Regreso al Mal.

32 7 0
                                    

Desde que me fui, hace seis meses de mi pueblo, no he ingresado nada. Tampoco he gastado nada. A Marian, le daba mi sueldo íntegro y me quedaba las propinas. En seis meses en Ibiza, no salí un día a tomar una cerveza, no gasté en tabaco. Comía y cenaba cada día en el restaurante y de los seis meses, solo libré dos o tres días de trabajar, por propia voluntad. Por lo tanto, tampoco puedo hacer derroche en exceso. Cojo mi coche y conduzco hasta mi casa. Parece que no me he ido ni dos días. La finca la atiende Manolo, que para llevarse el maíz y el trigo que planta, se hace cargo de mantener el césped y los frutales, atendidos. Al entrar en la casa, sí que se nota que hay polvo y huele a cerrado. Son las dos de la mañana, ya habrá tiempo. Ni mudo la cama. Me meto vestida y caigo rendida hasta las doce del mediodía. Por la mañana, abro las ventanas que dan a norte y empiezo a limpiar. Mi menú, son dos manzanas que cojo del árbol. Limpio y ordeno hasta las nueve de la noche y cojo el coche para ir a hacer compras. A las once estoy otra vez en casa. Poco más tarde, escucho un coche pasar. Ha cambiado de Mercedes por otro nuevo. Es miércoles. Le estarán esperando en Villa Lola. A mí me da igual, ya no me afecta.

Llevo seis días en mi casa, aunque creo que nadie del pueblo lo sabe. Estoy guardando el coche en el garaje si lo cojo, cuando siempre lo he aparcado delante de la casa. No salgo a pasear y si tengo que ir a algún lado, lo hago a unas horas que no llamen la atención. Por las noches, cierro las contraventanas de la sala y veo la tele. Estoy haciendo un maratón de series en Netflix. Ahora mismo, estoy con la séptima temporada de The Black List. Demasiadas cosas me hacen pensar que Red, puede que se parezca a Maldonado. Ayer pasé a las tres de la mañana por delante de Villa Lola. O la casa del Mal. El día antes de irme a Ibiza, pasé por aquí y le lancé una piedra al portón. La piedra impactó en el letrero que había, partiéndolo por la mitad y cayeron la mitad de las letras. Del apellido de él, solo quedaron las tres primeras letras. Sigue así, partido y representando lo que es. El señor Mal. La finca de Mal. Las chicas de Mal. Me hizo gracia cuando rompí el cartel, que quedara así. Me ha llamado la atención que seis meses más tarde, siga igual.

Tengo mucha sed y se me ha acabado el agua y al ir a la cocina a las dos de la mañana, ha sonado mi teléfono en la sala. Número desconocido. No he cogido, pero me ha asustado. Seguido, ese número me envía un mensaje: “¿Estás en tu casa? “. No respondo, pienso.

Cuando he ido a la cocina, he encendido la luz y seguido ha sonado la llamada. La ventana de la cocina, da al sur. Se puede ver desde las fincas que hay más allá de mi casa, no desde el pueblo. De esas fincas, nadie vive aquí entre semana. A esas horas nadie está en el campo. Solo se me ocurre una finca desde la que alguien me haya podido ver. Sólo una persona que haya podido llamar. El Mal.

No voy a contestar, no quiero contestar. No quiero que sepa que estoy en casa. No quiero que él piense en mí, ni que sepa de mí. Llaman a la cancela. No puedo salir, pero salgo. Delante de la puerta de mi casa, hay un hombre de metro noventa, en pijama. Su rostro es lo más bello que ven mis ojos desde hace meses, pero parece estar asustado.

-. Buenas noches, señor Maldonado.

-. Tania…  He estado muy preocupado. ¿Estás bien?.

-. Sí, gracias. ¿Qué quiere a estas horas señor?.

-. Tania, por favor…  Solo quería verte, saber que estás bien. No me hagas esto, no me trates así… Te lo suplico.

-. He estado fuera por trabajo. He vuelto, pero volveré a marchar. Estoy bien….

-. Sé que has estado en Ibiza. Hasta estuve hace cuatro meses en la cala en la que has trabajado. Te vi, de lejos. Respeté tu decisión de alejarte, pero necesito hablar contigo. Estoy preocupado.

-. No deberías. Seguro que tienes cosas más importantes por las que preocuparte.

-. Ninguno de esos asuntos me preocupa. Los tengo controlados. Tú, si me preocupas.

-. Insisto. No veo el motivo por el que debes preocuparte por mí.

-. El motivo soy yo. Creo que te he hecho daño, y de ser así, no podría perdonármelo.

-. No seas tan narcisista. Si hubiera daño, me lo habría hecho yo sola.

Se acerca demasiado a mí. Huele a lavanda y rosas. A pesar de estar en pijama y deportivas, está guapísimo. La camiseta es abierta y se le ve el pecho demasiado. El pantalón, demasiado fino, dibuja formas a las que no me quiero exponer mirando. Me abraza sin mi consentimiento, dejándome helada. No reacciono. Yo no. Alguien acaba de resucitar, alguien al quién enterré en una cala de Ibiza, acaba de recobrar vida. Se manifiesta, potente, poderoso, vigoroso y activo. Palpita. Quema. Le separo de mi cuerpo con un empujón.

-. Javi, no. No hagas eso. No vuelvas a tocarme jamás. No sé qué cojones te pasa, qué quieres o qué puto trauma te ha jodido la vida, pero no puedo soportar que tus miedos o tus prejuicios vuelvan a joderme la mía.

-. Tania. Escúchame. No podía aguantar saber que estabas a quinientos kilómetros de mí, por huir de lo que sientes. No podía soportar estar tan lejos de ti, sabiendo que es todo, por lo que te hice. Quise explicarte que siento algo por ti, pero que no podía permitírmelo. Y eso te hizo más daño que no haber dicho nada.

-. Javi, me has dolido desde el primer día que te vi. Lo único que hiciste llevándome a tu guarida, es dejarme claro que no soy nadie y que valoras más tu forma de huir de todo, que lo que pudieras sentir. Cada uno, huye a su manera.

-. No huyo, me protejo. Te protejo.

-. No seas capullo. ¿Cómo puedes decir que me proteges, de esa forma?. Te proteges únicamente a ti mismo. A los demás, les destrozas. A mí me destrozaste.

-. Tania. Lo siento en el alma. Te prometo que lo último que puedo querer, es hacerte daño a ti.

-. Vete. Ahora. Lárgate.

El señor Mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora