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⋆ · *El silencio de su hogar siempre había sido lúgubre y asfixiante desde que su madre murió. Habían pasado dos años enteros de esa manera, sola en un lugar al que nunca había considerado realmente un hogar, no desde que ella se fue. Hari recordaba la primera noche después del accidente, cuando el silencio se convirtió en un sentimiento amargo y sombrío, su padre había pasado el día entero encerrado en su oficina. La mañana después a ese día, cuando tuvieron que encontrarse para ir a la ceremonia del funeral, Hari recordaba perfectamente el vacío en los ojos de su padre y el odio de sus palabras.
—Ojalá hubieses sido tú.
Fue desde ese momento en el que su hogar ya no era su hogar, y su padre, su familia, la persona que se supone que tendría que cuidarla y apoyarla en momentos como esos... Se había convertido en un verdadero desconocido. Pero tal vez siempre lo había sido, y por eso Hari nunca pudo resentir su distanciamiento e indiferencia. Tal vez él tenía razón, debió ser ella quien tendría que haber muerto en el accidente, no su madre... Se culpaba a sí misma cada día desde entonces, su padre la culpaba, sus abuelos la culpaban. No tenía a nadie, y la única persona que siempre había estado ahí, a su lado, había muerto por su culpa. Así que mientras veía frente a ella el cuadro familiar que Ni-ki había pintado un par de años atrás, según Mai, no pudo evitar sentir envidia.
Envidia de él, envidia de Konon, envidia de Sola... Envidia de ellos por tener a dos padres que realmente se amaban y los amaban a ellos. Envidia por tener una familia, un hogar. A pesar de que Mai la había abrazo fuertemente en ese momento, teniendo el sentimiento de que la chica lo necesitaba, Hari no pudo sentir nada. Estar ahí probablemente había sido lo mejor que le sucedió en los últimos dos años, y el solo hecho de saber que cuando el verano terminara tendría que regresar a su cruda realidad, solo le enfurecía, porque entonces todo lo que habría sucedido en esos tres meses... Había sido una simple ilusión, un recordatorio de que nada de eso le pertenecía... De que nadie la extrañaría y que nadie estaría esperándola en su "hogar". La primera noche en su nueva habitación no fue lo que había esperado, porque Hari pudo sentir lo mismo que sentía en su propia casa: soledad.
Ni-ki abrió la puerta con sumo cuidado, deseando internamente que sus padres por fin hayan ido a dormir y así tener que ahorrarse el sermón de su hora de llegada y las muchas libertades que había estado tomándose últimamente, según su madre. Esa tarde en Greyville, se había encontrado con un par de amigos de la infancia y se había ido sin avisarle a su padre o a sus hermanas que lo haría. Un par de horas después, solo aviso que llegaría a casa un poco tarde. El reloj marcaba las dos treinta de la madrugada y se vio a sí mismo caminar de puntillas por el pasillo hasta su habitación. Abrió la puerta despacio, sin hacer ruido y la cerró de la misma manera. Se quitó la chaqueta y finalmente encendió la luz. El rostro de Ni-ki fue de total sorpresa y desconcierto. La cama al otro lado de su habitación estaba vacía, el colchón solo estaba cubierto por una simple sábana. La fotografía en el mueble al lado de la cama y el resto de pertenencias de Hari habían desaparecido. Su maleta no se encontraba por ningún lado y el closet estaba vacío. Por un momento, pensó que estaba soñando y que el alcohol estaba jugándole una mala broma.
—¿Crees que estás son las horas correctas de llegar, Riki? —la presencia de su madre en la habitación no logró sacarlo por completo de sus pensamientos. Se giró a verla, con el rostro lleno de preocupación.
—¿Mamá donde está Hari? —preguntó, tragando duro.
—Respóndeme, Ni-ki.
—¿Dónde está Hari? ¿Se... Se fue? ¿Regresó a su hogar? ¿Su padre vino por ella? Y-Yo no... ¿Fue mi culpa? ¿Ella...?
—Cariño, ¿de qué hablas? —Mai lo observó confundida, pensando que en cualquier momento se pondría a llorar— Hari está en la habitación de enfrente, el señor Tanaka finalmente pudo terminar de arreglarla... La ayude a mover sus cosas esta tarde, cuando ustedes se fueron. ¿Estás bien, hijo?
Ni-ki se dejó caer en su cama, tomando asiento en la orilla, observando el espacio vacío en el lugar. Su madre se sentó a su lado, notoriamente integrada y confundida por lo que sucedía.
—Podremos tener esta conversación mañana, deberías descansar ahora... No te ves bien, Ni-ki.
Asintió lentamente, aunque sabía que no podría conciliar el sueño fácilmente. La angustia y el desconcierto se mezclaban con la culpa, atormentándolo. Su madre le acarició el cabello suavemente, algo que siempre hacía para reconfortarlo, y después de asegurarse de que estaba bien, se retiró de la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos. La preocupación por Hari no se desvanecía. Sabía que lo que le había dicho antes la había lastimado demasiado... Y aunque su orgullo no le había permitido retractarse, ahora lo hacía. Estaba arrepentido. Se tumbó en la cama, mirando al techo, tratando de calmar su mente agitada.
Decidió que no podía esperar hasta la mañana. Necesitaba asegurarse de que Hari estaba bien, por más torpe que eso fuese. Salió de su habitación con pasos silenciosos, cruzando el pasillo hasta la puerta de enfrente. Golpeó suavemente, temeroso de despertarla si estaba dormida. Tras unos segundos, la puerta se abrió despacio y Hari apareció, con los ojos somnolientos y una expresión de sorpresa al verlo allí.
—¿Qué pasa? —preguntó, frotándose los ojos.
—Solo quería asegurarme de que estás bien —dijo él, sintiendo la torpeza de sus propias palabras.
—Estoy bien —respondió casi de manera automática. Sabía perfectamente que no lo estaba, sus ojos hinchados y su voz ronca le decían lo contrario. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, como una barrera invisible que ambos querían pero no sabían cómo romper.
—Lo siento —dijo finalmente, rompiendo el silencio con una voz baja pero sincera—. Siento haberte hecho sentir mal. No quise decir lo que dije antes... No así.
Hari lo miró por un momento, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y cansancio. No podía más.
—No te preocupes —murmuró—. Estoy acostumbrada...
—No deberías estarlo —replicó Ni-ki con firmeza—. No tienes que estar acostumbrada a que te hagan sentir así. No por tu padre, no por nadie... Y menos por mí.
Hari se quedó en silencio, la sinceridad en la voz de Ni-ki era palpable, y aunque una parte de ella quería creerle, otra parte, la que llevaba dos años lidiando con ese mismo sentimiento agobiante y desgastante, era más difícil de convencer.
—Gracias —dijo finalmente, aunque su voz apenas era audible—. Pero es muy tarde para las disculpas. Y no te ofendas, Ni-ki... Pero eres la última persona a la que quiero ver ahora mismo. Y si no es mucho pedir, necesito estar sola.
Ni-ki asintió, comprendiendo que insistir solo empeoraría las cosas. Dio un paso atrás, sin apartar la mirada de ella, aún deseando decir lo que realmente pensaba.
—Buenas noches, Hari —se despidió en voz baja antes de girarse y volver a su habitación.
Hari cerró la puerta y se apoyó contra ella, sintiendo una punzada en el pecho. No podía seguir en ese lugar, tampoco podía permitir que sus sentimientos por ese chico siguieran creciendo... Porque sabía perfectamente cómo es que todo terminaría.
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𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 | Nishimura Riki ✓
Fanfiction𝗢𝗨𝗥 𝗦𝗨𝗠𝗠𝗘𝗥, nishimura riki ( 🌤️ ) ━━si estamos juntos, se siente como el verano ₊˚. Según Ni-ki, Hari era un problema en todo el sentido de la palabra, porque aparte de haber arruinado su verano, también llegó a arruinar por completo s...