3. BOCHORNOSO INCIDENTE.

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Issy.

Valdogria.

 

  La taberna giraba en mi cabeza, un carrusel borroso tras varias cervezas. Mi móvil desde hacía minutos zumbaba en el bolso, insistente, pero lo ignoré. Vine a olvidar, no a contestar llamadas estúpidas. Los tragos eran mi refugio, no las llamadas. Hastiada por el sonido saqué el móvil para terminar de completar mi razón de beber, Rigel. ¿Qué querrá ahora? Que deje de joderme

 
  Un hombre irrumpió en la escena, un torbellino de presencia. "¡Qué especimen!", pensé, admirando su porte varonil aunque su rostro quedara oculto bajo una capucha. Se sentó a mi lado y, como por instinto, me enderecé. Había venido a olvidar, y un poco de coqueteo parecía inofensivo.

  —¿Busca compañía como la mía?— Su voz, profunda y resonante, me dejó sin palabras. —Lo de siempre, Rita— pidió al bar sin apartar la mirada de mí.

  Sus ojos, grises como tormentas inminentes, se anclaron en los míos. Mi corazón galopó, un tambor salvaje en mi pecho. "Tranquila", me ordené.

  —Le hice una pregunta— interrumpió la barwoman, sirviéndole whisky—. No la he visto antes, ¿es una nueva... adquisición?

  Confundida, la miré. Su escrutinio me hizo sentir desnuda, muda por la sorpresa que me causaba aquel desconocido. Negó con la cabeza ante la insinuación del hombre. ¿Qué tengo cara de puta o qué?

  —Parece una de esas chicas, con esa ropa— dijo, evaluándome sin pudor.

  —¿Perdón?— logré decir, indignada. Borracha tal vez, pero no indefensa.

  —Creí que no hablaba— replicó, sus ojos volviendo a capturar los míos. Intenté levantarme, pero el mareo me venció y él me sostuvo, evitando mi caída.

  El alcohol ¿había cobrado más fuerza de la cuenta? La imagen de Rigel cruzando la puerta de la taberna me asaltó, visiblemente enojado su mirada se posó en mí en brazos de aquel desconocido. "Ojalá sea solo mi imaginación", deseé, pero ahí estaba él, avanzando hacia mí. O a caso estaba perdiendo la cordura.

  ¿Qué hacer? ¿Qué se supone que debía hacer? Sin pensar, me lancé a los labios del hombre frente a mí. Traicionar a Rigel sería un golpe para él, que siempre me creyó leal. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, interrumpido cuando él me apartó, buscando algo o a alguien con la mirada.

  —¿Qué le sucede?— murmuró, visiblemente molesto. Rigel, estupefacto, me observaba.

  Huir no es de cobardes, pero quedarse tampoco era opción. Rigel parecía dispuesto a matarme con la mirada, y el desconocido también. Salí de la taberna con paso decidido; el hombre no me siguió, pero Rigel sí. Corrí a la posada, me encerré en la habitación.

  —Issy, abre— exigió Rigel, golpeando la puerta. —Merezco una explicación.

  Después de sus infidelidades, tenía el descaro de exigirme cuentas. Qué embrollo había armado por un impulso estúpido.

ENGAÑO REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora