Capítulo 5

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Espero que estéis disfrutando mucho.  <3

Estoy inspirada, por eso tantos capítulos de golpe, je je.

(este es algo más largo que los otros)

¡Venga, a leer!


Me reí. 

Mucho.

A carcajadas. 

¿Qué le pasaba a la gente últimamente?

O que te pasaba a ti querida, más bien dicho.

Terminé de reírme después de bastante rato. Más del que me gustaría admitir.

— Ámbar, yo lo veo bien. — Giró la vista hacia el hombre — Aceptamos, claro que sí, sí. — Me volvió a mirar. — Te irás a vivir con él para que yo pueda salir de esta ¿Verdad, amor?

— Clar... — Espera ¿Qué?

¿Yo? ¿A vivir? ¿Con un desconocido? Eh, creo que mis orejas no funcionan bien.

— Espera, ¿cómo? Estarás de coña. No me pienso ir a vivir con ese hombre. — Espeté indignada. Quien era Leo para mandarme a vivir con un hombre para su propio beneficio. Ja, este flipaba.

El hombre se inclinó hacia mí. Le podía ver mejor, los ojos le brillaban con expectación.

— Es la única solución. O vienes. O ese hombre muere. — Me habló, a la vez que señalaba a Leo.

Joder... Me lo estaban poniendo difícil.

— Accederás, ¿verdad, amor? — Me ponía ojos de cachorrito.

No me queda otra, ¿no?

— Vale. — Concluí con la cabeza en alto, mientras miraba al hombre. ¿Qué coño me quería hacer? A ver, si es un capullo pervertido, escapar de una casa no debería de ser tan difícil. — Me iré a vivir contigo. —

—¡Bien! Gracias amor — exclamó Leo, mientras salía de la habitació... Espera, ¿ya está? ¿Ni un beso de despedida?, ¿ni un lo siento?

Cada día soporto menos a ese capullo.

El hombre se apoyó en el respaldo de su silla satisfecho.

— ¿Cómo te llamas? — Preguntó. No le iba a contestar, claro que no, mientras menos supiera, mejor. No quería saber nada de él.

— Ámbar. Ámbar Díaz.

— Bonito nombre. Yo soy Kenzo Bianchi. Un placer conocerte. — Estiró la mano para hacer un apretón.

Claramente, no se la di.

Espera... ¿Acababa de decir Bianchi? 

Los Bianchi era un de las mafias italianas más famosas de Nueva York. Los que se apellidaban Bianchi eran los más poderosos, los descendentes. Luego estaban sus secuaces, que se hacían llamar Bianchos.

— Kenzo... ¿Kenzo Bianchi? ¿Como la mafia? ¿Eres de la mafia? — Por favor que diga que no. Como me tenga que ir a vivir con un hombre, que, además de loco, mafioso, tendré que dormir con un ojo abierto. Joder que miedo.

— Oye, tú haces muchas preguntas, ¿no? — Río — Ahora sabes mi secreto — Se inclinó para susurrarme algo, aún estábamos sentados en la mesa. — Pero no dirás nada, ¿no? —

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora