Comenzamos el despegue, y... también comencé a recordar por qué de pequeña me daba tanto miedo volar.El despegue no fue tan malo, pero hubo turbulencias muy leves.
Me puse las manos en los muslos, e intenté disimularlo máximo posible.
Apreté tanto las uñas en los muslos, que creo que me dejé marcas. Empecé a sudar y me estaba dando mucho asco.
Me excusé con Luca y Becca y fui al baño.
Tuve que caminar más de lo que había caminado en toda mi vida para llegar. El avión era demasiado grande.
Me encerré, y di gracias a Dios a que no levaba maquillaje, así que me pude lavar bien la cara con agua fría.
Me pasé el agua por la nuca, frente y cara entera en sí.
— ¿Ámbar? — La voz de Kenzo me hizo dar un respingo.
— ¿Kenzo? ¿Qué pasa? — Pregunté, ¿me había seguido hasta aquí?
— ¿Estás bien? No tenías muy buena pinta ahí — Joder, lo que me faltaba que Kenzo me viese fatal.
A ver, ya me había visto en mis momentos más bajos, pero por alguna razón, últimamente me estaba importando más de lo normal cómo me veía cuando estaba con Kenzo.
— Sí, estoy bien, solo...
— ¿Puedo pasar? — Se hizo el silencio. Su pregunta quedó suspendida en el aire por unos segundos.
Quité el pestillo y abrí la puerta.
Me encontré a Kenzo, apoyado en el marco de la puerta. Ya no llevaba la americana negra del traje, simplemente llevaba una camisa blanca, con unos 2 botones desabrochados.
— Mis ojos están aquí arriba. — Me agarró la cara y me la subí delicadamente, hasta que sus ojos se toparon con los míos.
— Ya lo sé — Me zafé de su agarre y entró mientras que yo cerré la puerta. Me puse las manos en las mejillas y noté el calor subiendo poco a poco y me pude imaginar mis mejillas estando igual de rojas que un tomate.
— Te vi nerviosa cuando el avión comenzó a despegar — Me miró a través del espejo — ¿Te dan miedo? — Pregunto divertido.
— ¡No!
— No hace falta que me mientas, a mí de pequeño también me daba miedo. — Se giró hacia mí.
— No es que me den miedo, simplemente me incomodan.
— Ya lo que tú digas, no te preguntaré el porqué te incomodan, pero, ¿quieres que te enseñe una manera para mantener la calma en un vuelo?
No contesté.
— Me lo tomaré como un sí. Tengo un libro de bolsillo en la cartera, es de romance, a mí me tranquilizaba mucho leer. Luego también pide comida, te ayudará a calmarte, pero no tomes cafeína. Este avión es uno de los mejores modelos, a sí que piensa que estás en un sofá e intenta dormir, no te darás cuenta de que estás volando.
Qué majo.
— Vale, lo intentaré.
— Volvamos.
— No, iré yo primero, a lo mejor mal piensan lo que hemos hecho aquí. — No quería que Stacy se comiese la cabeza, cuando no habíamos hecho nada.
— A mí no me importaría que lo mal pensaran. — De nuevo, sus palabras quedaron suspendidas en el aire.
Y cuando repetí su frase en mi mente, mis mejillas volvieron a encenderse.
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El favor que me prometió
RomanceÁmbar es una cirujana que trabaja en el hospital más famoso de la ciudad. Una noche, al acabar su turno, vio a un hombre herido que confundió con un gatito. Ella, al ver que era un hombre, se apresura a curarle la herida de bala, salvándole la vida...