2. ENTRE MONTAÑAS.

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Issy.

Valdogria.


  Contemplaba la ventana del avión, absorta en el tapiz natural que se desplegaba bajo mí: Noruega. Las montañas, majestuosas y desafiantes, se erguían con sus picos nevados, desafiando el calor del verano. Los ríos serpenteaban entre ellas, como arterias de agua pura y cristalina. A pesar del agotamiento que pesaba sobre mis hombros tras horas de vuelo, una chispa de emoción vibraba en mi interior, impaciente por descubrir los secretos que aguardaban.

  Al pisar tierra firme, el aire fresco y puro de Valdogria me recibió con una caricia invisible, llenando mis pulmones de promesas y aventuras. Esperé un taxi en la entrada del aeropuerto, ansiosa por llegar al hotel. Tan pronto como me acomodé en el asiento trasero del taxi, encendí mi móvil, aún con el corazón latiendo al ritmo de las montañas nevadas que había dejado atrás.

  — Parece que el paisaje ha capturado su corazón, señorita —comentó el conductor, arrancándome de mis pensamientos con su voz cálida.

  — Es más hermoso de lo que imaginé. Soñaba con venir aquí desde que era una niña —respondí, compartiendo un fragmento de mi alma con aquel desconocido.

  — ¿Cuál es su destino? —preguntó, capturando mi reflejo en el espejo retrovisor. Sus ojos eran de un azul profundo, casi tan cautivadores como el paisaje que acabábamos de dejar atrás.

  — Bluebird Manor, una posada en el corazón del pueblo —le mostré la dirección en mi móvil—. ¿Le suena familiar?

  Un asentimiento sutil fue su respuesta. Durante el viaje, envié un mensaje a Marcus, asegurándome de que supiera que había llegado sana y salva. Bluebird Manor se alzaba ante mí, un reflejo de la arquitectura local, con un encanto rústico que invitaba a entrar. El aroma de las flores que adornaban cada rincón me daba la bienvenida, prometiendo dulces sueños entre sus muros.

  Después de registrarme y dejar mi equipaje en la habitación, revisé el itinerario que había planeado con tanto cuidado. La pista de patinaje sobre hielo tendría que esperar; algo dentro de mí anhelaba explorar primero las calles empedradas del pueblo. Me vestí con una falda ajustada y un suéter holgado, perfectos para la brisa otoñal, y salí a perderme entre los secretos que guardaban las antiguas casas de ladrillo.

  La música de una taberna cercana me guió hasta su puerta. Dentro, el ambiente era cálido y acogedor. Hombres reían con jarras de cerveza en mano, mientras mujeres de mirada astuta servían detrás de la barra. ¿Era el destino guiándome hacia una noche de olvido? No tardé en sumergirme en la atmósfera, pidiendo una cerveza tras otra, dejando que el líquido ámbar me arrastrara lejos del despecho que había traído conmigo.

ENGAÑO REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora