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31 de octubre, 22:35 pm

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31 de octubre, 22:35 pm

Francis no se detuvo, aún cuando tuvo a Graham Marlowe delante de él. Graham estaba agachado, dándole la espalda, encorvado hacia algo que yacía en el suelo a sus pies. Francis extendió su mano. Graham estaba temblando y tenía la cabeza hundida hacia adelante. Francis alcanzó a ver la pila de conejos inertes, la tierra húmeda absorbiendo la sangre, las manos bañadas en carmín (cuyos pulgares se hundían entre las vísceras de un conejo que aún movía espasmódicamente las patas), demasiado tarde. Fue consciente de lo que estaba pasando cuando sus dedos ya habían ido a parar al hombro de Graham.

Fue cuestión de medio segundo para que una lista de cosas que Francis solo se habría imaginado en una novela de horror pasaran, todo proyectándose frente a él (sucediéndole a él) en cámara lenta. Graham giró su cabeza, sus ojos similares a los de una hiena salvaje encontrándose con los de Francis, y sus labios se retrajeron hasta mostrar dos hileras de dientes afilados y goteantes de un líquido espeso y rojizo. Lucía como un tiburón con la mirada de un demonio. Graham probablemente lo reconoció, porque Francis pudo notar un atisbo de culpa cruzando sus pupilas dilatadas cuando sus dientes se clavaron en su piel, desde el dorso de la mano de Francis hasta el inicio del antebrazo.

Francis no pudo sentir dolor en un inicio, demasiado abrumado por la situación y el ruido y la imagen que tenía delante como para darle importancia al dolor. No fue hasta que Graham sacó sus dientes, hasta que se cubrió la boca con la mano ensangrentada y su mirada desquiciada se horrorizó frente al brazo sangrante de Francis, que las punzadas sobre su piel se hicieron notar. Graham lo miró directo a los ojos, como un perro arrepentido luego de morder a su dueño, y parecía a punto de llorar cuando de pronto empezó a susurrar, su voz sonando extraña bajo las capas de colmillos.

—Lo siento, lo siento, lo siento. No quería... no sabía... Lo lamento.

Y Graham huyó, corriendo lo más rápido que pudo, desapareciendo entre las tumbas y la lluvia y la oscuridad de la noche, dejando solo a Francis junto a la pila de animales muertos.

Francis observó su propio brazo y, por primera vez desde que todos los sucesos extraños que involucraban a Graham Marlowe empezaron a involucrarlo a él también, lo invadió una ola de terror indescriptible. Agarró el poemario, que había dejado caer por la impresión, y empezó a correr hacia las puertas del cementerio sin detenerse ni una sola vez a mirar atrás.

Una docena de cuervos seguían graznando, volando sobre su cabeza. Francis no podía sacarse la imagen de la cabeza, los ojos culpables de Graham, el sonido que el conejo que sostenía antes en sus manos hizo al caer sobre la tierra húmeda. El olor a lluvia y a tierra mojada que se mezclaba con el metálico aroma de la sangre.

Francis había cometido un error esa noche al ir al cementerio.

¿Verdad?

Porque esa noche no había salido como lo esperaba, porque había terminado con el brazo destrozado, porque (si llegaba a dormir de nuevo alguna vez) tendría pesadillas con conejos. Porque ahora la radio en su cabeza había cambiado de estación, y lo que retumbaba los oídos de Francis en ese momento ya no era Lacrimosa, era el Dies Irae.

Era un error, ¿cierto? Entonces, ¿por qué el corazón de Francis soltaba un latido tras otro cuando imaginaba los labios de Graham sobre su piel, los dientes adentrándose en la carne? ¿Por qué sentía el rostro caliente al recordar las palabras de Graham, y su expresión de genuino arrepentimiento antes de escapar?

¿Por qué Francis, que debería estar horrorizado, corrió por las calles manchadas por la lluvia con una sonrisa en su rostro? ¿Por qué no pudo dejar de sonreír mientras se vendaba el antebrazo y se cambiaba la ropa?

¿Por qué, con la experiencia traumática recién vivida intacta en su cabeza y el dolor punzante que se extendía por todas sus extremidades, Francis pudo dormir otra vez?

No soñó con conejos.

Soñó con Graham Marlowe.


Dies iræ, dies illa,

Solvet sæclum in favilla,

Teste David cum Sibylla!

Quantus tremor est futurus,

quando iudex est venturus,

cuncta stricte discussurus!


¡Será un día de ira, aquel día

en que el mundo se reduzca a cenizas,

como predijeron David y la Sibila!

¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

para hacer estrictas cuentas!

para hacer estrictas cuentas!

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[ milika, 2024 ]

MiSERY | BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora