La tentación, es peligrosa. Es para otras.

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Me refugié en la cocina hasta que vi su coche marchar y cuando ya no se le veía por la carretera alejándose, salí corriendo a la calle a fumar. Necesitaba fumar con toda urgencia. Esa noche no dormí nada.

Pensaba todo el rato en lo que me estaba pasando y todas las veces llegaba a la misma conclusión. Aquel hombre, nada podría desear de una chica como yo. Él tenía el poder de tener en su cama cada miércoles, a la mujer que él quisiera. Competían entre ellas, entre las más guapas, jóvenes y experimentadas, por ser sus amantes por una noche. Nada podía ofrecer yo para que se interesara en mí, pero seguido una fantasía atravesaba las barreras y fundía mi mente y mi entrepierna. Me decía después de un servicio de cena, que fuera al reservado y allí, los dos solos, me desnudaba y empezaba a hacerme el amor. Para la cuarta vez que cedí a esa fantasía y di rienda suelta a mi deseo acariciándome, detrás del ventanal estaban las chicas que cada semana habían ido pasando por allí. Las elegidas. Se lamentaban de que él, por encima de sus cuerpos de escándalo, de sus vestidos caros y elegantes, de sus sesiones de esteticience, estaba follando a una camarera y lo hacía con más ímpetu, con más pasión y más entrega de lo que las había follado a ellas. A las seis de la mañana me metí a la ducha, sabiendo que no iba a poder dormir ya. Desayuné tranquila y leí las noticias en el teléfono. Me entretuve un buen rato en las redes sociales y a las ocho de la mañana, decidí salir a dar un paseo.

Mi pueblo, son dos calles y treinta casas en total. Después las fincas. Las hay más grandes y más pequeñas, más bonitas y menos. Algunas tienen su propio arroyo, que las atraviesa. Hay muchos robles y algunos frutales. Al pasar por delante de la más interesante de todas, la puerta se abrió y salió un Mercedes negro. La ventanilla trasera estaba abierta. Dentro viajaba una chica de pelo caoba que no se parecía en nada a la belleza del vestido azul que vi la noche anterior. Parecía tener quince años más, no haber dormido en una semana y llevar sin comer un mes. Pero su sonrisa era la misma que cuando se subió anoche en ese coche, la de saber que en realidad, había ganado. La odié. No soy así, pero en ese instante, odié a esa chica con todas mis ganas. No tengo ni idea de los tormentos que pudo haber vivido durante ocho horas en Villa Lola con él, pero su sonrisa me hizo odiarla por haber podido vivirlo mientras yo había pasado la noche entera sola y masturbándome pensando que algún día, era yo la elegida. Por su cara de agotamiento extremo, esa envidia era aún más intensa, más perversa. Mi mente tomó alas sin que yo me diera cuenta. Tardé semanas en darme cuenta.

En resumen, ese día pasó y la semana también. Casi ya había superado todo aquel episodio. El domingo, Maria Volvió a trabajar para el servicio de comida. Es una trabajadora nata. Profesional y comprometida, sin duda. Medité un segundo sobre lo que eso implicaba en relación con el servicio de cena de los miércoles. Creo que al final, me alegré de que Maria hubiera vuelto tan pronto. Eso hasta el miércoles. Después del servicio de comida, Carlos me llamó a su oficina. El señor Maldonado ha pedido expresamente que atiendas tú, el reservado. Sin más. Ahí la tienes, báilala. Fui a mi casa muy nerviosa. Pero poco a poco me di cuenta de que no tenía por qué estar así.

Ese hombre tiene todo lo que quiere en cada momento y le gusta rodearse de belleza. No le conozco, pero también sé que las chicas que terminan en su casa sirviendo a sus deseos, son más jóvenes que yo. Todo lo que le rodea es nuevo. Su casa, sus trajes, sus coches... Desde que vino a vivir aquí, ha cambiado tres veces de Mercedes. Siempre negros. Yo no soy nadie, pero soy una opción más. Él podía elegir entre Maria y yo para que le sirvamos en el reservado. María tiene cuarenta años y yo treinta uno. María está casada y tiene dos hijos. Eso se nota. Yo estoy... En realidad lo que estoy es a falta de que me empotren. Hace dos años ya, que Iván no quiso soportar los horarios del restaurante y se marchó con aquella chica estúpida de ojos saltones y culo de pato. Que les jodan a los dos. No, que les den. Que me jodan a mí, pero como es debido, que falta me hace. En estos dos años nada. El nada más absoluto. Ningún pretendiente, ningún amigo... Eso. Nada. Ha elegido a una mujer más joven, más delgada y a falta de polla por encima de una más profesional, pero quizá menos guapa.

El señor Mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora