FINAL. Abraça'm

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-¿Qué tal estáis Kiki y tú? ¿Cómo os fue anoche?

Clara y concisa, Ruslana fue lo suficientemente directa como para hacer que Violeta soltase una pequeña carcajada sorprendida que asustó a varias aves que descansaban en los árboles cercanos. Los tres chicos que caminaban delante de ellas se giraron repentinamente, sin alcanzar a escuchar la conversación de ambas, pero deseosos de poner la oreja. Violeta les hizo un gesto con la mano para decirles, directamente, que siguiesen caminando.

-¿Anoche?

-Sí, tía, anoche. Os dejamos la furgo para vosotras solas, así que supongo que no lo habréis pasado mal, ¿no?

Violeta sonrió avergonzada, recordando en su cabeza todo lo vivido la noche anterior. Sin haber bebido ni una sola gota de alcohol, aquellas horas bajo la oscuridad del firmamento y la tenue iluminación de las estrellas había sido una completa borrachera de emociones. Habían mezclado risas y lágrimas de emoción, ilusión y nostalgia; habían compartido recuerdos imborrables de otras etapas de sus vidas; se habían tocado como si fuesen dos metales fundiéndose a altas temperaturas y, lo más importante, se habían amado como si tuviesen la experiencia de dos ancianas que habían vivido durante toda la vida. Habían hecho el amor conociéndose ya de la noche previa, pero fingiendo que se les había olvidado para hacerlo igual de mágico y especial.

En definitiva, estaba claro que no lo habían pasado nada mal, pero todo lo que habían compartido era demasiado intenso como para que Ruslana pudiese entenderlo.

-Venga, si se os nota un montón, no sabéis disimular. —siguió la ucraniana intentando sonsacarle información. —Conozco a Kiki como si la hubiese parido. Y a ti cada vez te leo mejor, lo suficiente como para saber que se te está pasando algo turbio por la cabeza que no nos quieres contar.

-No me pasa nada turbio por la cabeza, Rus. —volvió a soltar otra carcajada, esta vez algo más acorralada.

-Ya, claro. Tía, soy tu hermana de hospital, a mí no puedes engañarme. Sé lo que piensas en cada momento y, a veces, antes de que lo pienses.

-No te lo tengas tan creído, Rus, no me pasa nada. —giró un poco su cabeza, sin dejar de caminar ni de sonreír, para mirarla a la cara. —No te rías y deja de hacerte la chulita.

Volvieron a sumirse en el silencio después de haber compartido unos segundos de risas que pretendían evitar la verdadera conversación, la que más importancia tenía para ambas. Ruslana se tornó completamente seria de forma gradual y Violeta, sin mirarla a la cara, sabía perfectamente lo que la ucraniana iba a preguntarle en breves segundos.

Al final ella tenía razón, Ruslana la conocía bien y lo mismo sucedía a la inversa. Y no era solo porque la granadina resultaba ser un libro abierto para aquellos que se esforzaban en conocerla a fondo, sino porque también habían crecido prácticamente juntas en el hospital y habían compartido la misma enfermedad. Se entendían demasiado pese a que a veces tuviesen algunas diferencias fraternales y eso era un obstáculo para que Violeta pudiese seguir ocultando sus secretos.

-Te vas a ir tú sola con la canoa después de despedirnos de Juan Carlos, ¿verdad? Nos vas a dejar ya.

Violeta suspiró levemente. Ruslana había desnudado sus pensamientos y la había dejado expuesta. Dirigió la mirada al frente para ver a los tres Pulseras restantes parloteando tranquila y totalmente ajenos a la conversación que estaban manteniendo Ruslana y ella en ese momento. Parecía incluso paradójica aquella situación.

La bomba había explotado para dos de los 5 Pulseras Rojas y la onda expansiva no tardaría en llegar al resto.

-No es nada justo, que lo sepas. —volvió a hablar Ruslana al entender que el silencio de la líder era una respuesta afirmativa a su pregunta. —Hay gente a la que nos importa lo que tú hagas con tu vida, aunque pienses que no es así. —de nuevo, otro largo silencio se cernió sobre ellas. —Al menos podrías darnos la oportunidad de despedirnos de ti en condiciones antes de que te vayas.

Pulseras Rojas (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora