Capítulo 7

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Vale.

Sabía lo que tenía que hacer.

Recordaba la salida, al lado de la entrada, antes de entrar a los salones.

Eran las 9 de la mañana. A lo mejor había alguien despierto, pero no sabían quien era.

Caminé de puntillas por la casa.

¿Por qué tenía que ser tan grande? Dios mío.

Escuché la voz de una señora ¿mayor?

La ignoré y acelere el paso.

¡Bien! Ya estaba delante de la puerta.

Solo me faltaba abrirla y...

Alguien se me adelantó y la abrió antes que yo.

Desde el otro lado.

Una sombra se posó sobre mí, y tuve que alzar la mirada para ver de quién se trataba.

— Vaya, vaya, vaya ¿Tendremos que poner candados a todas las puertas? ¿O es que me venías a recoger del trabajo? — Bromeó Kenzo. Joder, lo iba a tener difícil para escapar... — Qué tal si mejor desayunamos? — Me ofreció la mano, pero no se la di.

Lo seguí como un perrito por el pasillo estúpidamente grande.

Llegamos a la cocina, y había una mujer de unos 48 años, tenía el pelo corto y blanco. Llevaba una blusa de color lila y unos vaqueros azules. Tenía varias arrugas por la cara, pero se veía amigable.

— Hola, Señor. — Le dio un beso en la mejilla a Kenzo y se giró hacia mí. — ¿Y tú como te llamas?

— Se llama Ámbar — Kenzo me miró — ¿A que es un nombre muy bonito? — Preguntó a la vez que me sonreía.

Lo ignoré y me giré hacia la señora, pero pude sentir su mirada pegada a mi perfil

— Oh, que bonito nombre. Yo soy Clara, un placer conocerte. No se ven muchas chicas por aquí. — Río — ¿Queréis algo para desayunar? —

— Para mí unos huevos fritos. — Pidió y se marchó hacia el salón, donde había una gran mesa para comer.

— ¿Y tú? —Me miró Clara.

— Para mí unos pancakes, por favor. — Dije con timidez. No me gustaba mandar a otras personas. Me gustaba hacerlo yo misma y no quería abusar de la gente.

Kenzo me hizo un gesto con la mano para que me sentase con él.

Fui a sentarme con él, pero con ciertas distancias.

— Ella es Clara. — Me informó, aunque ya lo sabía.

— Ya lo sé, me lo acaba de decir, ¿recuerdas? ¿O es que tu cabeza no da para más? — Soltó una carcajada, una muy real. ¿Le acababa de insultar, y le hacía gracia?

— ¿Por qué no nos conocemos mejor? — Sugirió. Realmente estaba intentando ¿llevarse bien conmigo?

No. Jamás.

— Necesito mi móvil. Tengo que avisar al hospital que me acaban de secuestrar y que no podía venir. — Ignore su pregunta y se volvió a reír. Por la mañana, no tenía mi bolso con mis pertenencias. Supongo que me lo habrían confiscado.

— Claro, toma — Se sacó mi móvil del bolsillo y me lo entregó.

— Gracias. Ahora vuelvo. — Perfecto. Llamaría a la policía y solo me quedaría esperar.

Qué ingenuo.

Me fui a una de las habitaciones. Pareció ser la de los invitados.

Intente llamar a la policía, pero el número estaba ¿bloqueado?

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora