Capítulo 11

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Espero que lo estéis disfrutando




Me desperté y mire la hora.

9:12 de la mañana.

La verdad que, bastante temprano, siendo yo. No solía levantarme a estas horas.

Me fui a lavar la cara al baño e hice mis necesidades.

Salí del cuarto y mientras iba a la cocina, en la entrada vi a 3 hombres y a Kenzo, todos hombres iban vestidos de negro y eran de altura mediana. Todos tenían el pelo castaño oscuro. Estaban de espaldas y no les podía ver bien la cara.

— Ya tenéis mi ubicación compartida, ¿vale chicos? — Le escuche decir a Kenzo.

Supuse que esos 3 chicos eran, Billy, John y Joe, los hombres con los que él hablaba ayer.

—Venga, nos vemos. — Finalizó Kenzo, se iba dirigiendo hacia mi dirección. A sí que me apresuré a ir rápido hacia la cocina.

A ver si se iba a pensar que le estaba escuchando o algo.

Bueno, lo estabas haciendo...

No, solo pasaba por ahí y le escuché. Sin querer.

Ya...

Cuando llegué a la cocina, eventualmente, estaba Clara con una sonrisa cocinando algo que se asemejaba un postre.

— Buenos días — Le salude y me senté en la barra.

— Oh, hola. Buenos días. — Dejó lo que estaba haciendo para mirarme y saludarme. — Mira, estoy intentando hacer algo nuevo. ¿Quieres probar?

Era un postre en un vasito con tres tonos de marrón, que parecía chocolate. Tenía muy buena pinta.

— Sí, claro. — Me dio el postre y una cuchara. Y me puse a probarlo. 

Estaba frío, dulce y algo empalagoso, pero empalagoso en el punto perfecto. 

 — Clara... — Lo dije con un tono indiferente a propósito. Ella me miró con preocupación. — ¡Esto está buenísimo! ¡Madre mía!

— ¿Sí? ¡Me alegro de que te haya gustado! —

Kenzo llego poco después al salón, con una sonrisa.

— ¿Os preparo el desayuno, niños? —Preguntó Clara.

— Sí, por favor. — Contesté. — Para mí unos huevos fritos, por favor. —

— Para mí unos panqueques. — Dijo Kenzo.

— ¡Marchando! — Clara se demoró mucho más de lo normal hoy en hacer el desayuno.

Normal.

Ella era mayor y ya tenía el pelo blanco. 

Me sabía mal que, con esa edad, tuviera que estar trabajando.

Pero cuando cocinaba, parecía que le fuese la vida en ello. Lo disfrutaba muchísimo y lo hacía sonriendo.

Igualmente, no podía sentir remordimiento.

— Aquí tenéis. — Clara nos dejó la comida en la barra y nosotros comimos en silencio.

Me fui a mi habitación y revisé mi móvil, como siempre.

Entré al grupo. 

Becca: ¡Tía, parece que estés en una película de acción, qué guay!

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora