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26 de octubre, 06:38 am

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26 de octubre, 06:38 am

Francis siempre era el primero en llegar al colegio por las mañanas. Llegaba tan temprano que tenía que sentarse en el pasillo a esperar a que la mujer que se encargaba de la limpieza pasara abriendo las puertas de los salones. Esa mañana, a poco de que se cumpliera un mes de la llegada de Graham Marlowe, fue precisamente éste quien ya estaba sentado, con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la puerta, cuando Francis llegó.

Se detuvo por la sorpresa, sí, porque había cruzado todo el camino con la mirada perdida y apenas notó la presencia de Graham, pero se abstuvo de dar un respingo. Porque entonces Graham lo notaría y, está de más mencionar, sería humillante. Respiró una vez, profundamente, y dio un paso hacia adelante.

Graham no se molestó en levantar la cabeza para mirarlo. Francis se sentó junto a él.

—Tengo una pregunta —dijo Francis, alto como para que Graham lo escuchara, pero sin ser oído por otras personas. Aunque probablemente no había nadie en los pasillos, solo ellos dos. Francis usó el dedo índice para levantarse un poco los lentes. Graham no se volteó, pero sí lo miró por el rabillo del ojo— ¿Fumas?

Un extremo de los labios resecos de Graham se contrajo, inclinándose apenas milímetros hacia arriba. El chico tosió falsamente, cubriéndose con su mano.

—A veces.

—¿Qué tan seguido?

—A veces —repitió, no molesto, solo haciendo énfasis en las palabras—. Cuando no tengo nada mejor que hacer.

—Tengo otra pregunta.

Graham rió, el sonido raspando sus cuerdas vocales y la voz saliendo un poco ronca. Francis aprovechó el momento para ver en todo su esplendor la sonrisa de Graham Marlowe. Graham echaba su cabeza hacia atrás, cerraba los ojos y fruncía el entrecejo cuando se reía. Era todo un espectáculo.

—Adelante.

—¿En dónde vives?

La pregunta pareció captar de alguna manera la atención de Graham, porque la sonrisa se le torció hacia abajo y por fin se dignó en voltearse hacia Francis. Enarcó una ceja.

—¿Por qué ese dato es importante?

—Si respondes, te diré en dónde vivo.

El semblante confundido de Graham se acentuó más, la ceja tan arqueada que casi llegaba al borde de su frente, los ojos empezando a cerrarse en sospecha y los labios aún más torcidos, como las ramas desiguales de un viejo árbol. Francis tragó saliva.

—De nuevo, ¿por qué ese dato es importante? —preguntó, la voz tornándose más escéptica con cada palabra— ¿Por qué me dirías eso? ¿Por qué debería importarme?

—Es un intercambio de información. Como un juego de preguntas y respuestas —intentó excusarse Francis, hablando demasiado rápido y sintiendo las manos temblando en el aire a la vez que hacía ademanes con ellas—. Para conocernos mejor.

La sonrisa de Graham volvió a aparecer, pero su ceja se mantuvo intacta en un arco puntiagudo.

—¿Y qué sucedería si yo ya supiera en dónde vives? —dijo, con tono divertido. No era una amenaza y, aunque era algo espeluznante, Francis no sintió temor. Hasta ese punto, ignorando su posible aparición en el cementerio, Graham no había hecho nada realmente malo, nada que lo hiciera sospechar de él. Y, si hablamos de lo del cementerio, ni siquiera estaba claro que se tratara de Graham— No sería divertido. ¿Te asustarías?

—Eres un psicópata —alcanzó a decir Francis, porque no sabía qué más podría responder. Y luego, para alivianar la tensión del ambiente, se rió. Como si todo aquello fuera una broma (esperaba que lo fuera). Graham también se rió—. ¿En serio no vas a decirme?

—Empezar por decir tu dirección no es muy convencional al conocer gente nueva.

—No me gusta ser convencional.

Graham volvió a sonreírle, sin dientes esta vez, y su rostro se suavizó. Aún con las ojeras y los labios descuidados y la mirada de desquiciado, Graham lució, por tres segundos, como un chico cálido. Y, para terminar con el show, le dio unas palmadas a Francis en el hombro y aprovechó el impulso para levantarse. Le ofreció su mano a Francis, que la tomó más rápido de lo que le habría gustado.

—Vivo frente a la tienda de antigüedades Seongjeom —dijo, mirando sus manos, y soltó a Francis luego de darle un pequeño apretón.

Francis siguió sintiendo los dedos de Graham sobre los suyos al menos diez segundos después de que se soltaron.

—El cementerio está frente a esa tienda.

Graham no dijo nada. Solo sonrió.

Francis tampoco añadió otra cosa. Eso era suficiente para confirmar lo que suponía.

Un manojo de llaves tintineó a la distancia.

Un manojo de llaves tintineó a la distancia

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[ milika, 2024 ]

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