Capítulo 2

188 12 1
                                    

¡Espero que os esté gustando!


—Venga este segurísimo que te queda genial— dijo Becca mientras cogía un vestido pegado y largo y me ponía ojos de cachorrito— Porfis, porfis.

Era viernes y me tocaba turno por la mañana, a sí que eran las dos y media de la tarde y ya estaba en casa, soportando a Becca, que quería ir a desayunar con su nuevo novio y conmigo. No sé cómo lo hacía, pero ella siempre tenía a alguien detrás. A lo mejor era por su largo pelo liso y castaño, y esos ojos verdes que hacía que cualquiera se enamorara. O por sus curvas y cuerpo perfecto. Ella era hermosa.

— Es que no entiendo que quieres que haga allí entre los dos, ¿haceros fotos mientras os besuqueáis? Gracias por la oferta, pero paso— Mi móvil vibró y lo miré, era Leo

Leo: Hola, ¿vamos a desayunar? Te quiero ver.

— Parece ser que no podré ir contigo, mi novio me invita a desayunar — Le saque la lengua a Becca.

— ¡Pues una cita doble!— Juntó las manos como si estuviera rezando. — Porfa.

—No, de eso nada — Puse cara de asco y me fui al baño.

Me pegue una ducha rápida y me recogí el pelo en un moño alto, Leo dice que me quedan bien, a sí que ¿por qué no?

Cuando salí del baño Becca ya no estaba, a sí que me puse unos vaqueros negros apretados, una sudadera blanca y unas bambas negras. Me puse máscara de pestañas y cuando bajé de casa, ya estaba Leo esperándome.

— Hola, guapa— Me dijo Leo sonriendo.

—Hola— Le di un beso en la mejilla y nos encaminamos hacia la cafetería.

Él iba vestido con una sudadera y unos vaqueros anchos.

Leo era alto y delgado, tenía el pelo castaño tirando a rubio, los ojos pequeños de color café oscuro. Era guapo, pero era muy tacaño. A mí no me importaba pagarle las cosas, pero el regalo de mi cumpleaños lo compró con mi dinero, nunca celebramos nuestro aniversario porque "no hace falta". La mayoría de nuestras discusiones siempre terminaban girando en torno al dinero, y a su alcoholismo. Él bebía. Mucho. A veces se ponía agresivo cuando no le prestaba dinero. Pero al siguiente día me compraba flores y lo arreglábamos, ya sabes como.

Ya estábamos en la cafetería. Vino la camarera y nos tomó orden. Yo me pedí un café con leche y él un café cortado.

— Bueno Cariño... Lo he estado pensando, y creo que podrías venir algún día a conocer a mi familia. A cenar todos por Navidad, por ejemplo. — No parecía muy convencido, pero eso no me quito el entusiasmo. Llevábamos 4 años juntos, llevaba mucho esperando esta pregunta.

— ¡Claro que sí! Bueno me tienes que contar como ganármelos eh. —

Así nos pasamos toda la tarde, hasta que se fue al baño.

Le sonó una notificación en el móvil y... aunque juré no ser así, lo miré.

Daniela: Hola bebé, ¿mismo sitio de siempre, a la hora de siempre?

¿Quién era Daniela? ¿Y por qué le llamaba bebé? ¿Mismo sitio de siempre?

— Ya he vuelt...— Se cortó a sí mismo al ver mis ojos llorosos y mi ceño fruncido. Siguió mi mirada y se encontró con el mensaje de esa tal Daniela.

— Oye amor, no es nadie, en serio. Es una amiga.

— ¿Por qué te llama bebé?

— Ella es así, tenemos confianzas. No llores, si quieres, borraré su número.

— ¿Me juras que no es nadie? — Pregunté entre sollozos.

—Claro que sí, te lo juro, venga vámonos.

Tenía mis dudas, y claramente no le creía del todo. Bueno mañana era sábado y me olvidaría de todo. Claramente, acabe pagando todo yo, y nos fuimos a casa.

Él me dejó en mi apartamento y él se fue.

Cuando abrí la Becca estaba, ya estaba ahí, le abracé y le conté todo.

— ¡Será gilipollas! Pero que coño se cree para ir hablando con chicas. — gritó Becca— Eres demasiado buena, ¡deberías haberte enfadado más!

—Tienes razón— Murmuré, con la cabeza bajo la almohada. Becca siempre tenía razón. Era mi mejor amiga y la mejor consejera.

—Bueno, al menos mañana es sábado, y como me digas que no quieres salir...— Me advirtió Becca, con el ceño fruncido.

—Sí, sí que saldré— espeté, divertida.

— Venga, vamos a dormir, que es tarde— Becca apagó la lamparita que teníamos en la mesita de noche— Buenas noches, Ámbar.

—Buenas noches, Becca.

Y se fue a su habitación.

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora