9. EL PRECIO DE UN BESO.

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Issy.

  Desde el balcón de mi habitación, mis ojos recorren los últimos toques de la decoración nupcial, cada flor colocada con precisión, cada cinta ondeando al viento como un presagio de lo que está por venir. Vicencio ha estado ausente durante dos semanas, un vacío que ha llenado mi corazón de una angustia insoportable. Solo tres días nos separan del enlace matrimonial, y Marcus junto a mi padre están a meras horas de llegar al palacio. El frenesí de la boda me ha robado cualquier momento de soledad, y junto a Agatha, hemos orquestado lo que promete ser un día inolvidable. Sin embargo, las noticias vuelan más rápido que el tiempo, y me vi forzada a revelarle todo a Marcus.

Su reacción fue menos que ideal, y mi padre, por su parte, ha optado por el silencio; nuestra relación nunca fue estrecha, mi infancia transcurrió al lado de mi madre, y en las raras ocasiones que veía a mi padre, estaba demasiado ocupado denigrándola como para prestarme la atención que anhelaba.

  La conexión con Vicencio se ha desvanecido desde aquel incidente, dejándome con una ansiedad que me carcome, incierta de cómo actuar cuando finalmente nos reencontremos en el altar.

  —Excelencia —la voz de Agatha me saca de mis cavilaciones—, Lord Walton ha llegado para presentarla ante la corte real.

  Con un nerviosismo que amenaza con consumirme, me dirijo hacia la puerta de mi habitación. Se suponía que el rey estaría aquí para acompañarme en este momento crucial, pero solo Dios sabe dónde se ha metido, probablemente evitando mi presencia a toda costa.

  —No debe ponerse nerviosa —Agatha intenta tranquilizarme, pero sus palabras son un débil consuelo frente a la tormenta que se avecina.

  —Si tan solo el rey estuviera aquí, tal vez todo sería más llevadero —me lamento, sabiendo que al otro lado de la puerta me espera un jurado listo para juzgarme.

  Respiro hondo, reuniendo el coraje necesario para adentrarme en el salón, un nido de lobos ansiosos por presenciar mi caída. Lord Walton, un hombre cuya sola presencia me repugna, es solo uno entre muchos que comparten su despreciable naturaleza.

  Me siento en la silla principal de la gran mesa de la Cámara de Lores, todos los ojos puestos en mí, esperando las palabras de Lord Walton.

  —A pocos días de convertirse en la reina de Hohenberg, nos gustaría conocer más sobre su educación y sus propuestas para el reino —dice con un tono que roza la condescendencia.

  Lo miro fijamente, desafiante, consciente de que mi asiento en esta mesa es también el escenario de un interrogatorio. Pero parece que al rey no le importa.

  —Estudié arquitectura en Oxford —comienzo, manteniendo la mirada firme—. Terminé mi carrera hace dos años y...

  De repente, todos los presentes desvían su atención hacia la puerta que se abre majestuosamente, dando paso al rey. Todos se levantan en una reverencia, mientras él, con su habitual seriedad, camina hasta situarse a mi lado. Con un gesto, le cedo el asiento, y él examina mi vestido de corsé ajustado, su mirada desciende por mis piernas antes de encontrarse con mis ojos.

  —Mi futura esposa no tiene por qué responder a las preguntas de nadie más que a las mías —advierte, fijando su mirada en Lord Walton, cuyo rostro se tensa con la molestia.

  —Majestad, tenemos derecho a conocer a nuestra futura...

  —¡No tienen derecho a nada! —interrumpe Vicencio, su voz resonando con autoridad, silenciando la sala—. Mi prometida no responderá a las preguntas de nadie. Pueden retirarse.

ENGAÑO REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora