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30 de octubre, 05:05 am

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30 de octubre, 05:05 am

Era una mañana descolorida de un miércoles a finales de octubre cuando la madre de Francis Ivory se acercó a su hijo, le sirvió el desayuno (una tostada y huevo revuelto) y tomó entre sus manos cálidas su rostro, observándolo bien. La señora Jeon sonrió, y Francis solo podía temblar de alegría.

—Hoy tus ojeras lucen mejor que ayer —dijo ella, sirviéndole un vaso de jugo de naranja— ¿Dormiste bien anoche?

Y Francis, siendo sincero sobre eso por primera vez en su vida, respondió:

—Sí, incluso no soñé.

Su madre le pellizcó con dulzura la mejilla y continuó con el desayuno del resto de hermanos. Francis no fue capaz de borrar la sonrisa en su rostro mientras devoraba el huevo revuelto. Lavó los platos a la velocidad de la luz y se despidió de su madre con un beso en la mejilla, siendo el primero en salir de la casa.

Francis nunca había sido un hijo exigente. Era el mayor de los Jeon, el que cuidaba a los otros niños cuando la madre salía a trabajar y hacía horas extras, así que había tenido que obligarse a crecer demasiado pronto y aceptar responsabilidades que no le correspondían a un niño de su edad.

La señora Jeon, como agradecimiento, había intentado darle a Francis todas las cosas que él nunca pidió. Le dejó ocupar el ático, le daba las porciones más grandes a la hora de la comida, le compraba libros nuevos cada que podía y lo había metido a un colegio privado como lo era el Edevane. Los hermanos de Francis, un huracán de mocosos desagradecidos, iban a un colegio público y compartían habitación.

Y, aunque sus hermanos no dudaban en envidiar a Francis y atestarlo de insultos cada que se les presentaba la oportunidad, Francis no se sentía precisamente cómodo con ser el consentido de su madre. Sabía bien que su madre tenía deudas, que aún quedaba mucho por pagar.

Y la matrícula del Edevane no era demasiado costosa, pero ese era dinero que podía ir a la deuda. Al igual que el de sus libros y de cualquier otra cosa que su madre comprase. Francis había intentado decírselo más de una vez, que todo eso no era necesario, pero su madre era una mujer difícil de convencer.

Quizás ella se sentía culpable.

Porque Francis, entre algunas lagunas mentales, recordaba en parte que su madre solía desquitarse con él cuando sus padres acababan de divorciarse.

Algunos meses atrás, cuando una mañana sus amigos decidieron abandonarlo sin razón y el asiento junto a Francis empezó a empolvarse, quizás le hubiera rogado a su madre que lo cambiara a otro colegio, y no solo por el dinero.

Pero ahora (específicamente aquella mañana) lo que menos quería Francis era dejar el colegio Edevane.

Porque ir al Edevane significaba ver a Graham Marlowe.

Francis seguía sin entender qué había sucedido la noche anterior, pues la emoción de haber dormido por varias horas completas y, además, haber besado a Graham Marlowe nublaba sus pensamientos y lo hacía sentirse abrumado. Caminó hacia el colegio dando saltos, deteniéndose junto al cementerio de forma disimulada por si la suerte estaba de su lado y podía encontrarse con Graham antes.

Pero el cementerio parecía desierto, a excepción de un anciano que cavaba un agujero en la tierra junto a una lápida. No había ninguna silueta cerca del mausoleo, y no había rastros de humo de cigarro.

Lo más probable era que Graham ya estuviera en el colegio. Intentó convencerse de eso, y aceleró el paso hasta el Edevane como si su vida dependiera de ello, como si algo estuviera persiguiéndolo de cerca y tuviera que huir con todas sus fuerzas.

Francis seguía sin entender cómo había logrado dormir la noche anterior, pero estaba convencido de que tenía algo que ver con el beso de Graham.

Y no le molestaría para nada volver a besarlo, para comprobarlo.

El pasillo estaba desierto cuando llegó. Se sentó en el suelo, jugando con las mangas de su uniforme hasta que la mujer de la limpieza apareció y abrió el salón. Los minutos empezaron a pasar, la habitación empezó a llenarse de personas, de ruidos y de voces, pero ninguna era la de Graham.

Esa mañana, en el tejado de las casas vecinas, Graham nunca apareció.

Esa tarde, cuando volvió a pasar por el cementerio, Graham nunca apareció.

Esa noche, cuando su insomnio volvió a atacar y dejó las ventanas abiertas, Graham nunca apareció.

Francis no pudo volver a dormir, y Graham nunca apareció.

Francis no pudo volver a dormir, y Graham nunca apareció

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[ milika, 2024 ]

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