras, impactada por las duras palabras de Ni-ki. La sorpresa inicial fue reemplazada por una mezcla de emociones: confusión, dolor y una pizca de remordimiento. ¿Había estado enviando señales mixtas sin darse cuenta? ¿Había lastimado a Ni-ki sin quererlo? Se acercó lentamente a la cama, sintiendo el peso de la tensión en el aire. Sentarse a su lado nunca antes se había sentido tan incómodo.

—¿Eso es lo que realmente piensas de mí? —murmuró, su voz apenas un susurro en la habitación. El chico se giró para mirarla, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y frustración.

—Si, eso es lo que pienso. Eres un desastre, Kang Hari... Haces un desastre con todo lo que hay a tu alrededor. Solo piensas en ti misma, lastimas a las personas... Y arruinas todo. ¿Alguna vez te has sentido culpable, siquiera? Claro que no, porque nada más que tú importa.

Hari bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa sobre sus hombros y el aire atascarse en sus pulmones. Ninguna palabra que le hubiesen dicho antes, había dolido tanto como eso.

—Lo siento, Ni-ki...

La habitación se llenó de un silencio pesado, roto solo por el sonido suave de la respiración de ambos. Hari se sintió atrapada, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para responder a las acusaciones de Ni-ki. Se mordió el labio inferior, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. ¿Realmente era tan egoísta?

—Lo siento, lo siento mucho... —susurró finalmente, una y otra vez.

Salió de ahí antes de poder escuchar otra cosa, dejando al chico recapacitar y arrepentirse de lo que había dicho, pero Ni-ki no pudo hacerlo. No pudo retractarse y tampoco dejar de sentirlo. Sabía que la había lastimado, de la misma manera que finalmente había dejado salir lo que tanto pensaba. Se recostó, cerrando fuertemente sus ojos y obligándose a tratar de conciliar el sueño.

Konon se removió en su cama, incorporándose en su lugar al ver a Hari en la obscuridad de su habitación. Encendió la lámpara de su mesita de noche, notando como las lágrimas rodaban por las mejillas de la chica.

—¿Hari que...—

—¿Puedes abrazarme? —preguntó, provocando que la chica hiciera caso a sus palabras, sin decir más.

Tal vez Ni-ki tenía razón... Era egoísta y lastimaba a todo el mundo a su alrededor. Tal vez por eso su padre la odiaba... Tal vez por eso la única persona que siempre la había entendido en el mundo, había muerto por su culpa.

𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 | Nishimura Riki ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora