Capítulo 1

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¡Hola!, está mi primera historia, si encontráis errores o mejoras decírmelo.

Iré subiendo un capítulo por diario si puedo, pero si me viene la inspiración los subiré cuanto antes. ¡Gracias!!!





-Venga Ámbar, ya ha acabado tu turno. Últimamente, te estás machacando mucho- Admitió Damián.

Damián era mi superior. Un hombre de unos 46 años, con una familia feliz, el pelo canoso y peinado para atrás. Damián era como un amigo para mí, dejando de lado la diferencia de edad de 27 años, era bastante moderno. Le contaba mis cosas, como al resto del equipo.

Miré mi reloj, las 2:50 AM, tenía razón, ya había pasado mi turno y llevaba 20 minutos trabajando porque sí.

-No pasa nada hombre, - Me reí- no tengo nada mejor que hacer- Mentí.

Sí que tenía mejores cosas que hacer. Acababa de alquilar un nuevo apartamento con mi mejor amiga, y no quería que ella se ocupara de desempacar todos los muebles de nuestra antigua casa, si se le podía llamar así. Antes vivíamos en una habitación de 4 paredes, no teníamos dinero y nuestras familias no ayudaban mucho, preferían que nos las apañásemos nosotras... bueno su familia, más bien dicho, a mí solo me quedaba mi padre. Mi madre murió en el parto...

Sacudí la cabeza para ahuyentar esos pensamientos de mi cabeza. No quería pensar en eso ahora.

Encontramos el apartamento cuando, Becca, mi mejor amiga, lo encontró en una app por muy poco dinero.

-Venga, ves a tu casa, que tienes que descansar- La voz de Luca me sacó de mis pensamientos. Él reía mientras me empujaba hacia el vestidor. - Cámbiate antes de nada, no salgas de aquí con esa bata blanca horrenda.

- Eso, el estilo da mucho que decir de la gente- Stacy era una loca de la moda, le podías hablar de cualquier marca de ropa, ella la tenía en su armario.

Luca y Stacy eran mis compañeros de trabajo, éramos un grupo, Luca, Stacy y yo.

Stacy era algo más alta que yo, tenía el pelo rubio y los ojos azules. La cara un poco regordeta, pero tenía el cuerpo delgado.

Luca, por otro lado, era un poco más bajito que ella, pero más alto que yo. Tenía el pelo castaño y los ojos iguales. Era un chico corriente.

Me reí y me metí al vestidor. Cogí mi bolsa y me puse mis botas negras, unos vaqueros azules, una sudadera negra y fui al espejo a retocarme el pelo. Hacía frío a sí que lo solté y deje que el pelo me cayera por los hombros, hasta los codos.

Me puse la bufanda, cogí mi bolsa y salí del vestidor. Me despedí de Luca, Damián y Stacy y me fui del hospital.

Era invierno y de noche, y aun así, todavía había gente por las calles. Claro, gente borracha o bajo sustancias... estupefacientes, por tener un poco de tacto.

Caminé rápido para llegar a casa lo antes posible, seguramente Becca ya estaría dormida.

Pasé por el callejón de siempre; era oscuro y estrecho, pero era la manera más fácil y rápida de llegar a casa.

Justo cuando estaba caminando, creí escuchar un maúllo. No podía ignorar a un gatito herido ¿Verdad?

Seguí los ruidos hasta que me llevaron a una esquina, casi no podía ver nada. Pero unos ojos azules relucieron en la oscuridad. ¿Qué? Era una persona. Lo ignoré. Probablemente, se haya caído al suelo por ir tan ebrio. Iba a irme cuando me di cuenta de que una mancha roja manchaba la camiseta del hombre.

¿Estaba herido?

Me apresuré a ir junto a él y me agache. Podía verle la cara con más claridad. Tenía unos ojos azules como el cielo de noche, oscuros. La cara perfectamente esculpida y una nariz romana. El pelo negro y corto, pero podía ver que iba bien peinado, pero con los jadeos que había hecho se había despeinado. Los labios gruesos y ligeramente abiertos por el dolo... ¡Mierda! Estaba herido y yo pensando en estas cosas. Donde tenía la cabeza.

- ¿Estás bien? - Ámbar, ¿qué pregunta era esa, no ves que está sangrando? Venga céntrate.

Me precipité a sacar mi kit de emergencias, que contenía: un pequeño bisturí, aguja e hilo, y una venda.

Le levante la camisa y madre mía... Vaya tableta que tenía el cabrón.

Vale, esto era serio. Tenía una herida de bala en el estómago y estaba perdiendo mucha sangre. No sé ni como, pero pude meter el hilo en la aguja a la primera y comencé a coserle la herida.

- Duele... - Masculló el hombre.

- ¿Sí? Lo siento, pero no tengo anestesia aquí- me reí nerviosa- Intentaré hacerlo más rápido así no lo sentirás- El hombre me miró perplejo y se le escapó una carcajada. ¿Cómo podía reírse en una situación así?

- No se supone que lo tienes que hacer más lento para que duela meno... ¡Ah!

- Ya está. ¿Ves? Fácil y rápido.

Le di unas cuantas vueltas al estómago con la venda mientras me miraba como si fuese un ángel guardián. Era increíble que un hombre con ese aspecto, podía verse tan vulnerable.

Me iba a ir cuando sentí una mano agarrándome de la muñeca.

- Te daré mi número, me has salvado la vida- le costaba hablar, pero se estaba esforzando- Te devolveré el favor. Llámame y pídeme lo que sea, lo que sea. Por favor. -

Le di mi número de teléfono, ya que parecía que hablaba en serio y me fui. Y después de eso, se fue caminando como si nada.

- Tiene que ir a un hospital a que le saquen la bala, los puntos son provisionales, ¡Oiga!

Me ignoro completamente.
¿Qué cojones?

Llegue a casa y el corazón me iba a mil por hora. ¿Por qué? Ni idea. La adrenalina supongo.

Nuestro apartamento era pequeño pero acogedor. Estaba la entrada, y a la izquierda estaba la habitación de Becca, si seguías por el pasillo, estaba mi habitación a unos dos metros de separación de mi habitación y la de ella. A la derecha del pasillo estaba nuestro baño, con una bañera, la pica y un enorme espejo. Al final del pasillo se abría a un salón gigante, con una mesita de café, la mesa donde comíamos y la cocina. Todo estaba bastante bien decorado, de unos colores, naranjas, blancos, y morados. Aún no habíamos terminado de desempacar, pero estaba aceptable

Me duche y me metí a la cama.

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora