Capítulo 19

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Estoy ¡fascinada con el apoyo!

De verdad no me lo creo, y, ¡me alegro muchísimo que os esté gustando! <3

Creo que, a partir de ahora, me tomaré 3-4 días para hacer los capítulos, pero, serán más largos. 

Ahora sí, ¡a leer!


Un tacto suave en la cara me hizo ir despertándome poco a poco.

Me fui concienciando, y me di cuenta de que ya no llevaba antifaz, y la luz del día me pegaba en la cara.

La mano que sentía era algo rígida, pero se sentía bien. Era cálida y reconfortante.

Fui abriendo los ojos poco a poco, y ahí estaba Kenzo, recorriéndome la cara, con una pequeña sonrisa dibujada en su boca.

Me acariciaba la cara con el pulgar, y su atención solo iba hacia mí.

— No te quería despertar, a sí que les he dicho a los demás que vayan tirando. Están con Luis, el que nos ayudará aquí en Bora Bora. — Me fui despertando y repitiendo la frase en mi mente para poder escuchar realmente lo que decía.

Me estaba diciendo mucha información y yo recién me estaba dando cuenta de que estoy despierta.

— Y, ¿cómo iremos nosotros? — Le pregunté. Si ya se habían ido con ese tal Luis, estábamos nosotros solos en Bora Bora.

— Oye, que yo tengo un coche y una pequeña casa aquí. Y me sé ubicar — Lo dijo con tono ofendido, cosa que me hizo reír.

— Vale, perdón. — Me levanté y me dirigí hacia el baño — Ahora vengo.

Entre al baño y me miré al espejo.

Dios. Mío.

Tenía el pelo ondulado que parecía un nido.

Tenía lagaña en los ojos.

La cara roja por el calor.

Daba miedo.

Me mojé la cara y me arregle el pelo con agua y me lo recogí en una coleta alta para que no me diera calor.

— ¿No desayunas? — Preguntó él, al verme salir del baño, cuando yo ya estaba un poco más presentable.

—Nunca lo hago. — La comida por la mañana me sentaba fatal. Y tampoco es que tuviera mucha hambre.

Él asintió y se dirigió a la salida. Me apresure a seguirle, ya que sus piernas eran larguísimas, y un paso suyo, eran cuatro míos.

Cuando ya estábamos fuera del avión, una chica diferente a la otra vez nos saludó.

Le saludamos de vuelta y fuimos al parking en silencio.

Cinco minutos después ya estábamos ahí, en el parking.

Cabe recalcar que, yo estaba cansadísima, prácticamente tenía que correr para seguirle el paso al capullo.

Kenzo pincho un botón de sus llaves y unas luces de un coche se encendieron.

Ah, y no, no era un coche normal, era un Tesla modelo X, de color blanco.

Pequeños recordatorios del dinero que tenía el maldito.

— ¿Vas a conducir tú? — Le pregunté. No sé por qué preguntaba, si era más que obvio que estaba capacitado para eso.

El favor que me prometióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora