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No sabía como contestarle.
— Déjame irme. A mi casa. — Le dije. Era lo único que quería.
— ¿Por qué? Aquí podrás tener todo lo que desees. Te compraré lo que quieras, te llevaré donde quieras...
— Pero no tengo a mis amigos. No quiero estar toda mi vida encerrada aquí. Quiero mi trabajo. Quiero mi vida.
— Si estás conmigo aquí, no te faltará nada. ¿Para qué quieres trabajar? Y si quieres ver a tus amigos, está bien, vámonos con tus amigos a Bora Bora de viaje. Ahí nunca hace frío.
— ¡Pero...! — Un momento, ¿ha dicho Bora Bora? ¡Dios mío! He querido visitar Bora Bora desde que era pequeña.
Cuando veía programas en la televisión enseñaban unos paisajes tan bonitos...
Pero yo estaba enfadada con Kenzo. No me puedo mostrar tan feliz.
— ¿Qué dices? ¿Te gustaría ir? Puedes llamar a tus amigos y...
Le dejé hablando solo.
No me podía permitir que se me pasase el enfado con un viaje a Bora Bora.
Salí de la limusina y Manu ayudó a Kenzo a salir de esta.
Me dirigí hacia la puerta principal para intentar entrar a casa y un guardia me miró confuso.
— No puede entrar. — Masculló el guardia. Era un hombre alto y corpulento. De pelo castaño oscuro.
Este mundo es surrealista.
Tu mundo es surrealista.
Estaba demasiado enfadada como para hablar con alguien más.
— Pero... ¡Si me tienen aquí raptada, joder! ¡Déjame entrar!— Le empuje para poder pasar y el guardia me agarró del brazo fuertemente. Pensé que me iba a partir un hueso.
Alguien le apartó y le empotró contra la pared de la casa.
Levanté la mirada y estaba Kenzo, aplastándole el cuello con el brazo que no había recibido un disparo. Le soltó un poco para luego volver a empujarle contra la pared.
— Vuelve a tocarla y lo próximo que sentirás en el cuello será algo más frío y afilado que mi brazo. — El hombre tragó saliva y pude verle una gotita de sudor recorrerle la frente.
Vale, viéndole así, sí que daba algo de miedo.
Ahora, sí, los dejé atrás y entré a la casa y me encaminé hacia la habitación.
— ¡Ámbar! — Me giré y era Clara quien me estaba llamando. — Ha llegado lo que pediste. — ¡Bien! Al fin podía ponerme las cosas que quería y sentirme un poco más como en... ¿Casa?
— ¿En serio? ¿Dónde está? — Pregunté.
— He dejado todo en tu habitación.
— Gracias. — Me fui hacia mi habitación para colocar las cosas en el armario y ver como me quedaba cada cosa.
Entré y vaya... Estaba toda la cama llena de paquetes que nada más verlos, sabía que eran de calidad.
Fui a abrirlos y me sentí como una niña pequeña en Navidad... Oh, Navidad.
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El favor que me prometió
RomanceÁmbar es una cirujana que trabaja en el hospital más famoso de la ciudad. Una noche, al acabar su turno, vio a un hombre herido que confundió con un gatito. Ella, al ver que era un hombre, se apresura a curarle la herida de bala, salvándole la vida...