4. PLAN FALLIDO.

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Issy.

Valdogria.

  No puedo parar de caminar en la habitación, los nervios me mantienen de pie sin poder calmar mi ansiedad. La presencia de Rigel no me permite tener paz; lo he estado evitando por cuatro largos meses y ahora solo está a pocos pasos, eso solo me provoca querer saltar por la ventana.

  —Abre la maldita puerta— dice Rigel por quinta vez en un tono lo suficientemente fuerte como para que lo escuche todo el que se encuentre en el edificio. No dudo que más tarde me quieran echar por el escándalo de este imbécil. Con las manos temblorosas le envío un mensaje a mi hermano.

  «¿Cómo sabe Rigel que estoy en Noruega?»

  La única forma para que sepa de mi ubicación exacta es por medio de Marcus, nadie más sabía que estoy aquí, de hecho solo él sabe dónde me estoy hospedando.

  «Lo siento, es que creí que merecían arreglar las cosas.»

  ¡Grandioso!

  «Creiste mal.»

  —¿Qué quieres?— abro la puerta e intento mantener la cordura cuando sus ojos azules parecen taladrar mis pupilas que viajan a mis zapatos para no mirarle a la cara—. No tenemos nada de qué hablar, todo lo que teníamos pendiente lo resolvimos hace meses.

  Mi tono de voz es distante, aunque quisiera tenerlo contra mis labios como muchas veces, la razón y mi dignidad no me lo permiten. Perdonaría todo, menos una mentira, y con menos ganas lo perdonaría si esa mentira fuese una infidelidad.

  Me toca del hombro, y evito el contacto dando unos pasos atrás. No sé si es por el asco que me provoca todo lo que tenga que ver con él o por el simple miedo de caer rendida a sus pies nuevamente.

  —Explícame ahora mismo ¿Quién es ese tipo?— su tono de voz imperativo y reclamante me hace reír irónicamente. ¿Cómo si tuviera derecho a preguntar sobre lo que no le corresponde? Sus ojos toman un color más profundo dejándome notar la latente furia que carga, «¡Bien!» exclamo en mis adentros viendo mi reciente victoria ante mis ojos.

  No le daré el gusto de saber que me besé a un desconocido solo para causarle celos. Me niego a darle tal satisfacción al causante de mi dolor, que odie las mentiras no quiere decir que no pueda echarle una mentira piadosa al Rey Engaño.

  —No tengo que explicar nada— intento cerrar la puerta después de mis palabras cargadas de indiferencia. Sus manos no me permiten cerrar la puerta y en menos de lo que creo, su presencia imponente me lleva a retroceder hasta la cama—. ¿Qué pretendes?

  Su actitud déspota empieza a asustarme cuando me besa contra mi voluntad, intento empujarlo, pero el peso de su cuerpo no me permite quitar sus asquerosas manos de mi piel.

  —Quiero respuestas, y las quiero ahora— dice con firmeza, cruzando la línea del respeto al subir mi falta y bajar mis bragas.

  —No te debo explicaciones— replico con la misma firmeza, con su mano libre lleva mis dos manos sobre mi cabeza vedando mis movimientos.

  —Entonces, ¿por qué parece que te importa tanto lo que piense?— pregunta con una sonrisa burlona, sin dejar de besar mis labios y bajar hasta mis tetas.

  — ¡Déjame!— vocifero con su miembro invadiendo mi entrepierna virginal.


—————

  Las lágrimas bajan por mi rostro, tengo las piernas aferradas a mi pecho, mis sollozos llenan la habitación cada que me veo en la cama debajo de él.

  — Sí quieres que se repita solo debes de llamar— su tono de voz en un intento de ser seductor solo me provoca náuseas.

  Con las pocas fuerzas que me quedan me levanto para ir hasta el baño y borrar cada rastro, cada huella de su presencia en mi piel. Intenta acercarse y antes de que lo haga me alejo evitando si cercanía.

  — ¡Lárgate!— las palabras de ahogan en mi garganta cuando me vuelve a tomar el llanto—. ¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto?

  — ¿Esto?— cuestiona irónico—. No me hagas reír, esto, como tú lo llamas, era lo que me debías por los meses de relación en los que nunca pude hacer más que besarte.

  Las ganas de golpear su pecho, su cara me invaden, pero es preferible mantener la distancia antes que acercarme a este imbécil que ya sé es capaz de todo.

  — Por tu culpa nuestra relación acabó, yo tenía necesidades como hombre, cosas que tú no me diste y ella sí— me pongo las manos en los oídos para no escuchar sus palabras.

  — ¡Lárgate! ¡Lárgate y déjame en paz!

  Apretando mis manos contra mi pecho me dejo caer en la ducha, el agua cae por mi piel, el llanto me es incontrolable. Cae la noche y simplemente pierdo la noción del tiempo bajo las gotas de agua que ahora me son necesarias para borrar el recuerdo de este maldito viaje, lo que pensé sería un descanso a mis preocupaciones solo es ahora el causante de la mayor de todas.






ENGAÑO REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora