Cápitulo 20

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**Clarisse O'kelly.**

Creo que lo más razonable será que a mí no se me ocurra confiar en este hombre, tiene una facilidad para mentir increíble.

Con decir que casi me he tragado toda la historia de la abuela, y si le sumamos el plan tan elaborado, pues da mucho que pensar. Yo solo digo una vez más, que pobre de la mujer que se case con él, y no solo por el hecho de que estaría más sola que un cactus, sino que estaría siempre bajo las perfectas mentiras que suele decir y hasta armar.

Nos hemos puesto de pie para conocer el inmenso departamento, yo con tres espacios soy feliz, pero esto se ve tan grande que puedo imaginar que hasta debe tener más de tres habitaciones.

Tiene una manía de cogerme ahora de la mano, y yo no puedo decir nada porque tiene la excusa sobre que me debo acostumbrar, así que ya no le digo nada.

—Este departamento tiene cuatro habitaciones, en este piso tiene solo la sala de estar, la cocina y el gimnasio —Me dice y me quedo como tonta. ¿En este piso? ¿Hay otro? ¿Y las escaleras?

—¿Por qué es tan grande si vives solo? —Guarda silencio, lo que me dice claramente que hay algo ahí que obviamente no me va a decir.

—Me quiero sentir como en casa, eso es todo —Es la respuesta que me da y no me conformo.

—El hogar lo hace la persona, la familia y la compañía, más no el lugar —Pasamos un pasillo bastante amplio, y detrás de una puerta de Vaivén, está la cocina.

—Ésta es la cocina —Me ignora y yo aprecio el lugar.

Es bastante grande, todo lo que desearía un amante de la comida y yo no es que sea experta, pero me volvería loca cocinando aquí. Es inmensa.

Mármol negro y blanco, una isla de desayuno súper larga, una cocina electrica empotrada preciosa y ni se diga el horno, todo es hermoso y podría decir que perfecto. Tiene amplios ventanales hacia la calle que deja entrar una luz natural preciosa. Sin duda podría vivir aquí sin ningún problema, lastima que aquí no será.

—¿Te gusta cocinar? —Le pregunto. Porque solo una persona que le gusta hacerlo, tendría una cocina como ésta.

—Algo —Dice sin importancia y tira de mi para salir —. La puerta al final de este pasillo es el gimnasio, por ahora no es necesario verlo —Gira hacia la derecha y nos recibe como una segunda sala, solo que está es más pequeña, como una habitación, amplios ventanales, mesa de centro y algunos sofás individuales.

Ésta sala tiene el estilo de un balcón, como para tomar el café, sentarse a leer o a trabajar con una vista hermosa.

Frente a todo esto está una escalera de tal vez dos metros de ancho, algo innecesario, pero que se ve majestuoso. El barandal es como de una especie de vidrio agrietado y los escalones de uno más oscuro, perfectamente limpio y sin una mancha.

Simplemente hermoso.

Aunque el lugar grite hombre y soltero, que no tenga nada de hogar, no puedo negar que es precioso. Unos cuantos cuadros y fotografías le podría dar ese calor de hogar.

—¿Es una segunda sala? —Pregunto con duda.

—Este es más mi espacio. Aquel es solo un recibidor, dónde llegan las visitas, y éste algo más privado para mí —Responde tirando de mi escaleras arriba.

—Entiendo —Lo sigo despacio.

No sé porque logro sentirme incomoda. Me siento como la típica chica que llevan a las habitaciones, esas que suben las escaleras en las alocadas fiestas. Solo que olvido que ya no soy una adolescente, y que esto es solo trabajo.

INSANITYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora