A solas.

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Pero lo de hoy, se ha ido de las manos desde que ha llegado a las nueve. Era tan tarde que yo pensaba que ya no vendría. Aunque la gente viene a cenar hasta a las once de la noche, él nunca había llegado tan tarde. Además, hoy ha venido solo. He estado esperando en la cocina cinco minutos por si sus invitados se habían retrasado.

Cuando he entrado en la sala, le he notado diferente, apagado. Triste. He preguntado si esperábamos, pero ha dicho que no. Al cantar la carta no me estaba haciendo caso y miraba al infinito por la ventana. He esperado cuando he terminado, pero no reaccionaba. He llamado su atención, y ha sido la primera sorpresa de la noche. Ha pedido algo extravagante.

-. Hagamos algo diferente hoy, Tania. Ocúpate tú del menú. Sorpréndeme. Me apetece mucho más, fiarme de tu gusto, que del mío hoy. ¿Te importa?.

Me sonreía de una forma tan sensible y delicada cuando lo ha dicho, que no habría podido negarme. He ido a la cocina y he tratado de pensar a toda velocidad como sorprenderle. Sé, que el día del Wagyu, le gustó muchísimo, pero él siempre pide pescado de principal. Suele cenar siempre muy limpio, y le gustan por demás, las guarniciones de verdura. Mike, el cocinero, me ayuda preparando un aperitivo de espárragos naturales y yo consigo sacar una ración de carpaccio de Wagyu, marinado de una forma bastante fresca, sin exceso de especias. Voy a mirar qué pescados frescos tenemos de plato principal, pero Frank entra en la cocina y me dice que el cliente del reservado, le ha pedido que vaya yo. Antes de ir, aparto media docena de Vieiras preciosas que he visto.

En la sala, me dice que hoy, esta noche, voy a elegir todo y que espera que también le sorprenda con el vino. Salgo acelerada hasta la bodega. Pienso en la cena que he decidido y escojo rápido algo verdaderamente sorprendente. Voy deprisa hasta la barra y sirvo una copa de Txakoli muy fría y se la llevo a la sala con los espárragos. La toma incrédulo levantándola para ver bien el color y el alcohol de la copa. Me mira sonriendo y lo huele. Le explico que va a ser una noche fresca la de hoy. Que la aventura de dejarse llevar por mi intuición, debería estar en consonancia y que vamos a empezar fuerte. Prueba el Txakoli y vuelve a sonreír. Yo le dejo para volver a la bodega.

Antes de elegir el vino evalúo las características del mismo. Para maridar con el Wagyu, el marmoleo, la suavidad y el sabor delicado con textura de mantequilla es importante. Es rico en grasa, una carne que combina perfectamente con los vinos más vibrantes y ácidos de medio y gran cuerpo.

Cabernet Sauvignon, lo tengo claro.
Al combinarse con un corte con más grasa, un vino con más taninos es ideal. Le dejaré llevarse por sus sabores intensos, frescos y ahumados. La complejidad de un Cabernet va muy bien con un corte de Wagyu.

Una botella Joseph Phelps de 2.021. Poco más de cien euros y es un excelente embajador de los caldos californianos de máxima calidad. Listo. Subo la botella a la sala y paso por la cocina a por el carpaciio. Nuevo vuelco a mi corazón. ¿Que por qué no me quedo a hacerle compañía mientras cena?. Porque puedo terminar la cena chorreando. Pero claro. Es el mejor cliente del restaurante, así que me quedo de pie cerca de él. Como estaba claro, así no le vale al señorito. Mejor sentada a su lado. Me siento.

Tarda poco en ordenarme servirme una copa de su botella al menos, para que podamos sentirnos más cómodos los dos. Una vez vi un chiste en redes que me reflejaba a mí, perfectamente. Una chica decía que no podía beber alcohol, porque sufría una especie de intolerancia que se manifestaba en la forma de que se le abrían las piernas. Me pasa lo mismo desde adolescente. Cada vez que bebo un poquitín, me pongo cachonda. He decidido beber, pero controlando beber poco. Empieza a hablar de su vida, dando detalles a los que yo no estaba acostumbrada. Por cada detalle de su vida, me hace una pregunta sobre la mía.

Trabaja mucho y su trabajo es poco habitual. Me pregunta por mi trabajo y le digo que llevo desde los dieciocho en hostelería. Me dice que ha estudiado, pero sin terminar derecho. Le respondo que estudié administración en grado superior. Me cuenta que no tiene familia cercana y tengo que admitir que estoy bastante sola. Dice que no puede permitirse tener pareja. Me quedo helada. No tengo el valor de preguntar el motivo, pero rápidamente admito que mi último novio, me dejó tirada por una culona de ojos saltones hace más de dos años. En ese momento pide su plato principal. Escucho llegar el todo terreno y me alegro un poco de la casualidad. Salgo para ir a la cocina.

El señor Mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora