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02 de noviembre, 08:45 am

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02 de noviembre, 08:45 am

—Francis.

Escuchó su nombre, pero no supo reconocer la voz en un inicio. Su cerebro filtraba todas las cosas que escuchaba. Si era la voz de Graham Marlowe, era importante y Francis tendría que ponerle atención. Si era cualquier otra voz, su cerebro hacía que las palabras se volvieran difusas.

Francis no se movió. Le dolía la cabeza, y el brazo, y sentía algo retumbando contra su pecho (quizás su propio corazón) de forma dolorosa.

—Francis.

Francis volvió a escuchar la voz, parpadeó un par de veces, como intentando quitarse el mareo de encima, para encontrarse con la expresión contraída de Adam Satori frente a él. Adam se sorbió la nariz y apartó la mirada, apoyándose sobre el escritorio de Francis con ambas manos y acercando su rostro hasta que ambas narices estuvieron a punto de rozarse. Una distancia en la que podría susurrar sin ser oído por nadie más.

—¿Podemos hablar?

—Estamos hablando —Francis respondió, tajante. Porque estaba demasiado cansado como para fingir amabilidad, o rendirse ante la sumisión. Porque ya estaba harto de esos tres imbéciles, aunque Adam fuera el que más podría merecer su perdón. Adam apretó los labios, respirando profundo.

—Quiero hablar contigo, Francis. Sobre algo serio —miró hacia ambos lados, bajando la voz. Si es que era posible, se acercó más, y sus ojos brillaron, bañados en una genuina preocupación—. Sobre —carraspeó, mirando el asiento vacío junto a Francis— Graham.

La mención del dueño de sus sueños y pesadillas más agridulces despertó por completo a Francis, eliminando todo rastro de cansancio de su cuerpo adolorido. Sus ojos y los de Adam cayeron al mismo tiempo sobre su brazo vendado, que tenía manchas de suciedad y un borrón de sangre traspasando la tela. Francis se aclaró la garganta.

—No entiendo por qué querrías hablar de él —miró a Adam con la expresión más seria que pudo poner. Adam tragó saliva—. Lo que suceda con Graham, y conmigo, no es asunto tuyo.

—No creo que sea bueno para ti acercarte tanto a él —Francis sentía el pecho hervir, el rostro caliente por la ola de ira que empezaba a burbujear en su interior. Quiso reírse, pero lo contuvo. Quiso, muy en el fondo, llorar, pero lo contuvo. Adam señaló con el mentó el brazo vendado de Francis—. Eso tiene algo que ver con Graham, ¿no? ¿Sabes por qué ha estado faltando tanto?

—¿Por qué te importa? —rió amargamente, y el rostro de Adam se contrajo con vergüenza— ¿Desde cuándo volví a ser importante para ti? Lo último que sabía era que a ustedes no les importaba que yo desapareciera o me pudriera en el infierno.

Las manos de Adam se volvieron puños y sus cejas gruesas se curvaron hacia abajo con tal intensidad que Francis sintió una punzada en el abdomen.

—¡A mí me importa! —gritó Adam en un susurro, llamando la atención de unos pocos. Francis tragó saliva, y Adam se pasó la mano por el rostro, frustrado—. Mierda, Francis. Lo siento, de verdad. Lo lamento. No quiero que te suceda nada malo, ¿sí? ¿Podrías tener más cuidado con lo que haces? —Adam parecía a punto de llorar—. Por favor.

[ milika, 2024 ]

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[ milika, 2024 ]

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