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02 de noviembre, 09:02 am

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02 de noviembre, 09:02 am

Francis bajó la mirada hasta los nudillos blancos de Adam.

—¿Por qué se alejaron?

Los músculos de Adam se tensaron un poco.

¿Qué?

—Tú y Gabriel. Y Louis —Francis no se atrevió a mirarlo—. ¿Por qué se alejaron?

Adam suspiró con pesadez y se rascó la nuca, mirando hacia otro lado como si buscara a alguien. Francis miró sobre su hombro y encontró que Gabriel miraba toda la escena con ojos aguados y semblante dolido, mientras que Louis, sentado junto a él con las piernas cruzadas, miraba su celular como si el intercambio entre Adam y Francis fuera la cosa más irrelevante del mundo.

—Louis nos pidió que lo hiciéramos.

Francis apretó la mandíbula. Eso ya lo sabía.

—¿Por qué?

—Dijo que eras extraño, que eras un enfermo.

Francis miró a Adam con ojos demasiado abiertos, el entrecejo fruncido a más no poder. Sentía los ojos picarle y el agua acumulándose a punto de caer. Sus comisuras se levantaron en la sonrisa más incrédula y amarga que Adam había visto en toda su vida.

—¿Yo? —rió con dolor, similar a un sollozo. Se quitó los lentes y los dejó sobre el escritorio— ¿Puedo preguntar por qué Louis dijo tal estupidez? —Adam mantuvo la mirada apartada, y Francis siguió con sus ojos el movimiento en su garganta cuando tragó saliva, sin saber cómo responder. Francis bufó— ¿Puedo preguntar por qué ustedes le creyeron?

—¿Recuerdas cuando fuimos a tu casa a inicios de año, para hacer un reporte? El de historia —Francis asintió, y Adam tomó aire—. Cuando fuiste al baño, Louis empezó a rebuscar entre tus cosas. Gabriel y yo decidimos no hacerle caso. Ya sabes, estaba invadiendo tu privacidad y no queríamos involucrarnos. Pero Louis encontró algo. No quiso decirnos lo que era, y estuvo tenso todo el día, ¿lo recuerdas?

Francis empezó a jugar con la punta de la venda en su brazo, la cual estaba un poco salida por la torpeza con la que se había vendado la última vez. Debería cambiársela al llegar a casa, pensó. Por supuesto, después de ordenar el ático y quemar todo aquello que pudiera tacharlo de psicópata. No sería muy difícil. Incluso si Adam no se lo decía, Francis ya sabía qué era lo que Louis encontró.

—Eran fotos, escondidas en tu librero —las pupilas de Adam se dilataron y los labios le empezaron a temblar—. Ni yo ni Gabriel las vimos, así que no podemos confirmar que Louis estuviera diciendo la verdad. Pero fue bastante... gráfico cuando nos describió lo que tenían.

—Adam...

—Eran fotos de... Mierda, eran...

Adam.

—¿Por qué tenías fotos de animales muertos, Francis?

La pregunta lo dejó helado, y varias punzadas de dolor similares a agujas le recorrieron todo el brazo, como si los dientes de Graham en forma de fantasma se volvieran a clavar sobre su piel, que aún no cicatrizaba. Hizo una mueca de dolor y cerró los ojos con fuerza, causando que un par de lágrimas cayeran.

—No es lo que piensas.

—¿Entonces? ¿Y qué con la herida? —Adam parecía empezar a alterarse. Movió las manos en el aire y la expresión se le descompuso en una mueca medio aterrada y medio frustrada. Estaba confundido, pero intentaba entender la situación—¿Fue Graham? ¿Qué te hizo ese desgraciado?

—No fue —Francis se quedó callado. Carraspeo— la culpa de Graham —respiró profundamente, exhalando con lentitud. El mundo le daba vueltas y debía calmarse—. Tendré más cuidado, Adam. Lo prometo. No te preocupes.

Adam solo lo observó por un momento. Francis sabía que, cualquier intención de Adam por reparar su amistad rota se había esfumado en ese preciso momento, o al menos el deseo se había apagado un poco. Principalmente porque, indirectamente, le había confirmado la existencia de esa colección de fotos al no negarlo. Incluso si Adam aún sentía el más mínimo aprecio por Francis, no había duda de que lo había tachado de enfermo en su cabeza.

Adam le puso una mano en el hombro.

—No hagas nada estúpido, ¿sí? Estaremos aquí si lo necesitas.

Estaremos aquí.

Nunca habían estado. Solo habían bastado unas palabras de Louis para que se alejaran sin dudarlo. Y, aunque Louis tenía razón y Francis sin duda era un enfermo, ¿no deberían haberle dado el beneficio de la duda? Lo que le dolía a Francis no era el hecho de que se alejaran por las fotos. Porque sabía bien que eso pasaría en algún punto. Le dolía que se hubieran alejado por orden de Louis y no por voluntad propia.

Ellos nunca habían estado. Ellos nunca lo comprenderían en su totalidad.

Nadie comprendería a Francis.

Solo Graham, quien estaba tan enfermo como él.

Francis apretó los puños, tenso.

Graham.

Adam, completamente contradictorio a sus recientes palabras, soltó el hombro de Francis y se alejó.

No volvieron a hablar en lo que quedaba del día. 

[ milika, 2024 ]

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