21. No puc oblidar

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El amanecer en el hospital es algo que muy pocos tienen la suerte de ver. Normalmente, los recién ingresados prefieren dormir, cuánto más mejor, para liberarse de la estresante rutina que acumulaban a sus espaldas antes de enfermar y para intentar evadirse de esa nueva realidad a la que se enfrentaban. Pero los verdaderos eruditos y avanzados del hospital sabían que tener la oportunidad de ver el amanecer podía significar dos cosas: o bien un exceso de sueño, o bien la falta de este por los problemas típicos que suele presentar un hospital.

Violeta y Chiara estaban despiertas por la segunda razón, por lo que decidieron ver el amanecer juntas. Eran las seis de la mañana y las dos estaban sentadas en la repisa de la azotea del hospital con las afueras de Barcelona literalmente a sus pies. Un horizonte anaranjado que parecía infinito se extendía sobre ellas mientras el sol salía, como cada día, a anunciar un nuevo día. Uno que ponía el punto final al pequeño pique que había sucedido entre las dos chicas los días anteriores. Y ellas se sentían las más afortunadas de tenerse, de nuevo, sin necesidad de mostrar filtros entre ellas.

-¿Tú crees que si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias tú y yo habríamos tenido la misma conexión? –lanzó Chiara al aire, moviendo sus piernas rítmicamente sobre el bordillo de la azotea.

Chiara y Violeta estaban sentadas muy cerca, tanto que sus cuerpos rozaban sus límites y sus meñiques podían jugar a encontrarse fugazmente. No se miraban entre ellas, pero disfrutaban como las que más de la presencia de la otra. Les bastaba con eso, con sentirse cerca de nuevo. Con escucharse la una a la otra.

-Yo estoy convencidísima de que tú y yo nos encontraríamos en todos los universos posibles. –sonrió muy firmemente Violeta.

-Yo si te hubiese conocido en una discoteca me habría acercado para intentar ligar contigo. —respondió seriamente Chiara sin ser consciente que acababa de quitar toda la profundidad al momento que estaban compartiendo.

Violeta emitió una profunda carcajada. La verdad era que, en ese momento, viéndose a ambas vestidas con el pijama azul del hospital, no podía imaginarse a la pelinegra yendo a alguna discoteca y acercándose a ella. –¿Y también habríamos bailado I kissed a girl juntas?

-Eso seguro. –la miró la menorquina a los ojos, perdiéndose en la profunda marea que eran los grandes globos de Violeta y viceversa. –Y nos inventaríamos una coreografía súper chula.

-Bueno, eso sería si tuviese dos piernas para moverme. —bromeó Violeta, contagiando su risa a su compañera. —Mientras nos tendremos que conformar con inventarnos un baile para arrítmicas, Kiki.

Chiara rio. Contempló con cariño a la otra chica y una sonrisa tierna se le dibujó al imaginar a Violeta fuera del hospital bailando junto a ella en una fiesta, como dos chicas normales de su edad. Tenía la certeza de que algún día la vería de esa forma, fuera del hospital, caminando sin una silla de ruedas y con el pelo tan largo o tan corto como ella quisiese. Libre. Tan libre como ella misma lo estaría en tan solo unas horas.

-¿Y si hubiésemos sido dos niñas que se conocen en un parque?

-Pues entonces te habría invitado a jugar conmigo. —respondió Violeta sin pensárselo dos veces. —Y también te habría invitado a mi cumple.

-Tu cumple en este parque también estuvo muy bien. —respondió Chiara imitando la voz de una niña pequeña.

-Sí, pero este parque tiene muchas normas, a mí no me gusta. —copió el tono de voz infantil de la menor, quien rio sorbiendo a la vez por la nariz. Los ojos se le habían aguado un poco, pero supo contenerse.

Las dos se miraron a la vez, acabando sus cuerpos un pelín más juntos que antes. Era imparable el magnetismo que emanaban sus pieles. Eran polos opuestos, pero dos seres destinados, al fin y al cabo. Era imposible decir que ninguna se sentía más viva cuando estaba junto a la otra.

Pulseras Rojas (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora