Después de lo sucedido, hubo días en los que no quería salir de la cama, días en los que el mundo me parecía demasiado abrumador. Kenzo venía a mi habitación, me traía comida y se aseguraba de que comiera algo. A veces, simplemente se sentaba conmigo en silencio, viendo películas o escuchando música.
Asistir a las sesiones de terapia ha sido otra parte de mi proceso de sanación. Kenzo fue quien me animó - casi obligó - a buscar ayuda profesional y quien me acompañó a mi primera cita. Aunque al principio dudaba, esas sesiones se han convertido en un espacio seguro donde podía hablar abiertamente sobre mis sentimientos.
La vergüenza y la culpa fueron emociones difíciles de superar. Muchas veces me sentí sucia y culpable por lo que había sucedido, aunque racionalmente sabía que no era mi culpa.
Y así, ya han pasado cuatro meses desde lo que pasó.
He hablado con Becca y el equipo, y todos vinieron una noche y nos hicimos un spa en casa y me olvidé de todo lo sucedido.
Todo estaba bastante bien.
Ya no intentaba escaparme de casa de Kenzo cada dos por tres, ah, y también ya empezaba a hacer calor en mayo.
Mi relación con Kenzo se estrechó bastante, él ha sido el que me ha acompañado estos cuatro meses.
Alguien toco a la puerta, y di un respingo de lo metida que estaba en mi propia cabeza.
— ¿Puedo pasar? — Dijo la voz de Kenzo.
— Pasa — Estaba tumbada en la cama mirando al techo, a sí que me senté en el borde de la cama.
— ¿Jugamos al rápido rapidín? — Preguntó mientras se reía y se acercaba. Habíamos jugado a ese juego muchísimo estos últimos meses.
— ¿Cómo podría decir que no? — Me reí y me eché hacia atrás para hacerle espacio en la cama.
Kenzo repartió las cartas y jugamos unas cuantas partidas.
— Otra partida ganada — Tiré las fichas en la cama. — ¿Cuándo te rendirás? — Kenzo permaneció serio.
— ¿Qué tal estás? — No me esperaba esa pregunta. Para nada.
— Bien, como siempr...
— No, en serio. — Su cara cambió y se puso todavía más serio. — ¿Cómo has estado? De verdad. — Nos quedamos en silencio durante un rato. Mirándonos el uno al otro,
Suspiré.
— Sinceramente. He estado mejor. — Le miré y me miraba y escuchaba atentamente. — Cuando era más pequeña, hace unos años, cuando tenía unos 14 años. Bueno, yo conocí a un chico en mi instituto, yo era popular, y él era popular. Entonces, los de nuestra clase nos daban la lata con estar juntos.
Una tarde, en la hora del almuerzo, se me declaró en medio de todo el instituto y me pidió ser su novia. Me sentí presionada y acepté, aunque no me gustaba mucho realmente. — Volví a coger una bocanada de aire. — Una semana después me pidió venir a su casa una noche. Y yo, como una tonta, me esperé a que mi padre se durmiera y me escabullí. — Ojalá nunca haber tomado esa decisión. — Una vez en su casa, el olor a alcohol y cigarro apestaba, pero lo ignoré y subí hacia su habitación.
Una vez en su habitación, cerró con pestillo, y se comenzó a desnudar. Recuerdo haberle dicho que para qué se desnudaba. Cuando comenzó a desnudarme a mí también. Le pedí que parase, que no quería hacerlo, pero él no paró y siguió. Le intenté apartar de una patada, pero me pegó un puñetazo y me pequé con la punta de la cama y caí inconsciente.
Cuando me desperté, estaba con la ropa completamente desperdigada, arrugada y manchada. Y volví corriendo a casa, sin contarle nada a nadie. — Le miré y todavía no decía nada. — De hecho, eres la primera persona que lo sabe. — Me toqué la nuca y me reí, nerviosa.Kenzo se acercó más a mí, y me acarició el pelo, como si fuese un gato.
— ¿Qué hace.... — Kenzo hizo un sonido para que me callase y bajó su mano hacia mi mandíbula, y parte de atrás de la oreja.
— Quiero que sepas que si necesitas un hombro para llorar, un oído para escuchar o simplemente alguien con quien estar en silencio, aquí estoy. Juntos, vamos a superar esto.
Quiero que sepas que lo que te sucedió no define quién eres. No cambia tu valor ni tu esencia. Nadie tiene derecho a quitarte eso. Lo siento — Me miró a los ojos. — Lo siento por no haber estado ahí. — Sus palabras me llenaron el corazón de un sentimiento aún desconocido.Siguió acariciando mi pelo, y mis lágrimas comenzaron a salir.
Me las fue limpiando con el pulgar una a una. Sin quejarse. Ni hacerme sentir humillada.
Seguí llorando y él siguió a mi lado.
— Deberías dormir. — Me dijo, aun con su mano en mi mejilla.
— Sí, de acuerdo. — Le miré levantarse. — Muchas gracias, de verdad. — Se detuvo un momento y me miró.
Antes de irse, me metió a la cama y me arropó con el edredón.
— Es lo único que puedo hacer por ti. — Me sonrió. Y se alejó — Buenas noches. — Y cerró la puerta.
Dejándome sola de nuevo.
Quisiera que se hubiera quedado conmigo a dormir. Y a acariciarme el pelo como lo acababa de hacer.
Me había gustado.
Cerré los ojos y me dormí.
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El favor que me prometió
RomanceÁmbar es una cirujana que trabaja en el hospital más famoso de la ciudad. Una noche, al acabar su turno, vio a un hombre herido que confundió con un gatito. Ella, al ver que era un hombre, se apresura a curarle la herida de bala, salvándole la vida...