36. Quan es faci fosc

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El pálpito de Violeta la obligó a salir a toda prisa de su habitación y buscar al resto de Pulseras Rojas. Con la mirada inundada de miedo y haciendo rodar su silla a toda prisa, patinó por los pasillos del hospital sin importarle el ruido que hiciese, pues ya eran pasadas las doce de la noche. Algo muy feo le había ocurrido a alguno de los Pulseras y necesitaba saber quién era y qué pasaba. Llegó a la habitación de Ruslana con el corazón acelerado y el rostro desencajado. Allí la descubrió junto a Bea, quien estaba hablando por teléfono y daba paseos con nerviosismo por la habitación.

-Sí, Martin. Estoy con Rus y Vio acaba de llegar, estamos bien las tres. Lo hemos notado todos, pero no sabemos qué es. –dijo preocupada con el móvil pegado a la oreja. Miró a la granadina con preocupación mientras despegaba el dispositivo de su oreja para dirigirse a ella. –Es Martin, dice que él está bien.

Y entonces, como una llamada directa al centro de su corazón, Violeta supo que era Chiara quien estaba en problemas.

-¡Kiki!

Las ruedas de su silla girando a toda velocidad por los pasillos para llegar al ascensor no eran ni la mitad de rápidas que la rapidez con la que latía el órgano central de Violeta sabiendo que algo malo le ocurría a Chiara. Cuando llegó al cubículo este ya estaba cerrando sus puertas, pero no le importó. Puso sus manos en los sensores del aparato de metal para abrirlo sin pensar en la integridad de sus extremidades y entró adentro sin notar que los médicos y sanitarios que viajaban en el ascensor la miraban con duda.

Cuando se detuvo en la planta donde se encontraba Chiara, Violeta aprovechó que dos enfermeras que corrían hacia el interior de la unidad con bolsas de suero no se habían preocupado por cerrar bien la puerta y se coló en el interior de la planta sin tener problemas. Allí dentro encontró que todo era caos. Los médicos, celadores y enfermeras corrían hacia la misma dirección y Violeta los siguió sin perder más tiempo.

-¡Dos celadores para la UCI! ¡Nos la llevamos a la UCI, ya!

-¡Abril, ve a avisar a los intensivos!

Violeta se topó con Abril en la puerta de uno de los boxes de críticos cardiovasculares, donde unos diez sanitarios debían de estar metidos trabajando arduamente. La celadora, al verla, salió en busca de la chica para detenerla sujetando los mangos de su silla.

-¿Qué ha pasado? –preguntó con el corazón en un puño.

-Violeta, vuelve a tu habitación, después te explico tranquilamente. –pidió Abril, intentando transmitirle calma en vano.

La andaluza negó repetidamente con la cabeza y estiró su cabeza para mirar por la ventana al interior de la habitación. Necesitaba saber si era Chiara la que estaba ahí dentro antes de colapsar.

-No me voy a ir, Abril. Dime que ha pasado, por favor. ¿Es Chiara? ¿Le ha pasado algo a Chiara o no?

Abril apartó la silla de Violeta a un lado del pasillo cuando la camilla de Chiara iba a salir de la habitación. Y entonces Violeta la vio.

-¡Dejad paso, de prisa! –gritó otra celadora, empujando a toda velocidad la camilla.

Chiara tenía los ojos cerrados y estaba tumbada sobre la colcha de su camilla sin mucho cuidado, con los mechones oscuros de su pelo tapando su rostro. A Violeta se le cayó el mundo entero a los pies.

-¡¿Qué le ha pasado?! –preguntó al borde del colapso, gritándole a Abril sin ningún control.

-No lo sé, Violeta.

-¿Cómo que no lo sabes? ¡Claro que lo sabes!

-¡Los médicos hablarán con vosotros más tarde!

-¡Abril, dímelo, por favor! –pidió al borde de las lágrimas, sin aguantar más la tensión aplastante.

Pulseras Rojas (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora