21 (Epílogo)

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06 de noviembre, 03:56 am

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06 de noviembre, 03:56 am

No había vuelta atrás. Cruzó la malla, cruzó el bosque, se quedó dormido en el regazo de Graham Marlowe y lo besó mirando el amanecer.

Habían llegado a una montaña que les ofrecía una vista panorámica de toda la ciudad mientras el sol aparecía por el horizonte.

Graham le sonrió al cielo, y Francis pensó que lucía hermoso siendo bañado por la luz de los primeros momentos de la mañana, aún con las manchas de tierra y sangre y los rasguños que habían en sus mejillas.

Graham siempre sería hermoso a los ojos de Francis.

Así como Francis, que siempre sería hermoso a los ojos de Graham.

Dentro de todo ese trayecto, no se habían soltado las manos ni una sola vez, ni siquiera para dormir. Estaban enlazados. Mucho más allá de lo banalmente físico. Las almas de ambos se convirtieron en una sola cuando cruzaron la puerta del estacionamiento, encaminándose a un nuevo inicio. Uno en el que ya no estarían solos.

Corrieron por el bosque, riendo, tropezando con las ramas y trepando árboles. Tuvieron que detenerse un momento para que Graham se alimentara. Francis lo esperó pacientemente detrás de un árbol mientras devoraba una ardilla. ¿Todo lo que sucedió en el auditorio no había sido suficiente para saciarlo?

Francis se estremecía cada vez que recordaba lo que pasó.

La sangre, los cuervos, la voz de Adam, el rostro descompuesto de su madre.

Le dolía la cabeza. Las palabras golpeaban una y otra vez.

Entre todos los seres humanos, ¿por qué lo tenías que escoger a él?

Porque Francis solo podía escoger a Graham. Porque Graham era el único que también lo escogería a él.

Ahí, parados frente al amanecer, Graham apoyó la frente en el hombro de Francis. Un cuervo apareció arrasando los cielos, soltando un graznido antes de descender y posarse en el hombro de Graham. Francis rió por lo bajo. Algunas plumas negras fueron llevadas por el viento.

—Graham.

—¿Hmm?

—¿Qué hacemos ahora?

—No lo sé —lo pensó por un momento, acurrucándose más contra Francis y hundiendo la nariz en su cuello. Francis rió—, ¿vivir?

Francis besó la cabeza de Graham, acariciando el lomo del cuervo con el dedo índice.

—Nunca me había sentido tan vivo como ahora.

Fin.

[ milika, 2024 ]

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