5. UNA REINA PARA EL REY.

7 4 0
                                    

Issy.


 La luz del amanecer se filtra a través de las cortinas, bañando la habitación con un resplandor dorado. No he pegado ojo en toda la noche, y hoy, menos que nunca. Desde el pequeño sofá donde me he refugiado desde la noche, observo la cama vacía. La imagen de Rigel se ha grabado en mi mente: sus manos recorriendo mi piel, sus besos. Sacudo la cabeza, intentando desvanecer esos recuerdos. La maleta, a medio desempacar, yace abandonada; no tiene sentido deshacerla cuando mi deseo de permanecer aquí se ha evaporado. No me apetece después de lo sucedido ayer.

  He ignorado mi móvil, que no ha cesado de vibrar con notificaciones. ¿Desde cuándo me convertí en el centro de atención? Pero ahora necesito escuchar la voz de Marcus; no quiero preocuparlo, y eso basta para que responda su llamada.

  — ¿Cómo estás? — Su pregunta es directa, y aunque sé que alude a mi encuentro con Rigel, prefiero esquivar el tema.

  — Estoy bien — respondo con una seriedad que no logra ocultar la falta de alegría en mi voz.

  — ¿Quién era ese hombre con el que te vi besándote? — La sorpresa me golpea. No puedo creer que Rigel haya dicho algo después de su cobarde acto.

  — ¿Cómo...? — Comienzo a responder, pero me interrumpe el sonido insistente de alguien golpeando a mi puerta. — Hablamos más tarde.

  Cuelgo rápidamente, invadida por el temor. ¿Y si es Rigel? Mis pensamientos se vuelven oscuros, plagados de dudas. Mi corazón late con fuerza, y lucho contra el miedo que me paraliza antes de abrir la puerta con recelo.

  Pero no es Rigel quien me espera; son los mismos ojos grises que capturaron mi atención la noche anterior. El desconocido de la taberna. ¿Cómo me ha encontrado? Eso es lo de menos, considerando el imponente espécimen que tengo frente a mí. Viste un traje formal negro que complementa su cabello azabache, y su sola presencia es suficiente para calmar mi ansiedad.

  — Necesito hablar con usted — dice, clavando su mirada en la mía. Es tan penetrante que no puedo discernir si provoca miedo, sumisión o si simplemente he perdido el control de mis emociones ante un hombre tan atractivo—. Su imprudencia me ha causado un gran problema — añade, lanzando una mirada a su acompañante que espera unos pasos detrás. — Humboldt, espérame abajo.

  Malditos nervios. Me reprendo internamente. Cuando estoy nerviosa, me cuesta articular palabras, y este es uno de esos momentos. Solo puedo quedarme paralizada, cautivada por la intensidad de su mirada, observándolo como una idiota que no es capaz de controlar sus emociones.

  — ¿Va a dejarme entrar o se quedará ahí parada todo el día? — Su tono es impaciente, y con un gesto lo invito a pasar. No sería una mala idea observarlo todo el día, con lo bien que luce. — Como le decía, lo que hizo ayer me ha metido en un gran problema— la molestia se apodera de su rostro que no logro disimular.

  — ¿Está casado o tiene novia? — lo interrumpo, buscando una explicación lógica a su preocupación por un simple beso durante mi borrachera.

  — ¿Va a fingir que no saber quién soy? — pregunta con arrogancia. — ¡Por favor! — suelta un resoplido irónico.

  — Fue solo un beso sin importancia — admito, y su expresión se torna confusa, como si mis palabras hubieran herido su ego masculino.

  Da dos pasos a mí, y yo doy dos pasos atrás evitando su cercanía que solo logra ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.

  — ¿Sin importancia? — cuestiona, indignado—. Cree que es insignificante besarme a mí,— su mirada se centra aún más en mis ojos con una profundidad extraña— pero toda la corte exige respuestas por nuestra foto.

  ¿La corte? ¿Qué es esto, The Crown? ¿Una serie de época?

  — ¿De qué foto hablas? — exclamo, llevándome una mano a la frente al recordar las palabras de mi hermano.

  Parece que estoy tan confundida que no logro entender de qué habla este hombre; la corte, una foto nuestra. Los problemas me huyen, pero yo parezco ser más rápida.

  — Revise sus redes sociales y lo entenderá— me insta.

  Sin dudar, tomo mi móvil y abro Instagram. Ahí está la explicación a todas las notificaciones. He sido etiquetada a varias publicaciones que muestran una foto nuestra besándonos y cuando intercambiamos pocas palabras en la taberna. Peor aún, una de él sosteniendo mi cuerpo cuando estuve a punto de caer al piso por los efectos del alcohol. Y todas con una frase en común en el encabezado.

  «¿Ha encontrado nuestro rey una reina con la que gobernar?» ¿Rey? «¿Habrá boda en Hohenberg?»

  Definitivamente yo siempre evoluciono, me besé con un rey y hasta ahora lo vengo a saber, sonrío por mis pensamientos.

  — ¿Le parece muy gracioso esto?— la voz profunda me trae de vuelta a la realidad.

  — Tú... — balbuceo, sacudiendo la cabeza en medio de mi confusión. — Disculpe, ¿Usted es rey?

  — Si no quiere ser interrogada por un enjambre de periodistas, será mejor que venga conmigo— me toma la muñeca, y nuestras miradas se entrelazan ridículamente—. No dudo que ya sepan que está aquí — propone, y aunque la idea es tentadora, no sé quién es él realmente. Además, debe estar furioso por el beso, y eso no juega a mi favor.

  El bullicio detrás de la puerta me pone nerviosa. No soy buena manejando multitudes. Definitivamente son periodistas.

  — Se lo dije — reprocha, mirando a través de la mirilla, observa la ventana como si fuera la solución a este problema— Saltar,— ni de coña lo haré— saltar por la ventana es nuestra única salida.

  Miro la ventana, luego a él, y no sé qué hacer. Estática pensando qué debería hacer él tira de mi brazo, llevándome al borde del ventanal.

  — Es demasiado alta, no puedo hacerlo — digo, aterrada cuando veo la distancia al suelo.

  — No le pasará nada, confíe en mí — intenta convencerme, pero estoy paralizada. Nunca he saltado por una ventana, no soy buena con la altura, o muchas personas, ni tampoco con los lugares cerrados, todo lo que en este momento es mi problema — O quédese aquí y déjese devorar por las preguntas de quienes la esperan detrás de esa puerta.

  Se coloca en el marco de la ventana y justo antes de que salte, lo detengo. Prefiero lanzarme yo misma antes que enfrentar a esa jauría que espera por mí detrás de la puerta.

  — Saltaré con usted, solo déjeme cambiar mi ropa,— me echa un vistazo de arriba a abajo— no es lo más adecuado saltar en bata.

  Asiente, busco qué ponerme en la maleta, saco una blusa y un pantalón que me faciliten lo que voy a hacer. Me saco la bata y el hombre no deja de observar mi cuerpo como si nunca antes logró ver una mujer desnuda.

  — ¿Puede dejar de mirarme?— pregunto molesta por su mirada perversa.

  — Claro.

  Se da media vuelta y antes de un minuto logro cambiarme, sin mucho tardar él se lanza por el ventanal y cae sobre el pavimento empedrado. Me hace señas para que salte pronto, Pero los nervios me han imposibilitado moverme. Observo la puerta, luego el hombre que espera por mí y finalmente cierro los ojos para proceder.

ENGAÑO REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora