VEINTIOCHO

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Con la llegada de la mañana, la luz del sol se filtró por las cortinas, bañando la habitación

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Con la llegada de la mañana, la luz del sol se filtró por las cortinas, bañando la habitación. Hari despertó antes que Ni-ki, su cabeza descansando sobre su pecho, escuchando el ritmo tranquilo de su respiración; seguía durmiendo, su rostro sereno y tranquilo. Durante unos instantes, se permitió simplemente observarlo, memorizando cada detalle de su expresión. No quería olvidar ningún momento a su lado. Lentamente, se deslizó fuera de la cama, cuidando de no despertarlo. Se puso de pie y salió de la habitación con pasos silenciosos, dirigiéndose a la cocina. El aroma del té recién hecho la envolvió cuando entró. Konon estaba allí, removiendo una taza y ofreciendo una sonrisa somnolienta al verla.

—Buenos días —saludó Konon—. ¿Cómo te sientes hoy?

Hari tomó asiento: —Mejor —respondió—. No puedo agradecerte lo suficiente por lo que hiciste ayer.

Konon negó con la cabeza, restándole importancia. —No tienes que agradecerme nada...

Mientras bebían el té, conversaron sobre cosas triviales, disfrutando de la mañana. Hari adoraba la calma y la tranquilidad de esa casa. Era un respiro necesario en medio del caos de sus pensamientos. Más tarde, cuando Ni-ki se unió a ellas en la cocina, Hari sintió su corazón acelerarse ligeramente. Intercambiaron una mirada cómplice y una sonrisa tímida, recordando la proximidad que habían tenido la noche anterior, acompañado de su conversación entre susurros y sus manos entrelazadas.

—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Ni-ki, sentándose a su lado.

Hari se encogió de hombros: —Nada en realidad, ¿por qué?

—¿Qué te parece si salimos a dar una vuelta por la ciudad? —propuso Ni-ki—. Podríamos ir por ahí... No tengo algo en mente pero, creo que podemos disfrutar del día.

La idea la emocionó. Necesitaba distraerse y definitivamente le gustaría pasar más tiempo con él.
Sonaba perfecto. Asintió: —Me encantaría.

Después de que el chico terminara su desayuno, Hari subió a su habitación para comenzar a arreglarse. Mientras se miraba al espejo, ajustando su ropa y arreglándose el cabello, sus pensamientos volvían una y otra vez a la noche anterior. El simple hecho de estar cerca de Ni-ki, de escuchar su voz baja mientras conversaban en la oscuridad, le había brindado una sensación de paz y seguridad que no había sentido en mucho tiempo. Quería que ese sentimiento perdurara, y la simple idea de pasar el día con él llenaba su corazón de una extraña felicidad. Se sentía como una niña. Finalmente, satisfecha con su apariencia, bajó las escaleras y encontró a Ni-ki esperándola en la sala. Él la recibió con una sonrisa cálida, sus ojos brillando. Mai los observó desde la cocina, mientras las sospechas de lo que había estado previendo desde hace un tiempo, finalmente se confirmaban... Sobre todo, cuando vio a la chica salir de la habitación de Ni-ki esa mañana. Se limpió las manos en el delantal, mientras les daba una mirada a ambos.

—Hablaremos cuando regresen... —fue lo único que dijo— Diviértanse, y tengan cuidado —sonrió de lado. Ambos asintieron, sin decir más. Ya habría tiempo de explicar.

Raiko quien había estado bebiendo de su taza de café sin decir mucho, los detuvo antes de que pudieran salir: —Llévate el auto, Nishi.

—¿En serio? —el hombre asintió con una sonrisa, lanzándole las llaves al chico— ¡Gracias!

Ambos salieron de la casa, dispuestos a explorar la ciudad. El chico le abrió la puerta para que pudiera subir, provocando que las mejillas de Hari se tornaran rojas, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. Mientras Ni-ki conducía sin un rumbo fijo, se sintieron más cercanos que nunca. La música en la radio les hacía compañía, mientras que cada vez más se alejaban del centro de la ciudad, dirigiéndose a las afueras de Riverfield, donde el lago al que solía ir con sus amigos se encontraba; Mientras avanzaban por el camino bordeado de árboles, la brisa fresca del verano entraba por las ventanas abiertas, revolviendo el cabello de Hari. Las risas y las conversaciones ligeras llenaban el aire, creando una burbuja que parecía impermeable a cualquier preocupación. Hari no podía evitar admirar la facilidad con la que Ni-ki la hacía sentir cómoda, como si cada palabra y gesto suyo estuviera diseñado para hacerla sonreír.

Finalmente, llegaron al lago. El sol brillaba intensamente, reflejándose en el agua y creando destellos de luz que parecían danzar sobre la superficie: —Este lugar es increíble —dijo ella, girando sobre sus talones para observar todo a su alrededor.

—Los chicos y yo venimos aquí seguido... Es así como, nuestro lugar secreto —respondió Ni-ki, mientras tomaba la mano de la chica entre la suya. Caminando junto al lago, se dirigieron al pequeño muelle de madera. Ni-ki se sentó en el borde, quitándose los zapatos y sumergiendo los pies en el agua. Hari lo imitó, sintiendo la frescura del agua contra su piel. Permanecieron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad del lugar— ¿En qué piensas? —preguntó Ni-ki suavemente, rompiendo el silencio.

—En lo diferente que se siente todo aquí... En un principio, había odiado esta ciudad, pero creo que solo era el hecho de que no me había dado la oportunidad de explorarla como se debe —se giró para mirarlo a los ojos—. Aunque si te soy sincera, eres tú quien hace que todo esto sea especial.

Ni-ki sonrió y, sin decir una palabra, tomó su mano. Sus dedos se entrelazaron de manera natural, como si siempre hubieran pertenecido juntos. El contacto envió una oleada de calor a través del cuerpo de Hari, un recordatorio constante de lo real que era el momento. Permanecieron en silencio por un largo rato, simplemente observando el paisaje frente a ellos y sintiendo como la calidez de su compañía los envolvía en ese momento. Cuando estaban juntos todo era fácil, era un sentimiento difícil de explicar... Pero demasiado fácil de sentir.

—Me equivoqué al decir que estar contigo era desgastante —las palabras de Ni-ki sacaron a la chica de su ensoñación, obligándose a sí misma a observarlo—... Me equivoqué en demasiadas cosas contigo, Kang Hari. Estaba muy enojado, por tu llegada, por mis sentimientos... Por no ser lo suficientemente seguro de mí mismo como para tener esta conversación contigo antes. Solo quiero que sepas que todo lo que dije esa noche, no es realmente lo que pienso...

—Pero tal vez si tenías razón en lo egoísta que soy; no demuestro lo que siento porque no quiero quedarme con el amor en las manos... Y no digo lo que pienso porque, no hay realmente alguien que me escuche —fue lo único que respondió, meciendo sus pies de un lado al otro en el agua, perdida en su cabeza—. Si te soy sincera... Mi mayor miedo es quedarme sola, Ni-ki. Sentirme sola y estar sola son dos cosas completamente diferentes, pero desde que mi madre murió, eso es lo único que puedo sentir. Antes de venir aquí, no tenía a nadie... Pero tú y tu familia... Solo —las lágrimas se acumularon en sus ojos, mientras el chico acariciaba sus mejillas—... No quiero que esto se termine —repitió una vez más, provocando que el chico finalmente comprendiera porque lo había dicho aquella noche.

No quiero dejarte atrás, había querido decir.

No quiero olvidarme de ti.

𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 | Nishimura Riki ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora