Capítulo 14

120 7 1
                                    


¡Muchas gracias por todo el apoyo! 




— Ya. Bueno, quita — Le empujé por el pecho y acabo de pie en el suelo. No podría aguantar más así antes de que me sonrojara. No sé ni por qué, pero, me sonrojaba por cualquier tontería.

Partimos el salmón por la mitad y nos lo acabamos comiendo sin hacer ninguna otra tontería.

Estaba bastante bueno, claramente porque lo cociné yo.

— He comprado una cosa — Dijo Kenzo cuando terminó de comer. — Es para que no te aburras, y podremos usarlo juntos. — A ver que había comprado ahora...

— Sorpréndeme — Dije.

Se fue a buscar lo que fuera que había comprado a su cuarto y volvió escondiendo algo detrás de su espalda.

— Adivina. — Me reto, con los ojos entrecerrados, divertido.

— Hmm. — Me froté la barbilla, haciendo como si estuviera pensando en alguna respuesta. — Me rindo, dime qué es. — Kenzo resopló, riendo.

¿Sabéis cuando alguien tiene pinta de ser un capullo, pero es mucho más simpático de lo que parece? Pues Kenzo era así.

Menos cuando literalmente te raptó.

Bueno, dejando eso de lado.

Kenzo se fue acercando y se sentó junto a mí en el sofá.

Cuando sacó lo que tenía detrás de la espalda, no pude contener una risotada.

— ¿Qué? — Dijo riendo.

Era un juego de cartas para niños.

Uno que nunca había visto en mi vida.

Era bastante extraño.

Era una cajita de color lila, y tenía unos dibujos raros dibujados al rededor.

— ¿Rápido... rapidín? — Así se llamaba el juego.

— No juzgues a un libro por su portada, querida Ámbar. Te sorprenderá cuando lo juegues— Dijo con un tono irritable.

—Bueno, explícame como se juega.

— Vamos a poner una carta en el suelo, y tú y yo tendremos la misma cantidad de cartas. Entonces, van a haber varios dibujos en las cartas, y en todas las cartas va a haber un dibujo repetido, ¿entiendes? — Explicó Kenzo.

Madre mía que mal se explicaba el pobre hombre.

— Eh, o sea que, el que más rápido sea en ver el dibujito en común en las cartas, gana.  Creo que sí que lo he entendido — Dije.

— Muy bien — Me sonrió Kenzo — Pues vamos a jugar.

Kenzo repartió las cartas y jugamos durante un largo tiempo.

Vale, sí que era bastante divertido el juego.

— ¡He ganado otra vez! — Celebré divertida. — Eres muy malo Kenzo, deberías dedicarte a otra cosa. — Me mofé.

— Es que me estoy dejando, si estuviera jugando en serio, ganaría todas y cada una de las partidas.

— Ya, seguro. — Miré la hora en el móvil.

Ya eran la una de la mañana.

—Bueno, creo que por hoy ya hemos jugado demasiado— Dije. — Tengo sueño, me pegaré una ducha y me dormiré.

— De acuerdo. Buenas noches. — Habló Kenzo.

Esta vez sí que respondí.

— Buenas noches. — Y me fui a mi habitación.

Entre a la habitación y cerré con pestillo.

Fui el baño y me desnudé.

Llené la bañera de agua muy caliente, le puse unas sales de baño y unas velas aromáticas que había por ahí.

Me fui metiendo poco a poco.

El caliente del agua iba quemando poco a poco mi piel.

Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de alivio. El estrés de estos días que llevaba viviendo aquí, se desvanecía, como si las burbujas que emergían de mi piel llevaran consigo todas mis preocupaciones.

Las velas parpadeaban en el borde de la bañera, creando destellos dorados en la penumbra. El olor de las sales de baño se mezclaba con el vapor, llenando el aire con una dulzura reconfortante.

Mis pensamientos fluían como el agua alrededor de mí. Recordé momentos felices y amores que se desvanecieron como el vapor del caliente del agua.

Pensé en que hacía en esta casa, en esta bañera. En una casa que no era mía. No había nada realmente mío. Yo no me sentía mía, me sentía usada.

Así que me quedé allí, flotando entre el mundo real y el mundo de mis pensamientos, hasta que el agua se enfrió y la realidad me llamó de nuevo.

Tenía que salir de aquí. Tenía que volver a mi casa, con mis amigos, con mis recuerdos, con mis cosas.

Tenía que salir de esta casa.

Salí de la bañera y me envolví en una toalla, y salí del baño.

Fui al armario.

Agarré unos vaqueros negros y una sudadera del mismo color. Me puse unas botas negras también.

Agarré lo único mío que había ahí.

Las llaves de mi casa y mi teléfono.

Me asomé por la puerta de mi habitación, y casi se me para el corazón cuando mi a Kenzo levantándose.

Me metí de nuevo a mi cuarto tan rápido como pude. Hasta que escuché el sonido de una puerta cerrándose.

Vale, ya podía ejecutar mi plan.

Caminé hasta el patio trasero - que no sabía que existía hasta este momento donde estaba buscando cualquier salida que no fuese la puerta principal -

La valla era bastante alta, pero me las arreglé para poder subir y saltar.

— ¡Mierda! — Caí de culo hasta el suelo.

Espera, era libre.

¡Tomate esta Kenzo!

¿Y los guardias?, ¡No los veo!

Vale, ahora tenía que llegar a casa. Pero no sabía muy bien donde estaba, y de noche me costaba más ubicarme.

Miré a mi alrededor y traté de buscar el casino The Euphoria. Sabía como ir desde ahí a mi casa.

Caminé y caminé.

¿Por qué todo costaba más de noche?

Giré una calle, y encontré el gran casino.

¡Bien!

Me dirigí hacia él.

Y cuando iba a cruzar la calle, sentí un objeto largo y frío en mi espalda.

El cañón de una pistola.

— Grita, haz algún movimiento brusco, y te vuelo la espalda. — No podía hablar. No podía moverme.

— Buena chica. — Se juntó más hacia mí y pude sentir mi cuerpo junto al suyo.

No, por favor. Esto no.

— ¡Ah! — Otra persona me puso una bolsa en la cabeza e intente defenderme, hasta que perdí el conocimiento.




El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora