Soy una zorra más, de su propiedad.

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-. Javier. Te lo suplico. Como si no me conocieras de nada.

Me penetra sin compasión. Duro. Imparable. Masculino y viril. Grito de felicidad y placer. Él, se desata y me agarra con una mano de las tetas y la otra del recogido de mi pelo. A la mierda mi peinado, empótrame que a eso hemos venido, cabrón. A golpe de su cadera contra mí, hace que todo el universo retumbe. La botella baila peligrosamente encima de la bandeja. Mis gritos no me dejan oír más sonidos que él, esforzándose en lo que hace. Y lo que hace ahora es estirar tan fuerte de mi pelo, que me obliga a ponerme de pie, abandonando el apoyo de la mesa. Coge un hielo. Eso no, cabrón.

Javi, juega con el hielo, todo lo que quiere. He asumido el rol de ser su objeto de placer y por supuesto que no me resisto a cumplir, pero es que esto siempre me ha gustado demasiado. Los hielos rozando mi piel, siempre me han excitado. Hoy es más elaborado. Consigue hacerlo, sin parar. Con un hielo en una mano y el otro brazo rodeando mi cintura, recorre mi cuello, mis orejas, mis labios y mis pechos erizándome los pezones hasta sentirlos tan sensibles que duelen de placer. Mi coño... y todo sin parar, sin dejar de embestirme desde detrás de mí. Me voy a correr, es algo absolutamente inminente. Dejo mis rodillas doblarse de una forma inapreciable, porque bajan la altura a la que estaba acostumbrada. Ahora noto más potentes sus embestidas, más determinante su presencia dentro de mí, más placer viviendo con él dentro de mí. Sucumbo a ese placer. Exploto. Soy feliz.

No me deja. No ha esperado a que me recupere, es más, ni ha parado. Cuando ha querido, me ha obligado a andar, sin dejar de follarme, hasta la mesa alta del comedor. Me ha tumbado boca arriba, con el culo en el límite de la tabla y ya estaba follándome otra vez. Ahora no habrá hielo, pero tengo dos pulgares en el clítoris, que es peor. Viajo en una nave espacial a la velocidad de la luz y mi destino es mi próximo orgasmo. Él no.

-. De rodillas.

-. Mmm seee.

-. Ahora. ¡ Hazlo!.

Ni segundos. En cuanto se ha separado de la mesa, saliendo de mí, me ha agarrado de las manos y ha tirado tan fuerte, que he caído de rodillas ante él. Me ha metido la polla en la boca y antes de que pudiera empezar a hacer algo, ya estaba corriéndose. He disfrutado mucho de probar su esencia. Él me acariciaba la cara y el pelo, mientras la descargaba en mi boca y yo me movía para facilitar que fuera plena. Estábamos mirándonos a los ojos y esa mirada suya, ha vuelto a ser tierna por unos segundos. Me ha ayudado a levantarme.

-. ¿En esta mesa te follaste a esa chica del tatuaje en el pubis?.

-. En la misma postura que a ti. En esa mesa, sí.

-. Me gusta.

-. Tengo sed. Ven.

Me guía por una puerta, un pequeño pasillo y otra puerta. Hay una cama blanca entera. Las paredes son blancas. No hay armarios, solo unas alfombras de pelo largo, algo más tostadas y algunas mesas de apoyo. En una de ellas, una cubitera con hielos y dos botellas de champán. En otra veo copas. Él sirve dos copas y bebe la suya de un trago después de pasarme la otra. En otra mesa hay toallas blancas. Bebo un sorbo, pero me quita la copa de la mano y la deja donde estaba. Me empuja fuerte, vuelo hasta el centro de la cama y él salta. Su cabeza cae entre mis piernas. Casi pierdo el conocimiento. El alcohol, la excitación.. Él. No empieza despacio, no. Antes de darme cuenta de la situación, me veo tumbada boca arriba, con las piernas abiertas completamente y su cabeza clavada en mi coño, más abajo, tres dedos. Me mata. Es poco tiempo, sube, me penetra. Tampoco empieza lento. Es brutal. Un orgasmo mío más tarde, me da la vuelta en la cama y sin dejarme hacer nada, cierra mis piernas con las suyas por fuera haciendo fuerza y me la clava. El placer que me da, es indescriptible. Creo volar cuando siento que él está corriéndose. Grita en mi cuello. Me muerde fuerte ahí. Se descontrola por completo. Tengo a un titán de metro noventa y cien kilos que no me deja mover ni un pelo, embistiéndome con todas sus fuerzas. Está tumbado encima de mí a mi espalda. Cada vez que empuja, creo que me va a poner el culo en la nuca. Y empuja a una velocidad frenética. No aguanto. Me corro a la vez que él.

Son las cinco de la mañana. Él estaba sediento y hambriento. Ha dicho que iba a la cocina y yo he ido con él, los dos completamente desnudos. Me gusta mucho verle andar desnudo ahora. Desde que ha llegado a la casa, es la primera vez que no la tiene dura y ahora cuando anda, su polla se balancea a los lados de una forma preciosa que me encanta. En la cocina, está Carmen, para mi sorpresa. Ella no ha dicho nada. Él ha pedido sándwiches y ella ha empezado a prepararlos. Bueno, a montarlos. Tenía todo preparado en la nevera. Ha tardado muy poco en hacerlo y se ha ido. Hemos comido y hemos bebido agua. Yo desde la cocina he visto mi bolso y le he pedido que me esperara. He ido a por el bolso y he vuelto.

-. Tengo una pregunta. A ella, la del tatto, ¿ le diste por detrás?.

-. Esa pregunta es algo...

-. Responde.

-. Sí. A todas. Siempre. Es algo que está pactado por adelantado.

Le tiro el pequeño bote de vaselina que he cogido del bolso y me doy la vuelta, apoyándome en la mesa. Tumbando mi pecho en la mesa de la cocina y sacando el culo.

-. Solo te pido una cosa. Al principio, despacio.

Seguramente, mañana o pasado mañana sienta esto como lo más vergonzoso de mi vida. El chófer me está dejando en mi casa. Literalmente. Está subiéndome en sus brazos por la escalera. Al menos no estoy desnuda del todo. Me ha puesto una camiseta de El señor Mal. No puedo ni pestañear. Él ha acabado igual, si no peor. Me deja sobre el sofá de la sala, me tapa con la manta y se va.

En la cocina de Villa Lola, se ha abierto la veda. Me ha hecho caso, ha sido delicado al principio. Ha avisado, eso lo recuerdo. Estaba besando mi espalda a la vez que con la vaselina y un solo dedo era delicado. Me ha dicho que eso está pactado con esas chicas, porque es algo que le da morbo, que le aporta placer y que le excita mucho, desde siempre. Doy fe. Completamente delicado y cambiando mi percepción. Casi ni noto el primer dedo, solo placer. El segundo, lo único que ha cambiado, ha sido para multiplicar por dos también, el placer. Todo lento, todo sensitivo. Podría decir que hasta amoroso. Entonces no me he dado cuenta que se aplicaba él la vaselina. El placer ha sido elevado a una potencia, a la de un tío de cien kilos y metro noventa entrando, casi pidiendo permiso ahí. Lento, adorable. Estaba disfrutando más de lo que jamás hubiera soñado. Me ha vuelto a advertir.

-. Tania.. Eres mi sueño.

-. ¿Eso también se lo dices a ellas?.

-. Con ellas no suelo hablar mucho y lo que nunca hago es preguntarles lo que te voy a preguntar. ¿Te gusta esto que te estoy haciendo?.

Por situarnos solo. Mis piernas aun con los tacones (ha pedido expresamente que no me quitara los tacones en ningún momento), completamente derechas y juntas. Mi espalda doblada para apoyar el pecho en la mesa. Él, de pie detrás de mí, balanceándose despacio. Cada balanceo de su cuerpo, enseñándome un mundo de placer que me he perdido toda mi vida, porque aquel chico, hace más de diez años, no tuvo delicadeza. Placer básico, innato, precioso...

-. Me encanta. Hace diez años que nadie hacía eso, por una mala experiencia. Estoy alucinando de lo que me gusta.

-. Pues ten cuidado. Y sobre todo no te corras. O hazlo, tú verás... Pero si lo haces, atente a las consecuencias.

-. ¿Me vas a comer también el culo?.

-. Seguramente, pero como vea que con esto te corres, vas a despertar un animal.

Resumen. Me dice esto a las seis de la mañana, después de llevar así, desde las doce. Al principio, los dos hemos tenido orgasmos mucho más frecuentes, pero desde las tres o así, yo solo me habré corrido un par de veces o tres. Yo que sé, quizá seis, pero mucho más separados e intensos que las primeras veces. Él en ese tiempo dos, pero no ha parado de follarme como un puto animal. Tus amenazas a estas horas, son un bálsamo, amigo. Y lo que me estás haciendo me está poniendo muy, muy cachonda. Además, cuando me empujas, me estás clavando la esquina de la mesa justo en el clítoris. ¿No querías taza?. Empiezo a respirar más duro, más forzado. Viene. Él lo intuye, y empieza a ser más imponente, más implacable, más duro. Si Carmen no ha cogido un avión a Colombia, estoy segura de que empieza a oírme gemir, esté donde esté. Me corro. Brutal. Y lo mejor, claro. El señor Mal, no advierte de algo en vano. Se transforma.

El señor Mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora