44. Per art de màgia

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Violeta llegó sola al portal del piso en el que supuestamente convivía con sus amigos y su novia, sacó las llaves de uno de los bolsillos de su pantalón y se dispuso a descubrir qué había allí dentro. Abrió la puerta de su casa sin muchas expectativas, agotada por todo lo que había visto y aún sin cuadrarle nada de aquel mundo paralelo. Tenía demasiado que tragar, lo sentía todo muy espeso y la cabeza le daba muchas vueltas.

-¡¡Felicidades!!

Las luces de aquel piso se encendieron de golpe y un sinfín de jóvenes vestidos de fiesta, aunque sin ir demasiado elegantes gritaron en su misma dirección. Todos tenían vasos de tubo de usar y tirar en la mano y algunos tenían puesta decoración de diversos tipos, como collares de flores estilo hawaiano, coronas de cartón e incluso gafas de sol con luces intermitentes de tonos chillones. Todo aquello supuso un shock para Violeta, quien se había quedado plantada en la entrada sin saber qué era todo aquello.

Una chica de sonrisa amplia se acercó a ella, cogiéndola de las mejillas y besándola con mucha alegría sin que lo esperase, provocando que Violeta retrocediese un paso de la impresión. Le deseó un 'felicidades, amor', por lo que adivinó que era su novia.

-Ven, cari, vamos a saludar a la gente. –la cogió de la mano y comenzó a arrastrarla entre el tumulto.

Violeta, aprovechando que la chica le había dado la espalda al ir delante de ella, se llevó el dorso de su otra mano a su propia boca para limpiar el rastro de babas que había dejado en sus labios. No lo soportó. Se sintió muy culpable habiendo recibido un beso de otra chica, sentía que había traicionado a Chiara, aunque esta ni siquiera supiese quién era ella en ese mundo.

Aquello era un hervidero de gente, no cabía ni un alfiler. En su camino, algunas personas de su pasado a las que nunca pensó volver a ver se le echaron encima para abrazarla y felicitarla, para su sorpresa. Eran gente que había desaparecido de su vida cuando las cosas se torcieron y su salud se deterioró. Ella no decía nada, simplemente los miraba con asco, recordando que ellos se habían olvidado de ella y que habían continuado con sus vidas como si nada mientras ella estaba sola en el hospital. Se sentía una completa extraña en medio de toda esa gente que hacía muchos años habían sido sus supuestos amigos. Se había dado cuenta de que podía contar con los dedos de una mano a la gente que la quería de verdad.

Los Pulseras jamás me harían eso. Los Pulseras no me darían la espalda como ellos.

Avanzó por el tumulto de gente, chocándose con los codos de aquellos que solo se preocupaban por pasarlo bien al ritmo de la música. Se movía como un autómata, guiada por la mano de la que supuestamente era su pareja y a la que ni siquiera conocía. Dios, estaba en un mundo de locos.

Los gritos propiciados por los efectos del alcohol de la marabunta de gente que había sido invitada únicamente para hacer bulto y presumir de una popularidad que más bien era una ilusión, se mezclaban con la música altísima que resonaba por los altavoces de la casa. Todo aquel vómito de sonidos rebotaba en la cabeza de Violeta como una pesadilla en bucle. Se sentía sucia cada vez que algún desconocido la felicitaba, cuando la abrazaban como si fuesen sus mejores amigos o incluso le ofrecían un vaso de tubo de plástico con alguna bebida que jamás había probado.

No se sentía ella. Esa no era Violeta Hódar. Sentía que ese no era su lugar.

Tras pasar por distintas partes de la vivienda, donde cada vez había más gente reunida y bailando, llegó hasta lo que parecía ser el salón, completamente vacío de muebles para que cupiese el máximo de gente posible.

-¿Te gusta como está decorado todo? –le preguntó su novia, acercándose a ella y agarrando peligrosamente su cintura sobre la tela del vestido negro para acercarla más a ella y volver a besarla.

Pulseras Rojas (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora