18. Camins

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Aquella noche fue diferente para todos los componentes del grupo de Pulseras Rojas. Ya estaba entrada la madrugada del nuevo día de julio y ninguno podía pegar ojo en sus respectivas habitaciones Todo lo que había pasado aquel día era tan diferente y extraordinario, que todos los Pulseras seguían dándole vueltas en medio de la oscuridad de la noche.

Chiara no paraba de dar vueltas a la cama. Llevaba toda la noche así, arrastrando consigo las sábanas y dejando su piel únicamente cubierta por la camisa del pijama del hospital, ya prácticamente destapada. La luz de la luna penetraba por los cristales de las ventanas y sus ojos, más abiertos que nunca, no querían dejar de analizar una y otra vez todo lo sucedido durante el día.

Ruslana se incorporó sobre sus antebrazos cuando escuchó la cama de la pelinegra chirriar por vigésimo séptima vez en la noche y admiró su silueta de espaldas. —¿No te puedes dormir?

Chiara suspiró por el susto que le había dado escucharla tan inesperadamente y negó con la cabeza. –No.

-Yo tampoco.

Ambas se sentaron en las camillas y encendieron las luces de los cabeceros. Se miraron y Chiara le pidió a su amiga sin palabras que fuese a su cama a acompañarla. La ucraniana no tardó ni medio segundo en obedecerla y se tumbó en el hueco que le había hecho su compañera, siendo recibida por sus brazos y apoyando la cabeza en el hombro de la menorquina.

Era pacífico escuchar solo las respiraciones de ambas en medio del silencio tras el caótico día que habían vivido. Las caricias que Chiara dejaba en el pelo rojizo de su mejor amiga ayudaban un poco a que la leona que Ruslana llevaba dentro se calmase y su fuerte carácter se aplacase.

-A mí todo lo que ha pasado hoy con Bea me tiene muy rayada. –susurró Ruslana.

-Ya, a mí también. Dicen que mañana le harán un TAC.

-Pues espero que se despierte pronto, tengo ganas de hablar con ella.

-¿Sabes qué he pensado? –se incorporó y su compañera la miró intrigada. –Podríamos ir todos con ella al TAC, así sabrá que estamos allí. Tenemos que estar todos unidos cada vez que alguno de nosotros tenga alguna operación o alguna prueba importante.

La pelirroja la miró con ternura, sonriéndole. –Kiki, no sabíamos qué tenía Juanjo, no fue nuestra culpa. –le dijo, adivinando el motivo por el que estaba tan preocupada respecto a ese tema.

-Ya, pero solamente digo que estaría bien hacerlo.

-A mí me parece bien. –le guiñó un ojo y volvió a apoyarse en su hombro. Ruslana no lo admitiría, pero le gustaba mucho sentir el calor de la otra chica, así que se acurrucó con ella. –Yo he estado pensando en lo de Juanjo, en todas las cosas que tendríamos que hacer por él y que estará muy guay.

Chiara le sonrió, asintiendo y reflexionando sobre su amigo. –Sí, pero es que no sabemos lo que le habría gustado hacer a Juanjo. —la pelinegra se quedó pensativa un rato y sonrió pícaramente, una idea fugaz y curiosa acababa de atravesar su mente. —¿Crees que llegó a tener pareja antes de Martin?

-Pues no lo sé, nunca lo hablábamos, Juanjo era muy callado con estas cosas. –se encogió de hombros. –¿Tú crees que llegó a tener sexo con alguien?

Chiara soltó una carcajada tan fuerte por lo inesperado de la pregunta que Ruslana tuvo que taparle la boca entre risas cómplices para que no fuesen a reñirlas por hacer jaleo. Ambas rieron durante algunos segundos hasta que se relajaron.

-No lo sé, Rus. Nunca se me ocurrió preguntarle: "Oye ¿tú lo has hecho con alguien?" –Chiara no podía parar de reír silenciosamente. La corta edad de ambas chicas y sus hormonas disparadas eran las protagonistas de ese pequeño momento adolescente que estaban manteniendo.

Pulseras Rojas (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora